Jamia's house.

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Al fin, las siete de la tarde. Frank nunca había tenido tantas ganas de salir de clase de música.

Y es que Gerard era un completo y absoluto dolor de culo. No había otras palabras para describirle mejor.

Al principio todo andaba bien, por alguna razón el pelinegro se excusó para ir al baño y tardó más de diez minutos en volver. Por su aspecto (todo despeinado y camisa por fuera), parecía que había fumado algo o esnifado coca en los baños.
Pero luego, hicieron cosas por separado, como no podía hablarle, ni tocarle, ni mirarle... no podían trabajar.

Frank se olía que acabaría haciendo eso solo. Por eso escogió él su propia canción: Wonderwall, de Oasis.
No se le daba bien la guitarra acústica, pero practicaría...

Salió con Jamia, se dirigirían a la casa de esta. Camila se encargaba de cubrirle, le diría a la señora Growngry que estaba estudiando en la biblioteca.

***

Lauren llegó a casa después de haberse quedado toda la tarde en el instituto, otra vez. Cómo odiaba a la zorra de matemáticas.

Dejó su mochila en el perchero y se tiró al sofá para descansar un poco.

Se estaba a punto de quedar dormida... cuando de repente, llaman a la puerta.

Rodó los ojos y se levantó para poder abrir la puerta.

***

(Flashback)

Camila estaba estudiando en su cuarto. Como no tenía el libro de psicología, tenía que guiarse por los apuntes que ella misma había escrito.

De repente, la puerta de su habitación fue cruelmente abierta, dejando ver a la señora Growngry con cara de pocos amigos.

–Cabello, ¿dónde está Iero?– preguntó refiriéndose a Frank.

–e-él está en... la biblioteca del instituto...– mintió.

–¡mentira!– gritó.– no me mientas, necesito a ese mocoso para ganar más dinero.– le explicó. La morena la miró confundida.– necesito que limpie una casa.

–eso es explotación.– le explicó la chica.

–no te hagas la listilla, pensaba darle parte del dinero.

–¿cómo parte del dinero? ¿Como... un trabajo?– preguntó la chica interesada.

–sí, ¿por qué? ¿Te interesa?– preguntó la mujer. Camila asintió repetidas veces, tendría oportunidad para comprar otro libro.– bien, te daré la dirección de la casa. Sé responsable y como robes algo te corto las manos.– la advirtió, o más bien, la amenazó.

(Fin del flashback)

Camila se encontraba delante de una mansión enorme, demasiado grande... la señora Growngry le había explicado que una de las limpiadoras de la casa se despidió, por eso buscan a alguien responsable y cuidadoso... y habían recurrido a la señora Growngry... quien la había mandado a ella como sustituta. La pregunta era, ¿por qué acudieron a la señora Growngry?

Aunque ya era tarde para preguntas... había llamado a la puerta.

***

Lauren abrió la puerta, encontrándose con la morena a la que había destrozado los libros. Rió al recordarlo, fue buenísimo verle la cara.

–¿q-qué haces tú aquí?– preguntó Camila al verle la cara a Lauren.

–esta es mi casa. ¿Qué haces tú aquí?– preguntó la pelinegra con aires de superioridad. La morena bajó la mirada hacia el suelo.

–soy... la nueva limpiadora. Vengo como sustituta de la señora Growngry.– explicó, escuchando las risas de Lauren.

–la limpiadora.– rió la pelinegra.– cómo no, pase usted.– se burló mientras se hacía a un lado para dejarla pasar.– supongo que está bien preparada...

–por supuesto, tengo experiencia.– respondió, lo más formal que pudo.

–eso ya lo sabía, tenías cara de limpiadora... si no, ¿cómo diablos te ibas a pagar una escuela tan cara?– rió de nuevo. Esa risa le provocaba dolor de estómago.– me refería... espero que estés bien preparada para aguantarme, porque soy muy exigente y si algo sale mal, ten por seguro que haré que te despidan.– la amenazó.

–¿por dónde empiezo, señorita Way?– preguntó ignorando su amenaza. Lauren sonrió con maldad, esto sería divertido...

***

En la casa de Jamia, todo parecía ir bien. Ambos chicos estaban en silencio, trabajando en lo que debían para poder aprobar.

–no me parece bien que pongan trabajos de matemáticas.– dijo Frank rompiendo el silencio. Jamia rió.

–ya bueno, es horrible resolver ecuaciones... pero tengo que aprobar sí o sí.

–lo sé, lo sé...– rió Frank.– yo me esperaba otra cosa... ya sabes, casa a solas, tú y yo...– movía las cejas de arriba a abajo, claro está, estaba de broma. La pelinegra se carcajeó.

–contigo no, bicho.– le dijo tirándole una goma de borrar.

–oh, gracias, yo también te quiero.– dijo Frank sarcásticamente.

–¡me estás distrayendo!– se quejó Jamia, sin poder ocultar su sonrisa.

–vale, vale. Concentración.– Frank hundió la cara en el libro de problemas.– no puedo hacerlo.– se rindió a los tres segundos. Jamia volvió a reír.

–descansemos si eso quieres.– esas palabras fueron música para los oídos del castaño, quien no dudó en tirar la libreta a la mesa y recostarse en la silla de escritorio tan cómoda que tenía su amiga.

–¿qué te ha parecido la clase de música?– preguntó para olvidarse de los problemas (literalmente, problemas de matemáticas).

–es interesante, me apuntaría si no fuera porque mi padre cree que es una pérdida de tiempo. Jamás me lo permitiría.– confesó la pelinegra.– aunque luego le hablo del club de ciencias y se hincha a decirme que me apunte.

–¿por qué no lo haces?– preguntó Frank.– al club de ciencias, digo...

–no sé, no me gusta diseccionar ranas ni nada de eso... a demás ya tengo suficiente con tener ciencias por la mañana.– explicó.

–pero podríamos comer juntos, y salir del instituto juntos.– dijo Frank, haciendo pensar a la chica.

–eso no es mala idea... me lo tengo que plantear bien...– murmuró.

–Estaría genial, porque estoy algo nervioso al salir desde que tengo que estar cerca de Way.– confesó el castaño.

–vamos Frank, que no te va a asesinar...– bromeó Jamia. Aunque no parecía muy segura.

–ese no puede conmigo. Lo que me preocupa es... que me siga o algo así hasta mi casa y descubra dónde vivo...– ni siquiera él sabía qué coño estaba diciendo. Quizás no quería darle mal impresión al pelinegro... pero, ¿por qué?

–nah, no digas tonterías. Ese no se acerca a gente como nosotros, no se interesa en lo más mínimo, a no ser que sea para burlarse de ti. Es tan egocéntrico que no se va a fijar en nadie más que en sí mismo.– explicó Jamia, tranquilizándolo.

–¿seguro?– preguntó Frank tragando saliva.

–seguro. Ahora, vamos al lío otra vez.– Jamia volvió a coger el cuaderno y el libro.

Frank resopló e hizo lo mismo, tenían que acabar antes de las nueve de la noche.

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