Todo transcurrió demasiado rápido. De pronto estaba de pie, corriendo junto a Santiago y Jorge hacia ella, quién se movía convulsamente en el suelo. Los gritos aterrados de su abuela, prima y tía se escucharon, junto a un par más de los comensales que allí comían.
En mi mente sólo ocurría una serie de cosas <Correr> <Tomarla> <Protegerla> <Sacarla de allí> <Un hospital> no entendía lo que estaba ocurriendo hasta que alguien gritó "Está convulsionando" luego otros gritos más "Una paleta en su boca" "Sostengan su cabeza"
Entré en pánico, un nudo se alojó en mi garganta y mi estómago se comprimió. De pronto sentía ganas de vomitar, comencé a sudar frío y a ver borroso.
¡No! ¡No! ¡No! Me quedé completamente paralizado, en cuclillas frente a ella. Mirando como su cuerpo se movía en el suelo, sus ojos en blanco, su boca presionando con fuerza la paleta de madera que le habían colocado. Alguien sostenía su cabeza para que no se golpeara mientras voces femeninas gritaban "Llamen a un médico" Podía escuchar lo que decían, pero demasiado lejos. Como si lo gritaran a kilómetros de mí.
-¡Matías! ¡Matías! –Gritaba una voz, pero yo no me podía mover. Solo podía ver la escena espeluznante que se reproducía frente a mí.
Alguien me tomó por los brazos y me ayudó a levantarme de la posición que estaba.
-¡Vamos! ¡Reacciona! –El rostro lejano y borroso de Ricardo se posó frente a mí. Pero yo seguía sin reaccionar.
-¡Un médico!
-¡Yo soy médico, señora! Debe mantener la calma, no podemos hacer nada hasta que se acabe la convulsión. Traigan un bote, vomitará cuando todo pase. Necesitamos colocar algo acolchado en su cabeza. También se desmayará...
¿Convulsionando?
Escuchar la palabra me hizo entrar en la realidad. Tomé una bocanada profunda de aire y miré de nuevo a Rebeca. Ya había pasado la convulsión, su cuerpo a penas se movía hasta que cayó en estado de inconsciencia.
-¡Oh, Mierda! –Fue lo único que salió de mis labios antes de desmayarme...
Profunda oscuridad....
Despierto con un fuerte dolor de cabeza en un lugar con luces tenues. Me encuentro en un cubículo con paredes de cortina de tela azul, cubriéndome por los cuatro lares. Giro mi rostro y percibo que junto a mi hay otro persona, por la cual es separada con dicha cortina. Reconozco el lugar. Es un hospital. La zona de emergencia. Me levanto y me doy cuenta de que poseo una vía intravenosa.
Frunzo el ceño y arranco la aguja del dorso de mi mano gruñendo bajo. Me levanto de la camilla y salgo del cubículo, enseguida sale una enfermera a mi encuentro.
-Señor, no puede quitarse la vía de esa manera –Habla en español.
-Necesito ver a mi esposa.
-Señor, por favor –Pero paso por un lado prestándole la más mínima atención, camino el pasillo con la enfermera parloteando detrás de mí y abro las puertas de la sala de emergencia.
-¡Señor! –Fuera de la sala de emergencia sólo se encuentra Santiago.
-Matías.
-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está ella? –Pregunto con la respiración comenzando a acelerárseme. Santiago traga grueso y niega con la cabeza sin darme respuesta concreta.
-¡Señor! –Vuelve a llamar la fastidiosa enfermera.
-¡Responde! –grito perdiendo la paciencia.
-Han tenido que inducir su parto, Matías...Lo siento.
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Mundos Adversos
RomansRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...