Capítulo 25- La mejor noche de mi vida.

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Después de una reconfortante ducha, cenamos y cada quién fue a sus habitaciones para descansar del viaje y el agotador día. Matías y yo nos quedamos en la sala, sentados en el sofá, perdidos en nuestros pensamientos mientras la tv plasma hace eco en el espacio.

-Me debes algo.

-Has hecho trampa.

-Eso no es cierto, yo te he dicho hasta donde debías llegar –me giré para quedar de frente a su perfil. Él ladeo la cabeza para mirarme, sin quitar su mano del respaldar detrás de mí, con su brazo casi encima de mis hombros.

-Sí, pero, pensé que...

-Pensaste mal, ahora. Debo cobrar mi apuesta.

-No creo que sea lo mejor eso que quieres.

-Vamos Matías –me levanté jalándolo por un brazo- Deja de ser tan correcto ¿A caso no te gusta sentir la adrenalina de ser descubiertos? –frunció el ceño y negó con la cabeza.

-No quiero que nadie vea el cuerpo desnudo o escuche los gemidos de mi mujer.

-Eso sería excitante –Colocó los ojos en blanco, soltando un bufido mientras nos dirigíamos a la puerta del apartamento.

Bajamos por el ascensor, donde comenzamos a darnos besos suaves y cortos. Yo abrazándolo por encima de los hombros y él tomándome por la cintura.

-Casi dos meses enteros sin tenerte. Debía ganar esa apuesta –solté haciéndolo reír.

-Me alegro de que ganaras –salimos de la caja metálica y luego caminamos por detrás del edificio, saliendo por la puerta trasera a la playa desierta. No había ni un alma allí. Todo estaba en penumbras, apenas algún poste de luz disperso y el brillo opaco de la luna.

Las olas rompían con suavidad en la orilla, dejando un agradable sonido, siendo ése el único en romper el silencio. Algún grillo haciéndole compañía. La brisa era fresca y un poco fuerte, refrescando nuestros cuerpos un tanto acalorados. Me quité las zapatillas y las dejé a un lado, bajo un toldo que seguía abierto. Caminando frente a Matías, y siendo consciente de su vista clavada en mí, cogí el borde de mi camisa y la subí por mi cuerpo. Quedando con el torso completamente desnudo, aprovechando la falta de brasier.

-¿Qué haces? –preguntó con la voz ronca. Mi cuerpo se estremeció. Me gire solo un poco, y sonreí mirándolo, caminando hacia la orilla para mojar mis pies.

-Comenzando con el juego.

-Rebeca, creo que mejor...-miraba a todos lados, nervioso.

-Vamos Matías, no seas tonto. Nadie nos verá –volvió a clavar sus ojos en mí, que se veían completamente oscuros a causa de la escasa luz. Su rostro se había vuelto más serio, pero sabía que no estaba molesto, solo excitado.

A continuación, desabroché el único botón solitario de mis pantalones cortos y mes los quité, llevándome con él las bragas, quedando completamente desnuda. Teniendo como audiencia el mar en mi frente y Matías a mis espaldas. Escuché un suspiro ahogado salir de su boca y con una sonrisa torcida fui introduciéndome en el agua.

Mis pechos se sintieron más pesados cuando el agua fría hizo erizar a mi cuerpo. Solté un jadeo casi inaudible tratando de calmar el temblor que recibió mi cuerpo. Me giré y observé como Matías comenzaba a quitarse, con desespero, las prendas de su ropa, arrojándolas en una montañita junto a la mía.

Se introdujo en el agua, soltando un suave "maldición", acercándose cada vez más y más a mí. Yo estaba con el agua llegando por mi ombligo. Cuando estuvo a mi altura, me tomó por la cintura de inmediato y me pegó a su cuerpo, haciéndome sentir en mi barriga su hombría endurecida. Jadee con sorpresa.

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