A la mañana siguiente, ya estábamos de camino en su ostentosa camioneta directo a la clínica. Me encontraba nerviosa y ansiosa, hoy sería mi primera sesión de radio terapia. A mi lado, Matías se encontraba cayado y pensativo, otra vez, pero no quise preguntar, sabía que estaba con los nervios igual de alterados que yo, aunque éste no lo demostrase en absoluto. Su autocontrol era de admirar.
Llegamos y de inmediato me hicieron pasar a una sala con un aparato grande suspendido sobre una camilla, en un cuarto protegido. El médico de turno me indicó que debía colocarme un pantalón y una camisa azul de tela muy fina, me ordenó quitarme toda prenda; pulseras, zarcillos o cualquier artilugio de metal que pudiera interferir con láser de la máquina, explicó.
Matías permaneció fuera en la sala de espera, pese a querer resistirse a dejarme sola, cosa que me hizo sonreír ya estando sola, por la disputa que tuvo con el joven y guapo doctor.
-No la dejaré sola...-manifestó con su voz dominante y gesto gélido.
-Señor, no puede entrar.
-Pero ¿Por qué?
-Habrá radiaciones láser que usted no podrá recibir, ni yo mismo. Así que no puede estar presente. La sesión durará unos quince minutos, no se preocupe, todo estará bien –Matías lo fulminó con la mirada antes de volver sus preciosos ojos azules a mí.
-Si me necesitas, estaré afuera –luego volvió la vista al hombre y sentencio- No quiero tus manos sobre ella –el joven torció el gesto y asintió. Besó mis labios y se retiró para sentarse en una de las sillas metálicas de la sala de espera.
Coloqué mis manos a ambos lados de mi cuerpo y miré la maquina sobre mí, que el joven doctor de la radio acomodaba en el punto preciso, por la zona de mi vientre. Luego cogió un marcador de tinta y comenzó a dibujar en mi vientre, cosa que me hizo tensar un poco.
-¿Lista? –preguntó al terminar.
-Sí.
-Bien, la sesión durará un mínimo de quince minutos. No sentirá nada, trate de no moverse.
-Bien –me dio un ligero apretón en el dorso de la mano y luego desapareció tras una puerta de un pequeño cubículo, que poseía una ventana oscura que daba hacia la sala. No podía verlo desde aquí, pero estaba segura de que él si podía verme. El sonido de la maquina encendiéndose me sobre saltó ligeramente, respiré profundo y volví mi vista al techo, cerré los ojos cuando la luz láser comenzó a hacer su trabajo. No sentía nada, apenas un ligero calor, por lo que me relaje tratando de ignorar el sonido.
Quince minutos después, volvía a colocarme la ropa mientras el médico arreglaba afuera de nuevo las cosas en su lugar. Cuando salí, me miró con una ligera sonrisa.
-Nos vemos la semana que viene. Recuerda colocarte la crema fría en la zona para que tu piel se refresque. Son radiaciones que queman, por lo que tu piel puede verse enrojecida.
-Bien, gracias.
-Que estés bien Señorita Gómez.
-Gracias –sonreí y salí cuando me abrió la puerta. Nada más salir, tenía a Matías parado frente a mí, con su rostro impasible.
-¿Estás bien?
-Sí.
-¿Cómo estuvo? –encogí mis hombros.
-Me ha tocado...-abrió los ojos deteniendo sus pasos, mientras nos dirigíamos a la salida.
-¿Cómo?
-Sí, me ha dado un apretón en la mano y mi vientre ¿Crees que debamos llamar a la policía?
-Regresaré a partirle la cara...Le partiré la cara.
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Mundos Adversos
RomantiekRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...