Capítulo 7- Un maniaco.

93 16 1
                                    

Regreso de mi almuerzo y me adentro en mi oficina sin hacer el más mínimo ruido. Matías ha estado de un humor de perros desde el día anterior y no quería causarle más enfado. Parece que todo lo que hago le molesta ¿Qué estará ocurriendo con él? La noche de su invitación al cine fue muy divertida, y qué decir de aquél beso...

¡Oh Dios! No podía expresar lo que sentí. Fue arrebatador. Estaba impresionada de haberle pedido una cosa así. Pero necesitaba descifrar si lo que había imaginado el otro día, cuando él me besó y luego lo hizo Chris, era cierto lo que me hacía sentir. Chris y yo habíamos comenzado un especie de relación informal, nos habíamos besado en un par de ocasiones, pero a decir verdad, me abrumaba no sentir nada. O por lo menos, no lo que había sentido la última vez que ¡De verdad! Besé a Matías.

Sentía miedo por lo que estaba ocurriendo, él era mi jefe y a penas teníamos pocos días de conocernos. No me gustaban ese tipo de hombres, pero por alguna extraña razón, no podía dejar de evitarlo.

-¡Rebeca! –gritó desde su oficina. Me levanté en el acto, su grito tenía que haber sido tan fuerte que lo escuché desde afuera. Cristina me miró con los ojos abiertos y yo hice una mueca de terror. Toqué la puerta y luego me adentré.

-¿Señor?

-¿Qué jodida mierda es esto? –aventó un papel al suelo mientras estaba de pie tras su escritorio, hacia mis pies. Miré las hojas de los cálculos del día de la publicidad de Carl.

-Los cálculos de la...

-¡Sé lo que es! ¡Mierda! ¡Lo has hecho mal!

-Pero, lo hice como me explico...

-¡No! ¡Lo has hecho al revés! No es por la cantidad de votos sino de visitas ¡VISITAS!

-Oh...

-¡Joder! ¡Tienes que volver a repetirlo! –manifestó gesticulando con las manos. Se inclinó hacia adelante posando ambas manos en la superficie del escritorio y dejó caer hacia adelante la cabeza respirando aceleradamente. Recogí sin hacer el más mínimo ruido, la hoja del suelo y me giré para salir de la oficina.

-Rebeca...-susurró con más tranquilidad.

-¿Sí?

-Cierra la puerta y ven aquí.

-¿Qué?

-Has lo que te digo.

-Pero...

-¡Ya! –me sobre salté e hice lo que me pedía. Caminé hasta quedar próxima a su escritorio, después de cerrar la puerta. Levantó la cabeza y me miró.

-¿Estás saliendo con él?

-¿Qué?

-Con Chris ¿Estás saliendo con él?

-¿Cuál es su problema? Sí estoy saliendo con él o no, no es asunto suyo –fruncí el ceño sin poder creer lo que me acababa de preguntar ¿Me estaba vigilando?

-Responde, por favor...

-¡Es un maniaco! ¿Me está vigilando? –Crucé los brazos a la altura de mi pecho, fulminándolo.

-No, he visto por casualidad desde acá –señala el ventanal detrás de él.

-Escuche, señor Martínez, por enésima vez, no es asunto suyo...

Me giré y salí.

Con el pulso acelerado por la situación que acababa de ocurrir, me puse en la tarea de contar los vistos computarizados y hacer las gráficas. Cuando las terminé ya entraba la noche, me acerqué a su oficina, aprovechando de su ausencia y coloqué las gráficas en su escritorio. Cuando estaba saliendo lo observé llegar muy risueño con la mujer de cabello largo y curvas exuberantes de la última vez. Al verme, borra su sonrisa y le dice algo a la castaña. Esta me mira de arriba abajo y pasa por mi lado para adentrarse en su oficina.

Mundos AdversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora