28. Labios rotos

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Es raro el amor que se te aparece cuando menos piensas.
("Labios rotos", Zoé)




Así como hay canciones, frases, poemas, películas, novelas que son importantes por a quién te recuerdan, también hay lugares que, estando físicamente ahí o en la memoria, se convierten en personas.

Yo no puedo ir al lugar de nuestro primer beso, o a esos Museos, esa Universidad, a Letras, a la heladería aquella, a aquel bar, y definitivamente no al Callejón del beso, sin recordar a Magnus, sin verme con él en los recuerdos...

Si hay canciones de pareja, hay también lugares. Guanajuato fue el nuestro.



"2013, mayo/junio:

Después de infinidad de sonrisas, y besos con sabor "pasión prohibida" –helado que nunca volví ni volveré a probar, no sin él–, seguimos nuestro camino con rumbo desconocido...

—¿A dónde vamos? —preguntamos, a la vez, cuando ya estábamos perdidos entre las callejuelas de la ciudad.

Y no pudimos evitar reír, al darnos cuenta de lo surrealista de todo ese momento. De toda nuestra historia. De ese viaje. De nosotros, perdidos en un viaje escolar, que inició como un castigo, tomados de la mano, recorriendo calles por las que nunca habíamos pasado y tal vez nunca volveríamos...

—Vamos a preguntar cómo llegar al museo, de ahí ya sabremos volver.

Eso parecía una buena idea. Caminamos hasta llegar a una tienda de dulces típicos del lugar, yo aproveché para comprar, ya que estamos ahí, mientras Magnus, que era bueno tratando con la gente, preguntaba.

Me acerqué cuando lo estaba haciendo. Desgraciada, o afortunadamente, hubo una confusión. Apenas él había dicho "Disculpe, ¿me podría decir cómo llegar a...?", cuando la mujer lo interrumpió y dijo, de mala gana: —El Callejón del beso está a quince o diez minutos si siguen derecho...

Y un "Son $200" para mí y mis montones de dulces.

Magnus y yo compartimos una mirada y decidimos pagar e irnos y preguntar a alguien más. Pero, al salir, me di cuenta de lo que la señora había querido decir: ¡Estábamos en Guanajuato! ¡Guanajuato era igual al callejón del beso! La leyenda, el beso, la tradición...

—¡Espera! —le grité, haciendo que varias personas voltearan a vernos, cuando iba a preguntar a alguien más—, ya sé de qué hablaba, El callejón del beso... ¡no sabía que estábamos cerca! ¿Podemos ir?

No podía creer que le estuviera pidiendo eso. Yo, Alexander Lightwood, pidiendo ir a un lugar donde todos se besaban frente a otras personas...

...porque el callejón nunca estaba solo. Y ese día no era la excepción.

No podía creer que estaba ahí. Estábamos ahí. A unos metros del callejón...a minutos de darnos uno de esos besos que se quedarían grabados para siempre en mi memoria, mis labios, mi alma y mi corazón.

Nos miramos una sola vez, antes de avanzar de la mano, y detenernos en el tercer escalón, como la tradición decía. No hubo más contacto que nuestras manos entrelazadas y nuestros labios uniéndose, no nos acercamos más que por instinto, nuestros cuerpos llamándose sin necesidad de acercarnos con nuestras manos...

Definitivamente había magia. Magia de amor, de besos, en ese lugar, y se sentía, al tocar los labios del otro y notar toda tu piel erizarse, pequeñas corrientes eléctricas recorriéndote...

Después de separarnos, sonrojados, con los corazones acelerados, habíamos dejado el lugar, entre risas nerviosas, de mi parte, pero felices. Plenas.

Con ese beso, en silencio, pedí un "Para siempre", que, más tarde, en aquel bar, llenos de alcohol, prometimos en voz alta.

Encontramos el lugar por casualidad, para no perdernos habíamos decidido ir todo el rato por la avenida principal y fue así que llegamos a la zona de música y alcohol.

Cuando pasamos frente a ese local, pintado de rojo, es lo único que recuerdo, nos dieron un volante. Decía algo como "Enamórate en vivo", haciendo promoción a la banda que ahí tocaba ese día.

No sé qué fue lo que nos hizo decidirnos, pero entramos. Subimos al segundo piso, olía a alcohol pero no era desagradable, las luces de neón hacían todo muy colorido. Era, definitivamente, un lugar para todos los sentidos. La banda tocaba muy bien.

Nos sentamos en una mesa, frente a los músicos. Pedimos un par de XX lager y nos quedamos escuchando, hasta que empezó una canción que hizo que Magnus me jaloneara y suplicara "¡Vamos a bailar! ¡Sólo una!", para cuando no pude más con sus ojos de cachorro la canción había cambiado. "Labios rotos":

Regálame tu corazón y déjame entrar a ese lugar, donde nacen las flores, donde nace el amor...

Mientras todos bailaban y cantaban, él y yo nos limitamos a mirarnos en silencio.

Entrégame tus labios rotos, los quiero besar, los quiero curar, los voy a cuidar con todo mi amor...

Nos sonreímos antes de acercarnos y unir nuestros labios... —Te amo —dijimos al unísono, antes del beso y del coro de la canción.

Es raro el amor... Oh oh... Y se aparece cuando menos piensas..."





Somos el claro ejemplo de que sí, es raro el amor. Y no sólo hubo labios rotos entre nosotros...

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora