32. Primer día...

1.1K 208 89
                                    

Dos cuerpos frente a frente
Son a veces raíces
En las noches enlazadas.
("Dos cuerpos", Octavio Paz)



Dicen que cuando hay amor no importa nada más... Eso es mentira.

Las canciones, y las frases hechas, hablan de que no importa lo que la gente piensa o diga. Podemos fingir indiferencia, pero todos sabemos que, aunque sea muy en el fondo, siempre importa un poco...

La diferencia, y lo que es verdad, es que cuando estás enamorado a veces no escuchas lo que dicen, finges no escucharlo, o te sientes lo suficientemente valiente para ignorarlo todo.



"2013, julio/agosto:

Si quería pasar las vacaciones con él...

¿Quería? ¡Más que nada en el mundo!

Pero... ¿podía? ¿Qué iba a decir la gente? Sus vecinos. Mis vecinos cuando no estuviera... Nuestros compañeros, o amigos... ¿qué iban a pensar?

No es que fuéramos unos niños, ya no lo éramos. No es que quisiera dar una buena impresión a las personas, no me importaba la impresión que daba, y yo era lo más franco que podía siempre... Pero...

—Pero... ¿qué? —me interrumpe Magnus, sacándome de mis pensamientos.

Pero...tal vez sólo buscaba un pretexto.

Miro el par de maletas que había preparado, y después a él, ese verde dorado fijo en mí...

—Si no quieres, no importa. Aún podemos pasar parte de los días, de las vacaciones, juntos...

—Es que sí quiero... —mi tono infantil, mi puchero, no pudieron más que hacernos reír.

—¿Cuál es el problema entonces? —pregunta Magnus después de un rato. Sentados uno al lado del otro, su cabeza en mi hombro, su mano sobre la mía. No entrelazadas, simplemente sobre la mía, un gesto que sin palabras era un claro "Estoy aquí".

Magnus siempre fue valiente, yo era el cobarde. —¿Qué dirán las personas? Y tu familia, mi familia, cuando se enteren.

Pensé que era ahora cuando se burlaba o hacía un comentario sarcástico. No lo hizo. Se giró hacia mí, me miró en silencio un momento, después sonrió:

—¿La verdad? —yo asentí—. No lo sé. No sé qué dirían o si estarían de acuerdo, pero ellos no están aquí ahora, tú y yo sí. A veces perdemos oportunidades por pensarlo demasiado y darle importancia a lo que los otros dirán... Pero, ¿y si fuera nuestra única oportunidad de ser felices? Ignorando al resto del mundo...

Simplemente nos miramos cuando terminó. No dijimos nada más. Apoyé mi frente en la suya. No nos besamos. No nos abrazamos. No aferré mi mano a la suya, no la moví siquiera... Nos miramos y vi ahí mi respuesta.

No era valiente, nunca lo fui, no lo soy. Pero por él, por amor, podía intentarlo. Siempre intentamos...

Me separé con un suspiro, saqué mi mano de debajo de la suya y la deslice por su mejilla antes de chocar mi rodilla con la suya y señalarle las maletas...

—Te toca.

Su sonrisa iluminó mi día, así como había iluminado mi mundo desde aquel primer día, con aquel avioncito de papel.

Recibimos malas miradas, claro. En ese momento, no sabría decir si realmente no nos importó, si él otro nos ayudaba a ser valientes, o, simplemente, habíamos decidido arriesgarnos y aceptar las consecuencias.

—Podemos tomar este día como prueba —me dijo en cuanto entramos—, si no te gusta o no te sientes cómodo, volvemos a tu casa.

—¿Volvemos? —pregunto, medio en broma, alzando mis cejas, aunque mi cara seguramente está roja—, ¿o sea que sólo nos cambiamos de casa?

Eso pareció romper la tensión inicial. Me atrajo hacia él en un beso. Las maletas de momento olvidadas.

Y fue un beso bien recibido, anhelado, deseado. Lo necesitaba. Siempre lo necesité.

Nos tiramos un rato en su sofá, uno rojo, a ver algún maratón de no recuerdo qué serie. Yo me perdía en su perfil, su piel, el batir de sus pestañas, cómo sus labios se curvaban y en las comisuras de sus ojos se creaban arruguitas perfectas cuando reía, en cómo su mano, inconscientemente, acariciaba una de mis piernas.

Sé que era inconsciente porque lo que a mí me estaba matando, a él parecía no afectarle.

Al final tuve que poner mi mano sobre la suya y detenerla, sólo así volvió a mirarme. —¿Pasa algo?

Me volteé, intentando ocultar mi rubor. —T-tengo hambre...

Me atrajo hacia él de nuevo, con su mano en mi cintura, antes de dejarme ir y acompañarme a la cocina.

Reímos. Reímos demasiado ese y los días siguientes. Fuimos, me atrevo a usar el plural, completamente felices.

No éramos grandes cocineros, pero parece que, hablando de mentiras, sí podíamos vivir de amor... O, al menos, intentarlo.

El primer problema, tal vez no es la palabra, vino cuando llegó la noche. Miré, como si fuera mi peor enemigo, aquella cama...

¿De verdad íbamos a dormir juntos?"




¿Dormimos juntos? Sí. Muchas veces. Y ahora sé que no hay nada mejor que encontrar alguien con quien dormir, sólo dormir, que no busque ni pretenda más, que te envuelva en sus brazos y sepas que eso es verdadera felicidad: encontrarlo en tus sueños y saber que al despertar, seguirá ahí. Más real que nunca.

Amor entre libros (Malec)/DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora