Capítulo 18- El dolor de la ruptura

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Especial punto de vista de Matías.

Salió de mi oficina despavorida, dejándome con el corazón en la garganta ahogándome por completo. El pasmo no salía de mi cuerpo, no había caído por completo en la realidad de lo que había sucedido ¿Habíamos terminado? Era lo único que cruzaba por mí cabeza...

-¿Se encuentra bien jefe? ¿Quiere que llame a seguridad?

-Sal de mi oficina...-anuncié con los dientes apretados. Cristina asintió con la cabeza y salió de la oficina.

Regresé al escritorio con la mejilla ardiendo y volví a mirar las fotografía ¿Cuándo había ocurrido aquello? Pero entonces, recordé el error que había hecho al acostarme con Katrina aquella vez cuando nos pasamos de copas.

Pero al tomar una de las fotos, que había quedado cubierta con otra, visualicé que ella sonreía junto a mi cuerpo inerte en la cama ¿Ella sonreía? ¿No estaba igualmente ebria? Entonces, las sospechas inundaron mi mente.

-¿Me ha drogado para hacer todo esto?

Con la ira invadiendo mi cuerpo, salí de la oficina echando humo y bajé a al estacionamiento para ir a por mí camioneta. Me monto en ella y arranco como poseído, en busca de Katrina, directo a su empresa.

Al llegar, estaciono derrapando, bajo del auto apagándolo rápidamente y camino hacia el interior.

-¡Señor Martínez!

-¿Dónde está ella? –la joven de la pequeña recepción me miró con los ojos muy abiertos.

-Señor...

-¡Dónde carajo está! –se sobre saltó y señaló asustada a la sala de reuniones de Katrina. Caminé directo al lugar me adentré sin siquiera tocar. En ella estaban alguno de sus empleados y mi "supuesta amiga" de pie, explicando algo en una diapositiva. Al verme entrar de aquella manera, abrió los ojos como platos.

-Matías.

-A tu oficina ¡Ahora! –grite sobresaltando a todos los presentes. Mi pecho subiendo y bajando con fuerza por la rapidez de mi respiración, los puños apretados a ambos lados de mi cuerpo, la cabeza a punto de explotarme del enojo y con ganas de matar al primero que se me cruce en el camino. Con todos esos sentimientos, fui hasta su oficina esperando a que llegara.

Se adentró y cerró la puerta a sus espaldas.

-¿Qué significa esto? –rugí lanzándole las fotos encima. Esta miró las imágenes mientras caían a sus pies. Abrió los ojos y luego me miró.

-Matías yo...

-¿Por qué mierda se lo has dicho? ¿Por qué? ¡Maldita sea! –cogí un objeto de porcelana que tenía en su escritorio y lo estampé con fuerza en la pared, haciéndolo estallar en mil pedazos. Katrina retrocedió temblando, mirándome con los ojos desmesuradamente abiertos.

-Matías, yo no le he enviado eso.

-¡Mentiras! ¡Malditas Mentiras! –Temblaba de impotencia- ¡Has sido tú! ¿Por qué tomaste esas fotografías?

-Yo...yo quería atesorar el momento. No podía creer que nos habíamos acostado por fin...

-¡Eres una jodida mentirosa!

-Por favor, no grites –suplicó mirando hacia la puerta tras de sus espaldas.

-¿Qué no grite? ¡Claro que voy a gritar! ¿Qué mierda es lo que pretendes? ¿Cómo te atreves a hacer algo así? ¡Se supone que eres mi amiga!

-Matías, yo solo lo hice por tu bien.

-¿Mi bien? –Alcé las cejas estupefacto por su desfachatez. Solté una carcajada sarcástica que la hizo estremecer- ¡Mi bien sería que dejaras de acosarme! ¡Yo no te quiero Katrina! Entiéndelo de una maldita vez ¡Yo amo a Rebeca!

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