Capítulo 17- Un regreso inesperado

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Me desperté al escuchar la voz de Matías a lo lejos. Abrí los ojos y miré a mi alrededor para tratar de dar con él, pero su voz se escuchaba lejos y no estaba al alcance de mi vista. Me rodee con las sábanas blancas y me levanté para ir a por él, pero me detengo al escuchar su voz enojada, esa que tenía tiempo sin escuchar desde que llegamos de Canadá.

-¡Maldita Sea! ¡Te he dicho que no! –me sobre salté al escucharlo gritar. Asomé con cuidado mi rostro por la puerta de la habitación, encontrándomelo de espalda en la sala de la Suite, mirando por la ventana la ciudad de día, bajo sus pies. Tenía el bóxer puesto, pero el resto del cuerpo desnudo. Admiré su ancha espalda sin dejar de escuchar su discusión.

-No me interesa, no voy a responder. No tengo por qué hacerlo, hablaré con mi abogado ¿Por qué? ¡Todavía hay tiempo! Samuel...por favor, no puedes hacerme esto. De verdad, ella y yo tenemos algo serio –fruncí el ceño al escuchar lo último ¿Ella y yo?- No, bueno...sí...pero las cosas han cambiado.

Me adentré en la habitación cuando se giró, no podía permitir que me viera. Cinco minutos después, entró a la habitación con semblante duro. Me miró sentada en la cama y éste se suavizó.

-¿Qué sucede?

-Tengo que regresar.

-¿A Canadá?

-Sí –se dirigió al baño para buscar su ropa. Comenzó a vestirse rápidamente importándole poco lo arrugado de ésta.

-Pero ¿Cómo vas a regresar así? ¿No irás a la playa con nosotros?

-No Rebeca, no puedo...es algo importante.

-¿Pasó algo en la empresa?

-Sí, sólo, discúlpame con tu familia.

-¿Ni si quiera irás a por tus cosas? –respiró profundo sintiendo molestia por mis preguntas, se pasó una mano por el cabello y negó.

-Las mandaré a buscar luego.

-Pero Matías...

-Rebeca –me cortó con voz dura- Por favor, es importante.

-Está bien...-susurré dolida ¿Se iba? ¿Me dejaría sola? Me sentía triste por su repentina partida ¿Qué era lo que estaba sucediendo?

-Puedes irte cuando quieras, el pago está hasta la tarde.

Tomó mi rostro, besó mi cabeza y se marchó. Yo, quedé de piedra en medio de la habitación.

-Se ha ido...

Con el vacío y la incertidumbre en mi pecho, me duché, coloqué la ropa del día anterior y me marché del lujoso hotel. Tomé un taxi que me llevó hasta casa. Al llegar, abrí la puerta con mi llave y me adentré, todo estaba en silencio, había desorden por todos lados. Subí hasta mi habitación con el alma en el suelo, me sentía completamente deprimida ¡Se ha ido! Así, nada más. Y su despedida, totalmente frío ¿Un simple beso en la frente? Temblé temiendo que él volviera a ser el Matías de antes.

-¿Rebeca? –Me giré y observé a la abuela salir de la cocina- ¿Dónde está Matías?

-Se ha ido...

-¿Se ha ido? –exclamó sorprendida. Asentí con tristeza, sintiendo ganas de llorar.

-Sí, ha tenido un inconveniente con su empresa y se ha ido.

-Pero ¿Ha dejado sus cosas? ¿Cómo hará?

-Las mandará a buscar, eso me ha dicho...

-Ah... ¿Qué habrá pasado? –desvió su mirada con el ceño fruncido confundida. Volví a encoger mis hombros soltando un suspiro. Mi abuela volvió a mirarme- ¿Estás bien?

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