16. Celos y apuestas

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Y es que empiezo a pensar que el amor verdadero es tan sólo el primero. Y es que empiezo a sospechar que los demás son sólo para olvidar.
("Rosas", La oreja de Van Gogh)


Dicen que "No se puede extrañar lo desconocido", y ese era precisamente el problema, que el amor ya no era desconocido para mí, no desde que Magnus había llegado a mi vida a inundarla de brillo y felicidad, de mariposas en el estómago, de sonrojos y frases torpes.

Ahora yo sabía lo que era sentirse querido, comprendido, importante para alguien más, y Magnus era mi "alguien", siempre lo fue y lo ha sido. A pesar de todo lo ocurrido en estos años, de las idas y venidas, de tantos hola y adiós, siempre lo será.

Y, por eso, porque ya lo había tenido y lo perdí, es que esos malditos meses viéndolos con alguien más fueron una maldita doble tortura.



"2013, febrero:

Hay una canción que dice que "El amor verdadero es tan sólo el primero y los demás son sólo para olvidar" , como aquello de que después del primero buscamos alguien que nos haga sentir lo mismo, a alguien como esa persona, con sus mismas cualidades.

Con Magnus y conmigo eso no aplicaba. Yo nunca busqué a nadie más, nunca, ni cuando me moría en soledad durante nuestras separaciones; él, en cambio, en aquel inicio de semestre, salió con alguien completamente diferente a mí. No es que yo hubiera sido su primero, claro, pero ¿era muy tonto pensar que sí fui el primero que le hizo sentir amor de verdad, de ese que te hace temblar las piernas con cada beso, que te hace querer hablar y mirar siempre a la persona para asegurarte de que sigue ahí?

Soy un miedoso e inseguro. Él fue mi primero en ambos sentidos, pero yo nunca me he atrevido a preguntarle si yo lo fui para él en alguno al menos.

En fin, que Magnus no buscó a alguien como yo. Sí, claro, teníamos intereses comunes como la literatura, eso era más que obvio. Pero fuera de eso, nada. Yo era alguien introvertido, pálido, ojos azules, más bien alguien simple y aburrido. Imasu era... Él era guapo, tenía unos hermosos y risueños ojos oscuros, su enredado cabello negro era tal vez lo más cercano a mí en él, lo único. Él era como Magnus, de esos que nada más dan un paso dentro de una habitación y llaman la atención, era extrovertido, amiguero, parlanchín.

Y era horrible. Era horrible escuchar su voz molesta. Era horrible verlos juntos, sonriendo, riendo, felices, él se veía muy enamorado. Magnus...no sé, yo lo veía incomodo; cuando nuestras miradas chocaban accidentalmente, él siempre apartaba muy rápido la suya y la volvía hacia su celoso novio.

Porque era celoso. Pero no eran celos inseguros como los míos. Eran celos posesivos. De esos que te hacen preguntarte cómo su pareja los aguanta, ¿por qué Magnus los aguantaba?

En una ocasión, estaba en el patio de Letras con Arturo y otro compañero preparando las diapositivas para una exposición. Paralela a la mesa en la que nos encontrábamos nosotros, había otra donde los de último año vendían libros para recaudar fondos para ir a un congreso fuera de la ciudad... Yo estaba un poco triste y de mal humor, por obvias razones, y Arturo trataba de animarme diciendo tonterías como "Deberíamos adornar con animalitos tus diapositivas para darles vida", yo le contestaba únicamente con miradas de incredulidad. ¿Era en serio? ¿Animalitos para una exposición en la universidad? Entonces sucedió, se escuchó esa voz bastante conocida e irritante:

—¡Pues si le molesta que se vaya él, no tenemos por qué irnos nosotros!

No podía ser, cerré los ojos repitiéndome "No voltees, Alec, no voltees". Oh, pero claro, tenía al joven discreto al lado, Arturo me codeó en las costillas y con una risita me dijo: —¿Ves lo que provocas, levanta pasiones y celos? Hay problemas en el paraíso por tu culpa.

Yo solté algo entre un bufido y un gruñido molesto. —Cállate. Eso OBVIAMENTE no es por mí.

—Por las miradas asesinas que él te echa, yo diría que sí.

Gracias, Arturo. Adiós a mis intentos de no mirar. Volteé y, en efecto, Imasu me mataba con la mirada, mientras que Magnus le hablaba en voz baja intentando controlarlo, evitando completamente que sus ojos verde dorado chocaran con los míos.

No pude evitar reírme y no sé por qué. No era correcto. Yo debía estar feliz de que él tuviera una relación sólida y no alegrarme si tenía problemas con su pareja, ¿verdad?

Y esa, mi risa, fue la gota que derramó el vaso de este joven celoso. Después de gritarle a Magnus un "¡VES!" se fue a grandes y molestas zancadas. Magnus me dio una mirada que no supe descifrar antes de suspirar e ir tras él, aunque a pasos lentos, sin prisas. ¿No deberías correr, Magnus?, pensé. Después de todo, su pareja se había ido enojada.

Arturo me veía divertido. —Sabes que eso no va a funcionar, ¿cierto?

—No sé de qué hablas...

—Oh, sí, sí lo sabes. Cuando hay celos, las relaciones no funcionan. Y si éstos son provocados por ti, es porque este tipo sabe que tú mueves algo en Magnus...todavía.

—No lo creo.

—¿Cuánto apuestas a que antes de tu cumpleaños él te busca?

—No haré más apuestas contigo.

—¡Cobarde! ¿Cuánto?

—Arturo es obvio que no le intereso. Él se ve feliz con este chico de último año...

—¿Cuánto? ¿Cinco libros?

—¡Cinco! ¡Tú estás loco!

—Si estás tan seguro de ganar...

—¿Tres?

—Ya no estás tan seguro —dijo, con burla.

—Tres y ya.

—Trato. Tres libros a que, en menos de dos meses, Magnus vuelve a suplicarte perdón."




Si quieren un consejo. Nunca apuesten y menos libros. Esos tres libros pudieron haber sido míos, pero mi segundo nombre es mala suerte... ¿O buena?

¿Fue buena o mala suerte perder esa apuesta?

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora