Regresé a mi casa y lloré dejando todas mis fuerzas y mi alma en ello
- ¡No puede estar pasándome esto a mí! ¡No, Dios! ¡No me hagas esto! –grité golpeando todo lo que conseguía en el camino.
-Rebe, cálmate por favor...
-¡No Anne! ¡No puedo vivir esto otra vez! – lancé un florero que posaba en la mesa de la sala haciéndolo trizas ocasionando que todos los cristales vuelen por doquier. Anne se sobre saltó y lloró en voz baja mirándome enloquecer.
-¿Por qué a mí Anne? ¿Por qué? –solté con debilidad perdiendo las fuerzas, cayendo al suelo. Anne se acercó colocándose a mi lado y rodeándome con sus brazos.
-¡Ay Rebe! La vida es injusta...
-No quiero morir...
-¡No digas eso! –reprendió sorbiendo por la nariz. Me aferré a su abrazo y lloré soltando todo el dolor que sentía. Quedando así por horas.
-Vamos Rebeca, levántate, debes descansar. Mañana tenemos cosas que hacer –Asentí y nos levantamos, ésta me guio hacia mi habitación mientras yo sólo caminaba como autómata. Me ayudó a desvestirme y colocarme un pijama- Ahora recuéstate, mañana será un nuevo día, verás que el nuevo doctor te da esperanzas –trató de animar mi amiga. Asentí poco convencida y me recosté.
-¿Puedes abrir la ventana? –le pedí mirando las cortinas de mi ventana cerradas. Lo pensó por un momento y luego las abrió. Dejándome ver la noche fría y estrellada de Canadá. Respiré profundo y me perdí en la imagen, de la ventana grande frente a mí. Con la nieve arropando los techos de las demás casas, el cielo oscuro y con distantes estrellas salpicando la penumbra, de aquí a allá.
-Estaré afuera si me necesitas –asentí y ésta se retiró.
Dejé salir las lágrimas suavemente mientras me perdía en los recuerdos de la tarde.
-¿Y entonces doctor? –preguntó Anne por mí, viéndome incapaz de hablar, estaba muy nerviosa.
-Son dos tumores, de un diámetro de cuatro centímetros, uno muy pegado al otro, en el ovario derecho.
-¿Qué tan grave puede ser eso?
-Verán, cuando se tratan de tumores de éste tamaño, es más difícil saber con qué se pueden atacar. Lo ideal es realizar una biopsia que nos permita saber la magnitud del daño, el tiempo que tiene atacando, si se tratan de tumores benignos o malignos...te tramitaré con un buen oncólogo, que es muy amigo mío. Estarás en buenas manos.
Yo solo podía escuchar <cáncer, cáncer, cáncer> en mi mente. Todos los recuerdos de mi madre invadieron mi cerebro. El doctor hablaba concentrado, Anne a mi lado asentía prestando toda su atención. Mientras yo pensaba en mi familia, en mi abuela, mis tías y tíos, primos...y Matías...
-Los tramitaré con el oncólogo para mañana mismo. Ya le he pasado las pruebas que he mandado a hacer. Él les indicará y explicará los resultados de la biopsia y lo que deberán hacer.
-Gracias doctor –agradeció mi mejor amiga.
-Gracias...-apenas pronuncié. Me levanté con la mirada perdida y salí del consultorio. Sin poder evitarlo, me eche a llorar estando por salir del hospital. Salimos y Anne me abrazó mientras caminábamos de regreso a la parada.
Al siguiente día sucedió lo que menos quería en esos momentos, encontrarme con Matías. Después de escuchar toda su historia, la explicación de lo que realmente había ocurrido, fue como un baño de agua helada para mi cuerpo. Saber toda la verdad, y quitar mi "supuesto odio" hacia él, llenó mi corazón de más dolor. Él verdaderamente me amaba y quería estar conmigo ¿Pero, qué podía hacer? ¡No podía darle una oportunidad! ¡Tenía cáncer! ¿Qué pasa si no tenía cura? ¡No podía hacerle esto! ¡No a él!
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Mundos Adversos
RomanceRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...