Capítulo 3 -¡Ni porque las vacas vuelen!

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-Y ¿Cómo está yendo todo? –preguntó mi querida amiga Anne observándome con su vista inquisidora mientras tomábamos el desayuno en la cafetería. Encogí mis hombros tragando el trozo de pan antes de responder.

-Estoy acostumbrándome.

-¿Así que eres ayudante del bombonaso?

-Por mala suerte –me burlé recibiendo un pellizco en el brazo. Reí y tomé de mi café apartando la mirada y recordando mi extraño sueño de anoche. Donde El señor petulante me gritaba y de pronto me regalaba chocolates y me expresaba amor ¡Amor! ¿Se imaginan? ¿Yo con un jodido que no sabe modales básicos? ¿Que se cree el dueño del mundo y que es más mandón que mis maestras en la escuela de monjas? ¡Ni porque las vacas vuelen!

-¿Qué piensas?

-En que ¿Cómo una persona puede ser tan amargada y aguafiestas? ¡Tienes que verlo! Todo el día gruñendo, con el ceño fruncido y gritándole a todos los que se tropieza en el camino ¡Un coñazo (4) es lo que le hace falta!

-A mí no me molestaría verlo todos los días ¡Aunque fuera en ese plan!

-Eres una zorra sin remedio –reí negando con la cabeza. Anne suspiró a mi lado, mirando un punto fijo soñadora.

-Yo sería feliz con un hombre así.

-Pero ¿Tú no tienes un novio?

-Lo tengo, y lo quiero. Pero le falta lo que a tu jefe, le sobra.

-¡Vaya descarada! –golpee su brazo.

-¡Auch!

-Lo tienes merecido.

*(4)Coñazo: Significa golpe para los venezolanos*

La mañana pasó rápidamente, corrí directo al trabajo. Hoy tenía puesto una falda tubo que me había prestado Anne y una camisa de mangas cortas, pero también de botones en color ciruela. Encima, y mientras estuviera en la calle, prendía de un abrigo largo en color gris plomo, a juego con la botas de tacón alto un poco más arriba de los tobillos. La falta tuvo era del mismo color. El cabello suelto cayendo por mi espalda hasta la cintura y un maquillaje suave adornando mi rostro.

Compré el almuerzo de El señor y fui directo a su oficina al llegar para entregárselo.

-Iré a almorzar con una amiga –salió el muy idiota. Dejándome con el almuerzo que había comprado para él, como lo pidió, en la mano. Sonreí con amabilidad para no pegarle tres gritos ésta vez yo o ponerle la comida de sombrero y regresé a mi oficina. Al final, terminé por devorarlo yo. Terminé con el trabajo que me quedaba y comencé a llamar a fotógrafos y directores para hacer los planes de la grabación del vídeo de Carl. También me contacté con los managers de algunas modelos por correo electrónico, explicándoles el proyecto. Tan solo esperaba las respuestas.

Escuchaba mi música cuando Matías llegó más fresco y alegre que de costumbre. Aunque sin sonreír.

-Tráeme un café fuerte.

-Enseguida.

-Ah y Rebeca...necesito un favor -¿No habrá orden directa? Me pregunte para mis adentros

-Usted dirá...

-¿Qué harás la noche del sábado? –abrí los ojos y la boca sin saber la respuesta. Matías tenía sus ojos azules clavados en mí, esperando respuesta.

-Pues no sé, quizá ver algunas películas con Lucy...-dije la respuesta más para mí, que para mi jefe.

-No es importante –dio por sentado sin siquiera saber quién era Lucy- Te buscaré en tu casa. Irás a una reunión conmigo. Te quiero elegante.

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