Capítulo 28- Un milagro.

93 11 1
                                    


Llegué a mi apartamento temblando como una gelatina y tan blanca como una hoja. No puede ser que haya tenido el valor de hacer aquello, irrumpir de esa manera en aquella reunión y enfrentar a Samuel, y como si fuera poco, lanzar la bomba sobre Matías de mi embarazo.

Me alegra que su estupefacción me dejara tiempo para una rápida huida. Soy una cobarde total. Eso no me hacía sentir bien, pero con tantas cosas, era lo único sensato que podía hacer. Huir.

La noche anterior, el tío de Matías, Samuel aleas; Don aprovechado, llamó a mi celular sin saber cómo demonios consiguió mi número y tuvo la desfachatez de amenazar con que si salía a la luz de mi embarazo y que si se le decía a Matías, me haría daño ¿Cree que le tengo miedo? Ese hombre está loco.

Me encaminé hacia el baño y me di una larga ducha con agua caliente para relajarme. Era lo que necesitaba mis músculos tensos. Estaba al tanto de que en cualquier momento Matías interrumpiría mi paz exigiendo explicaciones, y tendría que dárselas. Él era el padre del pequeño milagro.

Los minutos pasaban y él no se aparecía, cosa que me ponía los nervios de punta ¿Qué tal que la noticia lo ha hecho enojar? ¿O ha entrado en pánico? O ¿Qué tal si no quiere hacerse cargo? Abrí los ojos contemplado la idea, no creía que fuera capaz de algo así. Podía ser duro, controlador y hasta posesivo. Pero un hombre que abandona a una criatura o la niega, no. No lo podía ver así.

Dos horas después, cuando estaba relajada, habiendo olvidado lo ocurrido, con mis neuronas entumeciéndose por la basura que estaban televisando, sonó el timbre sobresaltándome y despertándome de inmediato. Tragué grueso intentando pasar el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta, y levantándome me encaminé hacia la puerta.

Me asomé por el ojo mágico y lo vi al otro lado, con una mano reposada en la puerta y la cabeza ligeramente caída hacia adelante ¡Hasta en la dimensión circular del ojo mágico se veía guapo!

-Rebeca, abre o tiraré la puta puerta... –Dijo con voz extrañamente calmada, pero con ese tono amenazante que tanto conocía- Sé que estás observándome por el ojo mágico- ¿Cómo lo sabía? ¡Mierda! ¡Ahora era brujo! Respiré profundo un par de veces y abrí despacio.

Enderezó su cuerpo y me miró. Con sus ojos azules grandes e inexpresivos, con un brillo apenas perceptible que sólo le daba un aspecto de chico malo. Tragué nuevamente pasando saliva y me hice a un lado para que se adentrara en el apartamento.

Entró con su andar enérgico y controlado, caminando hacia la sala. Cerré la puerta sintiendo el corazón golpeando en mis cienes. La energía pesada que desprendía su cuerpo era palpable. Creo que está más que molesto.

-¿Y bien? –Pronunció en un buen Español, colocándose las manos en la cintura, allí donde estaba el cinturón de cuero que sostenía sus pantalones, aunque estaba más que segura que solo era por decoración, su ropa estaba siempre hecha a la medida- ¿Cuándo pensabas decírmelo? –Preguntó otra vez en mi idioma natal, con una muy buena pronunciación ¿Por qué hablaba en español? ¿Será porque así parecía más amenazante? Pues ¡Lo estaba logrando! 

-Bueno, a eso fui el día que te encontré con katrina –Abrió los ojos soltando una exclamación ahogada.

-¿Desde ese día lo sabías? Una semana ¿No me podías haber dicho? – Volviendo al inglés, hablaba con un tono fuerte pero que no llegaba a asustar. Se expresaba con las manos y su rostro viajando de asombro a molestia.

-No tuve la oportunidad, necesitaba pensar. Ya te lo dije...

-¿Pensar qué, Rebeca? ¡Estás embarazada! ¿Qué mierda necesitas pensar para decírmelo? O acaso...-se quedó callado alzando una ceja, ladeando su rostro. Me sonrojé y aparté la mirada- ¿No quieres a ese bebé?

Mundos AdversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora