Regresamos a casa. Yo caminaba como autómata hasta su habitación mientras lo escuchaba hablar a mis espaldas por teléfono como poseso. Después de salir de la clínica, comenzó a comunicarse con sus contactos, para ver las posibilidades de que asistieran los mejores cirujanos para mi operación. También sobre pagos, y un montón de mierda que me hacían sentir una carga para él.
Me quité toda la ropa, la tiré a un lado y me adentré en el baño para meterme en la ducha con el agua caliente. Me dejé llevar, relajando mi cuerpo, mientras la temperatura del agua iba subiendo y subiendo, hasta el punto de comenzar a quemar mi cuerpo. Me dolía, me ardía, pero necesitaba esto, necesitaba sentir que seguía viva.
La piel me escocía, mientras el vapor subía desde el suelo, empañando los cristales de la ducha. Cerré mis ojos aguantando aquella sensación. Respiré profundo, todo lo que podía, mientras volvía a soltar el aíre con suavidad.
-¿Rebeca? –Llamó Matías asomándose por la puerta-¡Mierda! ¡Qué cojones haces! –Lo sentí correr hasta la ducha, abrir la puerta de sopetón y adentrar sus brazos para tomarme, apartarme del agua y cerrar el grifo- ¡Mierda! ¡Joder! ¡Te estás quemado!
Cuando el agua dejo de caer, me colocó frete a él, tomándome por los hombros y me sacudió con fuerza. Haciéndome abrir los ojos de par en par.
-¿Qué pasa contigo? –gritó ferozmente haciéndome encoger entre sus manos. Su mirada azulada, que se había tornado oscura, me estudiaba con rapidez. Mientras su rostro estaba desfigurado por la ira- ¿Te has vuelto loca?
-Yo...
-Ven, sal de ahí. Tienes la piel muy roja. Buscaré compresas...-me soltó mientras me tendía la toalla y desaparecía del baño. Me sequé sintiendo mi piel arder, luego salí de la ducha y llegué hasta la habitación. Donde Matías ya estaba tomando algunas toallitas y colocándole agua fría.
-Recuéstate –ordenó con sequedad.
-Matías, estoy bien.
-¡Recuéstate y cierra la puta boca! –vociferó haciéndome temblar. Al mirarme, cerró los ojos tomando aire, se pasó una mano por el cabello, y volvió a abrirlos, controlando su respiración alterada- Lo siento.
Comenzó a refrescar mi cuerpo con la húmeda y fría toalla, en completo silencio. Con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
-No sé qué intentas hacer –soltó con más suavidad, pero teniendo la voz aún dura- pero no lograrás nada, más que dañarte a ti misma.
-Lo siento.
-Ya...
Luego me untó la crema fría de la radio, en las zonas que el agua afectó más. Posterior a eso, me colocó una franela fina y grande de él. Suspiré con satisfacción cuando la tela fría refrescó mi cuerpo.
-Iré a preparar algo de comer...
-Matías...-lo detuve sosteniendo su mano. Ladeo su cuerpo para mirarme- Perdóname. No sé qué pasó. Solo...he perdido la noción.
Asintió, se soltó fríamente de mi agarre y se alejó.
El resto de la tarde, estuvimos distante el uno con el otro, y yo no dejaba de reprocharme internamente por ello. Cocinamos juntos, comimos y luego él se encerró en su despacho y yo en la habitación. Llamé a Mary para contarle lo que sucedería.
-¡Ay Dios mío! –lloró al otro lado de la línea. La seguí, sólo que yo lo hice en silencio para que no me escuchara- No puede estar pasándote esto, primita.
-Todo saldrá bien, ya verás.
-Hablaré con Santiago, también con mi mamá y mi papá...tenemos que ir a verte.
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Mundos Adversos
RomanceRebeca, una chica Venezolana que huye a la edad de veinte años de su país, por causa de la enfermedad de su madre, en busca de una mejora económica que la ayude a salvarla. Por desgracia, la vida le quitó a esa bella mujer que la crió, dejándola com...