Capítulo 36- Ausente.

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Especial de María Esperanza.

-Pero ¿Cómo que no la quiere ver?-Abrí los ojos mirando cómo huía, como delincuente, de la sala de espera de terapia intensiva de pediatría. Mi abuela tomó mi mano y dijo.

-Necesita tiempo para asimilarlo, es normal que lo tome de esa manera -La doctora frente a nosotros asintió dándole la razón a mi sabia abuela y preguntó.

-¿Alguna de las dos quiere ver a la niña?

-Iré yo -Me levanté- Luego irás tú -Anuncié a mi abuela. Ésta asintió y se quedó sentada, limpiando su nariz que goteaba de tanto llorar con un pañuelo.

La doctora me hizo pasar y me ordenó con amabilidad colocarme una bata, un gorro y un tapa bocas, luego, me guió por la sala de terapia intensiva hasta un pequeño salón donde se encontraba una docena de cunitas, a un lado, en la parte trasera del lugar, media docena de incubadoras. Miré a todos los bebés, asombrada, muchos de ellos dormidos, con tubitos saliendo de sus diminutas muñecas.

Era una tristeza de ver. Otros con tubitos diminutos de oxigeno entrando en sus naricitas. Sentí ganas de llorar en el acto.

-Aquí está, aún no le hemos colocado el nombre, ya que han estado con todos los acontecimientos de su madre -La doctora hablaba mientras miraba a un pequeño ser, que casi podía entrar en mi cartera de mano, recostado, con los tubitos en una diminuta nariz rosada, y otros cablecillos saliendo de su pequeño pecho y su muñeca. Ahogue un sollozo de lamento- Queremos esperar a que sea el padre quién nos los diga.

-Está bien, no se preocupe.

-Bien, si necesita algo, estaré cerca. Tiene unos minutos.

-Gracias, doctora -Asintió y se alejó. Miré detenidamente a mi pequeña sobrina, con los ojos inundados en lágrimas. Era muy pequeña, pese a solo tener un par de días de adelanto. Su piel era tan pálida como la nieve, tenía un escaso cabello en color castaño claro, casi llegando al rubio, la nariz pequeña y rosadita, los labios diminutos, con un ligero forma de corazón en su labio inferior e igual de rosado que su nariz. Unas adorables y alargadas pestañas, que casi no se visualizaban, adornaban sus ojos cerrados. Las cejas, apenas era una atracción que ver. Su piel estaba un poco arrugadita.

No podía decir si se parecía a Matías o a Rebeca, estaba todavía muy pequeña y con tanto cableado no podía apreciarla demasiado bien. Acaricié con pesar el vidrio, como si así pudiese tocarla y luego susurré.

-Hola preciosa, soy tú tía. Estoy aquí contigo. Te voy a consentir y cuidar mucho ¿Me oyes? Eres la niña más hermosa que he visto.

Sorbí por la nariz y sonreí cuando movió su cuerpo ligeramente.

-Hasta ahora ha tenido un excelente avance -comenzó a hablar la doctora a mi lado, mirando a la niña- Pronto retiraremos el respirador para que comience a hacerlo por sí sola.

-¿Puedo hacer una pregunta?

-¡Claro! La que quiera...

-¿Es por su condición de haber nacido antes o algo la ha afectado? -Inquiero confundida.

-Su adelante ha sido de tres semanas, aproximadamente, cosa que afecta en el desarrollo de ciertas cosas, sin embargo, sus pulmones, así como la mayoría de sus órganos están casi completamente desarrollados. Lo que ha afectado su sistema respiratorio ha sido la convulsión que tuvo la madre. Las descargas eléctricas la han afectado, hasta el punto de enredar el cordón umbilical en su cuello, es por eso que necesita ayuda del respirador.

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