Finger trap.

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Frank salió de clases arrastrando los pies. Estaba demasiado cansado debido al examen que habían tenido, mas el kilo de deberes que llevaba para la semana que viene, mas la canción rondándole por la cabeza...

Ahora que todos se iban a sus casas, él debía quedarse para clase de música, y no es que no tuviera ganas, él amaba la música y amaba esa clase... lo que no le apetecía era lidiar con Gerard.

Bajó al sótano y entró en la clase donde ya se encontraban muchos alumnos, usando los instrumentos o simplemente escribiendo y trabajando en sus canciones. Entre ellos, Way.

Se sentó solo y dejó sus cosas en el pupitre. Podría probar a escribir algo, a ver si la inspiración venía a él...

Comenzó a tararear otra melodía muy diferente a la que tenía en mente ayer. La escribió titulándola: They Wanted Darkness, refiriéndose a todos esos idiotas que se metían con él en ese instituto.

La profesora entró en el aula al fin, poniendo orden y diciéndoles a todos que se sentaran en sus asientos.

–Chicos, queda poco para el día del micro abierto. Espero que todos ustedes tengan ya claro la canción que cantarán, y hayan compuesto sus canciones para exponerlas. Me gustaría que antes del micro, todos ensayáramos con una semana de antelación, así que a ponerse las pilas.– Dijo la profesora Angy alegre.

Todos se pusieron manos a la obra, incluidos Frank y Gerard, por separado.

La profesora iba pasando por las mesas para comprobar que trabajaban y también para cerciorarse de que las canciones tenían cierto nivel.

Obviamente tenía que darse cuenta tarde o temprano de que el castaño no estaba con su pareja. Al llegar a su mesa se sentó en esta y lo miró con una ceja arqueada.

–Frank... ¿Por qué no estás sentado con Way?– Preguntó la profesora. Ahí estaba, la pregunta del millón.

–Lo siento profesora, no puedo trabajar con ese chico, es insufrible, no respeta mis ideas, no para de criticar todo lo que hago... sé que me dijo que debía aguantar, pero no puedo. ¿Por qué tengo que ser yo el que lo aguante? Encasquéteselo a otra persona.– Se quejó señalando el salón entero. Angy rodó los ojos.

–Frank, no lo entiendes... a parte de que todo el mundo está emparejado ya y es un poco tarde para cambiar, elegí que estuvierais juntos porque tenéis cosas en común aunque no lo notéis. Intento que Gerard se integre, intento arrancarle esa máscara de chico duro sin sentimientos para sacarle la ternura de cuajo. Sé que es un buen chico, sólo necesita un amigo de verdad, alguien que le entienda, le apoye, le cante... y tú eres el indicado, Frank, lo noté en cuanto te vi, eres tierno y humilde... eres ideal, sois como el yin y el yang, diferentes pero iguales. Por favor, sólo dale una oportunidad...– Le suplicó.

–Pero... Ya le he dado muchas oportunidades. No consiente en trabajar conmigo, siempre es contra mí. Me odia. A demás, no me ha dado ni una idea, ni una, ¿Sabe lo que es trabajar sin que te ayude tu compañero? Se burla de mí a la mínima y critica todo lo que hago.– Repitió. La profesora suspiró y miró a Gerard.

–Tengo una idea, ven.– Angy le agarró del brazo, haciendo que Frank se levantase del pupitre confundido.

Lo sentó al lado del pelinegro, quién se había quedado con la misma cara de confusión.

La profesora se sentó encima del pupitre y sacó un trozo de plástico del bolsillo.

–Esto, queridos, es un atrapa-dedos.– Les explicó enseñándoles el trozo de papel. Ambos chicos se miraron confundidos.– Mucha gente lo ve como un juguete, y eso es, pero también es una buena metáfora.– Explicó la profesora. Posteriormente, les congió una mano a cada uno de los chicos y puso el cilindro de papel en sus dedos índices. Ahora estaban unidos por un trozo de papel.

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