Especial pensamientos de Matías.
Doy la última vuelta, diez kilómetros lejos de casa para regresar. El sudor cae por mis sienes y frente, al igual que por todo mi cuerpo empapado, la fatiga se hace sentir en mi cuerpo, siendo esta la tercera vuelta que doy por toda la manzana, pasando por parques, residencias y restaurantes. El tenue frío se deja sentir en el ambiente, pero yo no estoy consciente de aquello, ni del sonido de los pájaros cantando con el comienzo de la mañana, ni de los pocos autos que transitan, ni de los escasos transeúntes que pasan por mi lado a paso apresurado.
Mi mente está sumida en la mañana de ayer, cuando me reuní con mi abogado y mi detective en la oficina de la empresa. Sacar sus palabras <Él es el asesino de tu padre>, y aquellas imágenes que se transmitía en la Tablet que poseía entre mis manos. Las pruebas, allí estaban las pruebas. Solo un par de declaraciones de mi tía, del mismo Ricky, serían suficientes para terminar de hundirlo. Hoy mi detective, junto algunos funcionarios de policía recurrirían a ellos.
Corría y corría hasta percatarme de que el sol azotaba con un poco más de intensidad, fue que vi la hora de mi reloj de muñeca deteniéndome. Jadeante, caminé a paso rápido lo que quedaba para llegar a casa. Subí por el ascensor saludando al recepcionista del edificio, entre en el apartamento y fui directo a la ducha.
-Hola –Saludó Rebeca al verme entrar. Sonreí acercándome a su altura para besar sus labios, ella ya se estaba vistiendo para ir a su trabajo. Por más que le insistía en que no fuera; ella iba. Era terca, testaruda e independiente, y pese a ponerme loco de frustración, me encantaba que fuera así. Que no le gustara vivir a costilla de los demás.
-Hola ¿Ya te vas?
-Sí, hoy tendré el turno de la mañana y la tarde. Llegaré a las siete más o menos.
-Vente con Andrés, por favor. Y si algo sucede, llámame de inmediato.
-Sí, Matías –Colocando los ojos en blanco, se alejó para ponerse la franela azul del uniforme. Miré su cuerpo unos segundos. Su abdomen y vientre tenía un tenue bulto que dejaba apreciar su creciente embarazo. Respiré hinchando mi pecho de felicidad ¡Tendría un hijo! ¡Joder! Era increíble, habían pasado tantas cosas en menos de dos años.
Me encaminé a la ducha, puesto que yo también tenía cosas que hacer. Hoy sería un día ocupado. Tenía dos reuniones con clientes importantes para programas publicitarios nuevos, y al final de la tarde debía reunirme con mi abogado una vez más.
Terminé de ducharme, me coloqué un traje sin corbata, peiné mi cabello, cepillé mis dientes y salí sin desayunar. La primera reunión era un desayuno con Carl, aquél hombre el cual Rebeca colaboró con una publicidad, y el cual parecía haberse enamorado de mi mujer...claro, en aquel momento no era absolutamente nada mío y ni pensaba serlo ¿Quién lo diría?
-Cristina.
-Buenos días señor Martínez ¿Qué necesita?
-Voy de camino al restaurante ¿Estás en la oficina?
-Sí, ya tengo todos los portafolios y su Tablet señor.
-Bien, paso por ti. Estoy a cinco minutos.
-Está bien, bajo enseguida –Sigo conduciendo hasta estacionar frente al edificio. Cuando el aparca autos se acerca, le hago una señal aclarando que no estacionaré. El chico asiente y vuelve a su puesto en la entrada del edificio metalizado con las grandes M.M en la puerta. Dos minutos más tarde, sale la morena con su traje de falda tubo color gris de pinza, y una camisa blanca de tela clara.
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Mundos Adversos
RomanceRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...