Capítulo extra largo.
Caminé durante toda la noche. Me había lastimado las rodillas por culpa de las tantas caídas a las que me sometí por el cansancio, por la oscuridad. Las ramas de los árboles sobresalientes en el suelo húmedo del bosque, topaban con mis pies. Una llovizna me había abrazado a tantas horas de la noche, que lo único que causó fue malestar en mi cuerpo. Estaba congelándome, el frío del invierno parecía acercarse.
Cuando por fin paré, después de haber corrido y caminado por horas, tantos kilómetros recorridos, mi cuerpo dolía; cada molécula de él ¿Se podía sentir dolor en el cabello? No lo sabía, pero en ese momento hasta eso me dolía.
¿Dónde estaba ahora? ¿Dónde estaría Katrina? ¿Tal vez buscándome? Tan solo pensarlo, las náuseas volvían. Pero ya no tenía nada más que devolver. Estaba vacía.
No sé en qué momento me quedé dormida. Desperté cuando los rayos naranjas de un nuevo amanecer se asomaba. Me levanté como pude, casi incapaz de dar un paso más, pero mi cerebro me decía que debía seguir, debía poner a salvo a mi bebé.
Caminé, y caminé, y caminé, por lo que parecieron horas. Los pies me escocían, los zapatos planos que llevaba se habían quedado sin suela, y ahora tenía mis plantas destrozadas. Las rodillas me ardían, la dolencia en cada hueso de mi cuerpo comenzaba a ser insoportable.
Pero entonces, un rayo de esperanza cruzó mi cuerpo cuando la vía de una carretera a lo lejos llegó a mi vista ¡Allí está mi salida! Caminé lo más rápido que pude hasta llegar a ella. Seguí caminando, quizá debía esperar a que algún auto pasase. Un cartel me indico que a unos cuantos kilómetros se encontraba un pequeño pueblo ¡Mi salvación!
Cuando llegué a él, y visualicé unas pocas casas y locales, así como una bomba de gasolina, sentí que estaba en el paraíso. Pese al mal aspecto de aquel pueblito, para mí, en aquel momento, era lo más hermoso del mundo.
El tintineo de una campanilla de aviso en el local, le hizo saber a la dependienta de que alguien entraba, la mujer subió la mirada, y cuando me miro, sus ojos se abrieron de par en par y enseguida corrió hacia donde yo estaba. Me desplomé en el suelo perdiendo todas mis fuerzas.
-¡Señorita! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¿Está bien? ¿Qué le han hecho?
-Agua...
-¿Agua? ¡Oh claro! ¡Stefan! ¡Stefan! ¡Ven aquí! –escuché el ajetreo detrás del mostrador y pronto un joven salió.
-¿Qué pasa?
-Ayúdame, ésta señorita acaba de llegar. Está mal. Llama a la policía.
-¡No! –Grité- Necesito...necesito llamar a mi esposo –Anuncié desesperada. Si llamaban a la policía podrían hacer un escándalo, Katrina se enteraría y huiría.
-Siéntate aquí –Me sentaron y yo cerré los ojos.
-Esta embarazada- susurró la mujer al chico.
Sentía como poco a poco perdía la conciencia, sus voces se hacían distantes. Lo último que tuve fuerza de decir fue
-No le digan a nadie...
********************
Desperté cuando un líquido frío pasó por mi boca. Abrí los ojos sobresaltada y miré desconcertada todo a mi alrededor.
-Tranquila, estás a salvo.
-¿Dónde estoy? –pregunté a una mujer rubia de mediana edad que me observaba.
ESTÁS LEYENDO
Mundos Adversos
Lãng mạnRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...