25. Compañeros de vida

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El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y la voluntad.
(Giovanni Papini)


Nunca un castigo fue tan bien recibido. Era, tal vez, el destino haciendo de las suyas... Aunque nunca he creído del todo en el destino, creo que si fuera real, hicieras lo que hicieras, pasarían ciertas cosas. Por ejemplo, si mi destino es estar con Magnus, incluso si soy idiota, tarde o temprano, lo iba a estar...

Pero me parece más acertado eso de ir construyendo, día a día, acción tras acción, errores o aciertos, nuestro destino. De manera que no, para mí no está escrito.

Y aun así, disfrutamos muy buenos meses de "castigo". Tuvimos que asistir al curso de poesía incluso en vacaciones...probablemente éramos los únicos que no se quejaban de pasar sus vacaciones en Letras.



"2013, mayo/junio:

—Magnus, ¿cómo se te ocurre...? —no pude ni terminar la pregunta cuando el profesor ya me estaba viendo mal. Así que pase el resto de la primera clase de Poesía en silencio.

Tratando de verdad de poner atención, pero haberme sentado al lado de Magnus y sentir su mano en mi rodilla no ayudaba en nada.

No creo que el contacto físico sea un detonante a la locura, no a menos que esa persona te provoque más que atracción, pero es que Magnus a mí... ¡me provocaba todo! Todo y me volvía loco... Me olvidaba de todo, lo correcto, las normas, el orgullo, el tiempo...

En Guanajuato olvidamos el tiempo. Debíamos volver a las nueve de la noche al autobús y se nos hizo tarde...

En las vacaciones me olvidé de las normas y la falsa moral que aún en el siglo XXI existe. Nuestras familias se fueron de vacaciones sin nosotros, ya que yo estaba castigado en aquel curso y Magnus lo tomaba por decisión propia.

Y... ¿vivimos juntos? No exactamente, pero sí pasé varios días y noches de nuestras vacaciones en su casa...sin importarnos el qué dirán de los vecinos. Porque no era una relación pasional, era amor, querer pasar tu tiempo entero con alguien, no separarte nunca, tal vez éramos amantes...pero amantes de verdad, derivado del amor, no amantes furtivos de una noche, de cama y luego adiós.

Pasamos esa semana en clases juntos por la tarde, y de verdad nunca en mi vida he amado tanto la poesía. Incluso cuando el maestro hablaba de Sor Juana y su poesía mística y yo no entendía nada, pero miraba a mi lado y Magnus me sonreía. Y el mundo brillaba más que un segundo antes y yo me creía capaz de aguantar la obsesión del maestro por lo místico toda una vida...si Magnus estaba a mi lado.

En una ocasión estaba perdido, concentrado de verdad en la clase, era una competencia de sonetos. Y a mí siempre me ha gustado escribir, así que estaba disfrutando, cuando lo sentí.

Su mano, aferrando una goma entre sus índice y pulgar, dibujando círculos en una de mis piernas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero y sentí que iba a morir en plena clase. En lugar de eso, me limité a escribir, concentrado en las sensaciones que él me estaba provocando, y recordando aquella noche en Pátzcuaro...

Mi soneto quedó en segundo lugar, un cliché: "Elévame con un beso".

El fin de semana anterior al viaje, no pudimos vernos. Así que recurrimos a lo de siempre: las noches en Facebook. Amor con letras, amor entre pantallas...

Y sucedió sin darnos cuenta. Fuimos cursis, sin querer:

‹‹Alexander››

‹‹Magnus››. Y yo tenía una sonrisa boba de este lado del monitor.

‹‹Dime algo de ti...una verdad, mi amor››

No es que fuera la primera vez, pero ese "mi amor" fue tan espontáneo, me parece que ni notó que lo escribió, y el amor era eso: entregarnos sin darnos cuenta.

Sentía que mi cara iba a partirse y dolía por la enorme sonrisa. Y, si antes lo dudaba, ahí lo confirmé: amaba a Magnus Bane y nunca dejaría de hacerlo. No volvería a sentir algo así por nadie que no fuera él. Tenía ya mi corazón y así sería hasta mi último latido.

‹‹¿Mi mayor secreto?››

‹‹Claro››

‹‹Te amo››. Siempre agradecía tener la pantalla de por medio en momentos así, de sinceridad. Esa noche no, esa noche hubiera querido tenerlo en frente y comérmelo a besos. Esa noche no era yo...

Esa noche quería ser suyo. Suyo nada más. Y confirmar que él era mío.

Tal vez estábamos conectados, o perdidamente enamorados, su respuesta, un "También te amo", me llegó de su voz:

‹‹Video llamada de Magnus Bane››

Aceptar.

Rechazar.

Acepté, por supuesto, con una sonrisa idiota que él me regresó. Y esa noche nos amamos, en la distancia, con palabras, con miradas, con verdades...

El lunes, en la madrugada, una fría madrugada, estábamos ya listos y sonrientes en Letras, esperando el autobús que nos llevaría a Guanajuato.

Magnus se arrodilló frente a mí, y yo no sabía si irme, reír o morir de vergüenza. Todos, incluso el maestro, nos miraban.

Tomó mi mano y yo sentí que ya flotaba en una nube. —Alexander Gideon Lightwood Trueblood... ¿serías mi...

Mi respiración se había detenido.

—...compañero de viaje...

Una carcajada extraña se me escapó cuando lo jalé hacia mí. —Idiota.

—...desde hoy, comenzando en este autobús, y para toda la vida? —susurró lo último contra mi piel, erizándola, y acelerando mi corazón."



Siempre sería un "Sí" para él. Y lo supo, es lo único de lo que no me arrepiento. Supo que fui, y sería, siempre suyo.

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora