Capítulo 2 - Ogro.

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Katlyn me sonrió cuando pasó por el frente de mi oficina para luego, adentrarse en la del Jefe. Éste al verla pasar, colgó su móvil y le señaló la silla frente a su escritorio para que se sentara. La mujer lo hizo y yo admiré la seguridad con la que se movía, como si no le temía en lo más mínimo al ogro que estaba frente a ella. Entonces, el hombre levantó su mano y me señaló desde la distancia a través del cristal, lo que parecía vociferando hacia ella, me sobre salté y giré mi rostro al percibir como ambos giraban para mirarme.

Miré por la pantalla del ordenador, que se había suspendido, lo que a mi costado, en la distancia pasada. Pero entonces, mágicamente los cristales de la oficina del jefe comenzaron a oscurecerse, al tiempo que él se levantaba de su asiento, impidiéndome ver más hacia el interior. Abrí la boca y los ojos impresionada.

-¿Qué? –susurré en mi idioma natal mirando el cristal oscuro a mi lado. Sin intención, comencé a mal pensar la situación ¿Será que son amantes? Me pregunté imaginando cosas pervertidas en ese momento. Sintiendo por la vergüenza, como mis mejillas se sonrojaban. Aparté el pensamiento sacudiendo la cabeza, y continué leyendo el manual.

Unos quince minutos después, la puerta oscurecida de su oficina se abrió y de ella salió Katlyn, la miré con curiosidad pero ésta se veía normal, me sonrió y desapareció. Fruncí el ceño, pero entonces, nuevamente los cristales comenzaron a aclararse revelándome una vez más el interior de la oficina del jefe, que igual que Katlyn, salía de ella. Pero él no se fue, sino que se detuvo en la entrada de la mía. Tensé mis hombros mirándolo fijamente, sin amilanarme, aunque la realidad era que moría de miedo.

-Espero seas competente, porque no pierdo mi tiempo ni mi dinero en personas que no lo valen.

Asentí con una sonrisa de lo más falsa, para no gritarle tres cosas, luego, mirándome fulminante volvió a su oficina. Solté el aire al tenerlo lejos.

-Va a ser un año largo querida Rebeca...-me dije en voz baja.

La tarde pasó y me sentía feliz por todo lo que había aprendido. A pesar de todo, me gustaba el puesto, no se notaba tanta dificultad como él lo había hecho ver, pero no podía cantar victoria por mucho tiempo.

-¡Rebeca! –pegué un salto ante el grito, miré al frente para ver si estaba en la puerta pero al no encontrarlo fruncí el ceño- En el teléfono –explicó con la misma voz dura. Miré el teléfono de mi línea y luego a mi costado por la pared de cristal, donde El señor petulante me estaba mirando a lo lejos- Ven de inmediato.

Me levanté de prisa, tomé la libreta y un lápiz y salí de mi oficina hacia la suya casi corriendo. Me adentré y esperé en la entrada.

-Ve al restaurante de la esquina y tráeme algo para comer.

-¿Merienda o Cena? –interrogué mirando que aún era temprano.

-Cena, también para ti.

-¿Para mí? –Fruncí el ceño sin entender.

-Sí, para ti. Te quedarás hasta que yo salga –mordí mi labio inferior para no protestar y asentí.

-¿Algo en especial señor?

-Algo ligero.

-Bien, en un momento regreso.

-No tardes.

Sonreí nuevamente haciéndolo torcer el gesto con enojo ¿Será que le molesta mi sonrisa? Salí respirando profundo y tomé mi cartera para ir en busca de su cena ¡No me compraría una jodida cena para mí porque él lo ordenara! Además ¿Cómo era eso que me tenía que ir cuando él lo hiciera! ¡Ni que fuera su guarda espaldas! ¡Será creído!

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