Capítulo 13- Un hombre acalorado.

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El vuelo había sido tranquilo, sin turbulencia (cosa que le tenía pavor) ni inconvenientes. Un despegue y aterrizaje perfecto. Me encontraba completamente nerviosa al saber a Matías allí ¿Cómo lo recibiría mi familia? Ya me imaginaba a mi abuela y tía encantadas con él, no sólo por su físico, sino por el hecho de que era mi acompañante. Esas dos mujeres siempre insistían en que debía darme un descanso para salir con alguien y yo, siempre las ignoraba.

Me sorprendí demasiado al verlo frente a mí en la zona de embarcación ¡No lo podía creer! La noche anterior lo había mandado a la mierda, y ahora él estaba aquí, para venir detrás de mí a pasar las navidades con mi familia ¡Una locura! Había llorado por él toda la maldita noche, lo odie y maldije internamente por haberme hecho todo lo que hizo y ¿Qué pasaba? ¡Venía detrás de mí y me ablandaba! ¿No se supone que no lo vería más? ¡Soy una tonta y débil mujer!

Nos bajamos del avión al llegar al aeropuerto. Matías caminó a mi lado por los pasillos del desembarque para ir a por nuestro equipaje. Se mantuvo al margen en todo momento, sin tocarme ni hablarme. Yo, por otro lago, lo ignoraba y hacía como si su presencia no me afectaba nada. Cuando la verdad era que temblaba de pies a cabeza con tan solo su cercanía.

-¿A dónde vamos ahora? –Preguntó cuándo salimos a las afueras del aeropuerto, donde habían taxis y personas bajando de sus carros. Sonreí al mirarlo desabrochar algunos botones de su camisa por el calor.

-A casa de mi tía, están esperándonos allá.

-Bien –Caminé mirándolo de reojo. Él miraba hacia todos lados con gotas de sudor perlando su frente, estudiando a todas las personas y el ambiente caluroso de la Guaira a plenas doce del mediodía.

-¿Tienes calor? –interrogué con guasa.

-Me estoy derritiendo –soltó sinceramente. Reí por lo bajo y seguí mi camino hasta llegar a un taxi. Él era un hombre acalorado.

-Hola –saludé al taxista amigo de mi tía.

-¡Hola Rebeca! Pero ¡Mira cómo estás! –respondió en Español. Matías miró al hombre con su gesto serio de siempre. Torcí los ojos y abracé a Manuel, el viejo amigo de la familia.

-Bien Manu ¿Cómo está la familia?

-Ahí están niña, mi mujer fue pa' el Guárico a visitar a su vieja. Y Ricardito está en caracas, estudiando.

-Debe ser todo un hombre ya –sonreí mientras Manuel subía nuestro equipaje a la maleta del carro.

-¡Así es! Está estudiando Medicina en la universidad Central.

-¡Oh! Eso es fantástico ¿Ha entrado por prueba de admisión?

-Así es, tu sabes que ese muchacho es inteligente ¡Gracias a Dios no ha salido a su padre! –Reí junto al hombre. Luego miré a Matías y lo presenté.

-Manuel, él es Matías, un amigo.

-Hola señor, un placer –estiró su mano para estrechar la de Manuel. Respondiendo también en un torpe español. Subí una ceja y aguanté la risa.

-¿Es gringo éste? –dijo Manuel con disimulo.

-Sí, es canadiense.

-Ah...

Nos adentramos en el auto. Matías se sentó en el asiento de atrás y yo hice lo mismo, puesto que Manuel tenía algunas cosas en el asiento del copiloto, y para no dejar a Matías solo detrás, me senté con él. Manuel iba hablando animadamente mientras me miraba de vez en cuando por el retrovisor, yo respondía exactamente igual de animada. Mientras miraba a Matías de reojo.

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