Capítulo 10 - ¿Es todo?

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Dos días sin regresar al trabajo y se me estaba haciendo demasiado difícil. La aventura de Matías y yo había durado un mes entero, nos acostábamos sin parar día tras día, una o más veces al día. Por lo que se me había hecho una costumbre y una necesidad diaria ¿Me había vuelvo adicta? No sabía si era adicción o algo más, pero lo cierto es que debía parar. Me disculpé con Anne por la discusión que tuvimos, también por haberle ocultado esa aventura por un mes entero. Pero lo creí íntimo, no vi correcto contárselo ni a ella misma.

Matías no había hecho acto de presencia durante los últimos seis días de mi ausencia al trabajo. Hoy por la tarde hablaría con Katlyn para dar mi carta de renuncia. Sabía que la mujer se lo diría a Matías, pero no me interesaba, no quería volver a verlo. Al llegar a la empresa me escabullí directo a los ascensores y marque el piso cinco para ir a Recursos humanos. Al llegar, me encaminé hasta la oficina de Katlyn que al verme, sonrió abiertamente.

-¿Cómo te sientes?

-Mejor Katlyn, gracias –devolví la sonrisa aunque un poco más apagada.

-¿Qué sucede? ¿Necesitas ayuda en algo?

-Sí, bueno...no –respiré profundo apartando mi mirada de sus ojos – Vengo a traerte mi carta de renuncia.

-¿Qué? –gritó sorprendida. La miré e hice una mueca de pesar- Pero ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? ¡Qué te ha hecho Matías! –lo último lo gruñó con molestia cambiando el gesto de asombro por uno de molestia. Sonreí para disimular mí angustia al oír su nombre.

-No me ha hecho nada Katlyn, lo que pasa es que me ha salido una urgencia familiar, y creo que tendré que ir a mi país. Por eso estoy renunciando –Mentí con otra sonrisa.

-Oh...lo siento tanto ¿Todo bien? ¿Necesitas ayuda con eso?

-Oh no, no, estoy bien, gracias Katlyn. Y lo siento de verdad.

-No te preocupes ¡Primero la familia! De igual manera, si regresas, te recibiremos con los brazos abiertos.

-Muchas gracias -¡Ni loca regreso! Grité en mi interior.

-Bien, registraré tu renuncia y te enviaremos tu pago entre la semana.

-Bien, gracias.

-A ti querida. Espero todo vaya bien.

-Gracias.

Nos despedimos con efusivo y amistoso abrazo y como alma que lleva el diablo, desaparecí de la maldita empresa, sin ser vista por muchas personas. Un raro alivio me invadió al ver hecha la tarea de mi renuncia. Tomé el bus y regresé a la universidad. Me mostré más animada estando esa tarde con mis amigos, bromeábamos en la cafetería mientras comíamos. Esa noche prometimos ir el viernes a por unos tragos.

Cuando regresé a casa me duché y fui en busca del sándwich que me había preparado para la cena, aún con la toalla enroscada alrededor de mi cuerpo. El timbre sonó paralizándome en medio de la sala. Cerré los ojos rezando mentalmente porque no fuera quién menos quería ver en aquel momento. Me acerqué a la puerta cuando volvieron a tocar y abrí. Y para mi desgracia, allí volvía a estar aquél hombre que tenía seis días sin ver y que ahora me afectaba de manera sentimental ¡Tonta Rebeca! ¡No tenías que fijarte en él más allá que por el sexo!

Su respiración estaba un poco agitada, su mandíbula apretada y sus ojos soltando chispas por la molestia. Di un paso atrás por instinto.

-¿Qué haces aquí? –pregunté con dureza, tratando de parecer fuerte.

-Has renunciado –pronunció las palabras lentamente con los dientes apretados y los puños a ambos lados de su cuerpo cerrados. Lo miré asustada, pero enderecé mi cuerpo para que no viera mi debilidad y solté.

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