Music in exchange of...

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Gerard despertó con una hoja pegada a la cara. Había dormido en el escritorio de su habitación, todo estaba a oscuras y el café que se había bebido por la noche no le hizo efecto.
Tenía un fuerte dolor de espalda y de cuello, y unas enormes ojeras debajo de sus orbes esmeraldas.

Se levantó como pudo y se estiró, sintiendo el dolor el sus lumbares.
Se quejó un poco y caminó hasta la ducha. A lo mejor el agua caliente le aliviaba un poco el dolor.

Dejó que las gotas de agua se fundieran con su piel desnuda. Le relajaba los músculos y le disminuía el dolor de espalda.

Sin embargo, por las mañanas siempre estaba algo... "contento" y su mini-Gee no bajaba a menos que lo calmara con caricias.

Comenzó con la faena para acabar antes de llegar tarde al instituto.

***

Frank se vistió y bajó las escaleras para ver si quedaba algo para desayunar.

Por desgracia, se había levantado un poco más tarde que los demás y se había quedado sin nada.

Salió por la puerta, directo al instituto y sin haber comido nada. Lo que se dice empezar el día con energía.

***

Camila ya estaba en la puerta del edificio. Era muy puntual, quizás demasiado. Se había sentado a estudiar como buena alumna, aunque a veces se distraía viendo a la gente llegar en sus cochazos.

Aunque vio a cierta pelinegra que tenía que venir andando desde hace una semana. Rió por lo bajo al verla pasar sudando y un poco agitada.

–¿Y tú de qué te ríes?– Le preguntó Lauren que, al parecer, la había oído.

–¿Yo?– Preguntó Camila señalándose.– De tus desgracias.– Contestó con una sonrisa.

–Tú no aprendes, ¿no?– La pelinegra se giró y se plantó en frente de la morena.

–Claro que aprendo, es lo que me diferencia de las personas como tú.– Se burló la chica. Le encantaba chinchar a Lauren, le resultaba divertido ver cómo se rebanaba los sesos para contestarle.

–Tú... Tú... ¡Agh!– Gritó molesta, haciendo reír a la morena.

–¿Qué pasa? ¿Acaso no te acuerdas de mi nombre?– Le preguntó levantándose para quedar a su altura, aunque Lauren era un poco más alta.

–¿Cómo olvidar tu nombre?– Le preguntó sonriendo mirándole a los ojos.– Si eres la chacha.– Terminó de decir quitando la sonrisa.– Camil, ¿cierto?– Preguntó.

–CamilA.– La corrigió con cara de pocos amigos.

–Ah sí, Camila. Pues lo mismo es.– Rió la pelinegra.

–Bueno, yo voy a entrar a clases ya.– Camila pasó por su lado deseando pegarle una paliza.

–Oye espera.– La llamó la pelinegra. Ella se paró y la miró con una ceja arqueada.– Este finde vamos a ir todos a un bar...

–¿Me estás invitando a salir? Ew, ¿Acaso eres bollera?– Preguntó Camila con cara de asco. La pelinegra la miró confundida.

–Em... no. Te iba a decir que te libras de limpiar el sábado. Yo contigo no iría a ningún lado, y menos ahora que sé que eres homófoba.– La miró con cara de asco y se fue por su camino.

Camila se quedó plantada en el sitio, pensando en lo que había dicho mal... a ella le habían enseñado así, los chicos con las chicas y las chicas con los chicos. No era su culpa, era culpa de la educación que le dio la señora Growngry y sus historias de su época.

Sin embargo, a Lauren le molestó demasiado el comentario de la morena. Camila era una homófoba de mierda, ¿Quién lo diría? Con lo buena persona que se ve.

***

Frank vio que tenía tiempo, así que se pasó por la tienda de música que había a unas manzanas del instituto.

Su viejo amigo Matt trabajaba ahí. Ese mismo chico era el que le enseñó a tocar y a muchas más cosas.

Frank no era gay, tampoco hetero... no quería etiquetas, sólo le gustaba la personalidad de las personas y a veces llegaban a más.

Pero con Matt era diferente, no le gustaba, sólo era un conocido al que le debía favores después de las clases de guitarra.

Obviamente, nadie sabía aquello, porque ¿qué pensaría la gente si se enteraran de que intercambiaba favores sexuales por unas míseras clases de guitarra? Ni siquiera Camila, o Pete, o Bob lo sabían...

–Hola Matt.– Saludó entrando a la tienda. El moreno chico se asomó por el mostrador y sonrió extensamente.

–¡Frankie!– Gritó Matt alegre. Saltó el mostrador y corrió a abrazar al castaño.

–Bueno, bueno... sólo venía a saludar...– Se separó sonriente y le revolvió el pelo al moreno.

–Sí claro, tú quieres otra clase de guitarra.– Matt le guiñó un ojo.

–No, en realidad... necesito ayuda con una canción.– Terminó de decir.

–¿Una canción?– Preguntó extrañado el chico.

–Sí, una canción. Tengo que actuar solo en el micro abierto de mi instituto y tengo que componer una buena canción que exprese lo que siento. Pero no sé qué siento, y mi estúpido compañero me ha dejado plantado, o bueno, yo a él porque es un capullo que no sabe estarse calladito ni trabajar en equipo.– Le explicó Frank.

–Entiendo... Bueno, claro que te ayudaré, a cambio de ya sabes qué...– Matt le agarró por la cintura y lo acercó a él.

–Sí, ya me sé tus condiciones.– El castaño resopló rodando los ojos.

–Bien, pásate por la tienda a las ocho, que es cuando cierro, así podremos... trabajar en paz, ya me entiendes.– Le volvió a guiñar un ojo. Frank asintió.

–Está bien, me tengo que ir al instituto. Nos vemos más tarde.– Se despidió con un gesto con la mano y salió de la tienda echando a correr, ya llegaba un poco tarde.

***

Gerard llegó corriendo. No le había dado tiempo ni a desayunar.

Lo bueno, es que le quedaban cinco minutos para entrar, lo malo... es que Frank también estaba en la puerta.

El castaño se había hecho un sprint desde la tienda de discos hasta la puerta del instituto, todo para encontrarse a ese idiota de Way.

–Tarde, ¿eh?– Dijo Gerard para romper el silencio incómodo que se formó entre ellos dos. Comenzaron a caminar al interior del edificio, donde ya todos se encontraban en sus clases.

–¿Y a ti qué?– Preguntó Frank sin mirarle.

Gerard rodó los ojos y decidió no hablar más. ¿Para qué? Si Frank no se veía mucho por la labor.

Cada uno se separó para ir a sus clases. Lo peor, es que se tenían que ver en clase de música.

Insignificant. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora