Capítulo 4- Un beso insignificante.

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El sábado había llegado y con él la dichosa fiesta familiar en la que sería novia de mi jefe, con el cual apenas llevaba trabajando una semana ¿Pueden creerlo? ¡En qué clase de locura me estaba metiendo! No lo sabía, pero tenía mucho miedo. No quería involucrarme en ese tipo de mentiras ¿Qué tal si salía a la luz? ¿Qué tal si las personas de la empresa se enteraban? No sabía que pasaría y eso me tenía intrigada pero atemorizada.

Me alisté para ir a la casa de Anne ¡Por nada del mundo le diría la verdad! Sacaría cualquier cuento de ello, y lo que menos quería era que hiciera un chisme. Al llegar, de inmediato nos pusimos en el trabajo de mi apariencia. Uñas de manos y pies me fueron hechas. Depilación completa, de cejas y cuerpo. Exfoliante facial y crema hidratante, un baño en su bañera con sales y fragancia ¡Todo una exageración! Pero que según ella, era necesario para resaltar ese vestido.

Más tarde comenzábamos con mi peinado. Anne se destacó con un recogido con mechones sueltos ondulados, haciéndome ver elegante pero juvenil. Posteriormente el maquillaje, se destacó con un ahumado en mis ojos que los hacía lucir más grandes y con el tono café de mis pupilas más luminosas. Colocó base y compactos que desaparecieron las claras pecas que salpicaban mis pómulos y nariz. Resaltó mis cejas como se comenzaban a usar, mis pómulos con un poco de rubor y mis labios con un labial mate en color rosado piel. No quería que mi rostro se viera chillón con un color fuerte que hiciera exagerado la combinación con el vestido.

Por último la colocación del vestido. La madre de Anne que era diseñadora, le cogió dos dedos al vestido y perfeccionó con algunos detalles abrillantados que lo hicieron mucho más bonito.

Admiré el trabajo realizado con asombro parada frente al espejo. Las curvas en mi cuerpo se veían resaltadas, tanto así que no reconocía haber tenido ese cuerpo escondido. Mis pechos, que no eran tan grandes, se veían acentuados por el escote en corazón del vestido. Giré sobre mis talones para quedar de espaldas al espejo, donde visualicé el escote en V que dejaba ver toda mi piel luminosa al desnudo, hasta llegar donde los hoyuelos sobre el trasero se veían. Era ceñido hasta terminar la curva de las caderas y luego se soltaba suavemente hasta los pies. Donde posaban dos altos tacones en color negro.

Y ¿Qué decir de mi rostro y cabello? Había dado una transformación completa. Estaba, anonadada.

Me tomé un par de fotografías con el celular de Anne y el mío antes de Salir.

Al llegar a mi apartamento, retoqué el maquillaje y con los nervios a flor de piel esperé la llegada de mi jefe.

El timbre sonó quince minutos después acelerando mi pulso. Caminé despacio hasta la puerta y abrí. Allí estaba El señor. Con un traje de etiqueta echo a la medida en color negro. La camisa de vestir en blanco y la corbata roja, del mismo color que mi vestido. Sonreí al percatarme del porqué de su pregunta hace dos días.

El ogro me miró de arriba abajo sin ningún disimulo con los ojos abiertos de par en par. Reí dentro de mí orgullosa por lo que estaba causando. Cuando sus ojos dieron con los míos, percibí como trabaja grueso y se colocaba con la espalda recta.

-Estas...muy bien –halagó torpemente.

-Igual usted ¿Nos vamos?

-Sí, si, por supuesto – se hizo a un lado para que caminara frente a él. Cerré la puerta de mi apartamento a mis espaldas y caminé hasta el ascensor. Sentía su mirada clavada en mi espalda descubierta, por lo que un escalofrío recorrió mi columna por completo.

En el ascensor, el olor masculino inundó mis fosas nasales. Cerré los ojos por instinto inhalando con tranquilidad. Olía de maravilla. Lo observé por el espejo. Aún con los tacones puestos, me sacaba una cabeza completa. Tenía el cabello peinado hacia atrás, la barba rasurada y los ojos azules brillando en todo su esplendor. Él no dejaba de verme a través del espejo, poniéndome incómoda.

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