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La universidad no era lo que me había imaginado, pensaba que iba a ser todo flores y rosas, que tendría todo el tiempo libre del mundo, pero estaba completamente equivocada, si el la Academia me maltrataban físicamente pues todo eso era un paraíso comparado con la tortura mental que ofrecía la este lugar.

Todos y cada uno de mis profesores mandaba deberes que eran complicados y realmente elaborados, pasaba horas sentada tratando de acabarlos, pero todo me abrumaba aún más cuando pensaba en todo lo que me faltaba, eran trabajos de un tamaño descomunal y debía entregar dos como mínimo al día.

Pero tenía un consuelo no era la única que lo pasaba mal pues a la mayoría de mis compañeros se les notaban las bolsas bajo los ojos, al parecer debía haberme despedido de las horas de dormir, aun así la mayoría de las chicas a mi alrededor se conservaban realmente guapas, ni siquiera las ojeras, los ojos rojos o el cansancio les quitaba el aura de súper modelo, lo que me hacía sentir como una enana fea, y no lo decía en forma de metáfora, literalmente era pequeña en comparación con el resto.

Aun no tenía amigos, pero quien podría tener vida social con tanto trabajo, sabía que yo había cambiado en los últimos meses, antes podía reír y hacer bromas con cualquiera, podía entablar una conversación sin tener lágrimas en los ojos pero eso cambio el día en que abandone la academia, me había vuelto introvertida y tímida, tanto que incluso llegaba a fastidiarme a mí misma, era un completo desastre, en repetidas ocasiones al recordar a mis antiguos camaradas había corrido a llorar al baño.

Pero por estar metida en mis pensamientos no escuche cuando una de las chicas empezó a hablarme, fue hasta que tomo mi brazo que me di cuenta que se encontraba frente a mí, dirigiéndome la palabra.

- ¡Hola! – era una compañera de clase, tenía una gran sonrisa en su mirada.

Regresé la vista y me puse nerviosa, no tenía idea de porque ella me estaba hablando y empecé a entrar en pánico; acaso ¿me había sentado yo en su lugar?

- Hola – dije tratando de sonar natural y sin pánico, me levante para saludarla y ella me dedico una gran sonrisa.

¿Acaso todas las diseñadoras tenían que ser guapas? Porque si ese era el caso, yo estaba fuera del agua, la chica frente a mí era realmente bella, tenía el cabello largo y ondulado de color marrón rojizo (en realidad era más escarlata que marrón) era delgada, pero poseía muchas curvas y sus ojos eran una mezcla entre caramelo y verde.

- Vous vous parle français? – dijo aun con una sonrisa en su rostro, pero ahora si estaba entrando en pánico, ¡ella me estaba hablando en francés!, oficialmente esta conversación estaba siendo una de las más raras que había entablado en mi vida.

Había tomado unas clases de francés hace algunos años pero casi no recordaba nada.

- Je ne peux parler français bien. – respondí torpemente

No tenía ni buen acento, ni buena pronunciación era todo lo contrario de ella que me había hablado como si de su lengua materna se tratase; si Tobby me viera ahora estoy segura que me mataría por no recordar sus clases.

La chica frente a mi sonrió aún más, y me dedico lo que parecía una sonrisa verdadera.

- Je m'appelle Rochelle Levallois. Mis abuelos fueron de Francia – en perfecto español, pero tenía un poco de ese acento francés.

Sabía que esta era una universidad cara lo que la convertía en una de las universidades favoritas de las personas de diferentes nacionalidades.

Hace años cuando el país fue cerrado, una gran cantidad de personas habían salido del país, no a todos les hacía gracia que fuéramos "encerrados" por lo que se marcharon a los países vecinos o a otros continentes, quien sabe.

Proyecto: ValkyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora