-¿Señora? ¿Se encuentra bien? –preguntó la enfermera que estaba de turno en recepción, acercándose a mí. Alcé mis ojos y asentí con la vista nublada a causa de las lágrimas- ¿Quiere un poco de agua? –Ofreció.
-No, gracias. Ya me voy –Me levanté despacio para no marearme más de lo que ya sentía y salí de la clínica, recibiendo el frescor de afuera, golpeando mis mejillas.
-Oh Dios...-susurré con la voz quebrada ¡No, no, no! ¡Maldita Sea! ¡No podía estar pasando! ¿Qué iba a hacer? ¿Ocultárselo? ¿Debía decirle? Mi cabeza estaba llena de miles de pensamientos contradictorios. Quizá debía mentirle, quizá debía decirle ¿Qué tal si se enfadaba mucho? ¿Qué tal si no quería a éste niño? ¿Qué mierdas iba a hacer?
Caminé como autómata por las calles sin saber a dónde dirigirme. No quería regresar al apartamento y encerrarme, me ahogaría. Sentía la necesidad de hablar con alguien. Entonces, a mi mente vino la única persona que me lo advirtió y que yo tan cobardemente me alejé para no afrontar la realidad.
Tomé el móvil sintiéndome arrepentida por mi actitud para con ella, y necesitándola en ese instante.
-¿Rebeca?
- Anne, te necesito...
Estábamos en la misma cafetería del día que nos reunimos. Ella con un café humeando y yo con un simple vaso de agua.
-Tienes que decírselo –insistía mientras yo tenía la vista perdida en el ventanal junto a nosotras, mirando los transeúntes pasar por la acera en la calle, ajenos al miedo que esa chica de cabello castaño y piel pálida estaba pasando ¿Tendrían ello tantos problemas como yo?
-No puedo, se volverá loco. Él mismo me ha dicho que está cansado, que quiere salir de los conflictos con la empresa para estar tranquilo ¿Un bebé? ¿En estos momentos? Ya tuvo suficiente con mi enfermedad.
-¡Y dale con eso! Ya sé que está atascado hasta el culo con lo de la empresa, pero no es algo que podrás ocultar por mucho – Hablábamos en español, en nuestro idioma natal, sintiéndonos de esa manera más segura para que el resto de comensales no se enterara.
-Lo sé...
-Tienes que decírselo, hazlo ya.
-¿Ahora?
-¡Sí! Ahora, te acompañaré y te dejaré allá.
-¡No! ¿Estás loca? ¿En la empresa? No puedo irrumpir allá como si nada y decir ¡Oye Matías, estoy embarazada!
-¿Por qué no? Eres su esposa, puedes irrumpir allá cuando quieras. Es casi tu empresa.
-No es mi empresa –Coloqué los ojos en blanco sintiéndome exasperada. Anne tomó mi mano e insistió.
-Vamos Rebeca.
-Lo haré en la casa.
-No, estoy segura que si no lo haces ahora, no tendrás el valor de hacerlo cuando él llegue –Torcí los labios volviendo mi vista a otro lado. Tenía razón, no lo haría.
-Si sigues dándole vueltas no lo harás. Vamos, te llevaré.
-Anne...
-Rebeca, es ahora o nunca –jaló mi brazo y me levantó de la silla, arrastrándome por el local hasta la salida. Mientras mi corazón se iba alojando poco a poco en mi cuello, ahorcándome.
Subimos a su auto y pronto condujo hasta la empresa de Matías, que estaba a quince minutos de la cafetería. Me dejó en la entrada deseándome valor y suerte y luego se retiró.
Miré M.M publicity Agency y mi cuerpo tembló. No había estado allí desde hace bastante tiempo. El vigilante apenas me vio, me abrió la puerta asintiendo educadamente en mi dirección. Le devolví el gesto con nerviosismo y me adentré en el imponente vestíbulo. Me acerqué a recepción hacia la odiosa recepcionista, que seguía siendo la misma.
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Mundos Adversos
RomanceRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...