Hey, you, Meagan...

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Se acercaba el fin de semana, lo que significa: fiesta loca en casa de los Way.

Como cada mes, Donald se iba de viaje por motivos de trabajo, y Clara le acompañaba para presentarse ante los socios de este.

La casa se quedaba vacía, Lauren, Gerard y Mikey siempre aprovechaban su ausencia para invitar a todos los chicos populares del instituto. Claro estaba que a los insignificantes los dejaban fuera, aunque más de una vez se han colado cuando todo el mundo estaba borracho y nadie podía darse cuenta.

Era viernes, ya habían informado a todos sus amigos, los que por supuesto se esperaban algo así, dado que los Way eran famosos por sus grandes y locas fiestas. Esos amigos avisaron a otros amigos, y así, pasando el mensaje de boca en boca, todo el instituto lo sabía, incluidos Frank y Camila, la parte baja de la pirámide social, los "parias", los rechazados...

–Me parece una estupidez.– Soltó Camila cerrando su taquilla con fuerza. Frank, quien estaba apoyado en la pared justo a su lado, se encogió de hombros desinteresadamente.

–Yo sólo te he pasado la noticia, Jamia me lo dijo ayer.– Dijo el castaño.

–Pues por si acaso se te ha pasado por esa dura cabecita tuya, no. No vamos a ir a la fiesta de esos niñatos mimados.– Camila parecía decidida con su respuesta.

–No quería ir de todos modos. No me apetece verle la cara a Gerard después de vérsela todo el maldito día en el instituto.– Frank se separó de la pared y ambos chicos comenzaron a caminar hacia su siguiente clase.

Al llegar al aula, se sentaron en sus respectivos lugares, Camila al lado de Austin, y Frank al lado de Jamia.

–Buenas Frankie.– Le saludó aquella pelinegra con una sonrisa radiante en su cara. Era la única que podía iluminar su día, la quería, aunque no de manera romántica, más bien como una hermana.

–Hola Jam.– la saludó de igual manera mientras se sentaba en su pupitre.

–¿Te has pensado lo de la fiesta?– Preguntó la chica mientras sacaba los materiales.

–¿Lo de ir a casa de los Way?– preguntó Frank, para después resoplar.– Ni de coña, lo siento... A demás, no creo ni que nos dejen entrar. Somos los mendigos, la plebe, y ellos... Son los reyes. Estamos divididos en diferentes clases sociales, y nosotros estamos en lo más bajo de la pirámide.– Le explicó el castaño.

–Pero podemos colarnos cuando todos estén más que bebidos y drogados. Hay demasiada gente y no se darán cuenta.– Le explicó ahora la pelinegra.– Frankie... Por favor...– Le suplicó con un puchero en los labios. ¿Cómo podría resistirse a esa carita?

–Agh... Está bien.– Se rindió. Jamia lo celebró dándole un abrazo que casi le saca las tripas.

–Gracias, gracias, gracias...– Le agradecía mientras le seguía espachurrando.

–De nada... No sé por qué te importa tanto ir a ese asco de fiesta con ese asco de gente...– Dijo Frank con la voz ronca. Es que Jamia era muy fuerte...

Al fin, la chica se separó, sólo porque el profesor entró al aula diciendo que había examen sorpresa.

***

Mientras, Gerard estaba en su clase. No atendía a la profesora de ciencias sociales, quien hablaba y hablaba sin parar sobre alguna guerra ocurrida años atrás, y eso no le interesaba absolutamente nada.

Dibujaba algún que otro garabato en su cuaderno, mientras pensaba en la fiesta de mañana por la noche.

La enorme lista de cosas que debía comprar esa tarde yacía olvidada en la hoja anterior de su libreta.
Sólo apuntó lo necesario: alcohol, posavasos, vasos, bolsas de basura... aunque de lo verdaderamente importante se encargaban sus amigos Patrick y Ray, la droga.
Bueno, "droga"... Nada fuerte, marihuana, unas cuantas pastillas de la felicidad y listo, ya tendría asegurado el éxito. Como en todas sus legendarias fiestas.

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