VI: Shuuri, ¡nacimos para...!

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Yuuri.

—B-Basta, Shuuri —balbuceó agitándose debajo de mí, carcajeando—. N-No más, Shuuri. Eso no.

—Sí, eso sí —reafirmé agarrando su diminuta cintura para que no escapara como ya había querido hace unos minutos.

—¡Aaayy, Shuuri! —vociferó, estallando en risas—. Mi panza duele.

—¿Duele? Está bien, está bien, lo dejaremos para otro día —comenté con una sonrisa de oreja a oreja—. Te salvas esta mañana del monstruo de las cosquillas.

—¡Pero el monstruo de los besos puede atacarme! —exclamó divertido y levantándose para abrazarme del cuello—. ¿Me atacas, Shuuri? Quiero besitos.

—¿Te gustan mucho mis besitos? —pregunté de rodillas a él y, rodeando su cadera, lo acerqué a mí.

—Me gustas tú, Shuuri —aseguró, igual a las veces anteriores.

No le teme a comunicar sus sentimientos. Esta versión de Viktor es más abierto con sus emociones y prefiere decir lo que siente cuando lo cree necesario; una característica que el Viktor de quince años no posee.

—Cuando sea grande, tú te casarás conmigo.

—Somos hombres, Vitya, no podemos casarnos —murmuré, provocando que su semblante se entristeciera—. ¿Te lastiman mis palabras?

El timbre de la entrada resonó en el apartamento, impidiéndome escuchar su respuesta. Me reincorporé y fui corriendo a abrir la puerta, pensando que sería el señor Vladimir. Para mi sorpresa, era ella, la persona que se robó mi corazón hace un año.

—¡Yuko! —Me abalancé sobre ella, apretándola suavemente.

—¿Soy inoportuna? —cuestionó nerviosa.

—¡Por supuesto que no! —negué de inmediato y me separé, admirando su belleza—. Me alegra que estés aquí.

—¿Quién es, Shuuri? —Se interpuso en el medio, alejándome de Yuko—. ¿Por qué está en mi casa?

—Ella es Yuko, una amiga de la universidad. Vino de visita y me ayudará a cocinar una deliciosa pasta —expresé emocionado.

—No la quiero. Que se vaya, Shuuri —refunfuñó, frunciendo el entrecejo con clara molestia.

—No se irá. Ella es mi invitada y se quedará, Viktor —refuté furioso, pero sólo recibí un empujón de su parte.

—Pues quédate con ella —siseó, encaminándose hacia su habitación.

—Perdónalo, es un niño y no te conoce. Ha sufrido cambios drásticos en estas semanas y su padre se fue de viaje —dije, mostrándole el pasillo para que entrara—. Tenemos los ingredientes, así que vayamos a cocinar.

—No te preocupes. Me fascinan los niños y sé que debe extrañar a su padre —musitó con una voz que me flechaba de nuevo.

¡Dios, esta mujer es perfecta! Me enamoré de Yuko hace un año, cuando comenzamos a compartir clases. Ella es muy comprensiva, tierna y atenta. Tiene las cualidades que busco en una chica, pero no me he confesado por temor a ser rechazado.

Sé que es tonto porque si no me confieso, jamás sabré si yo también le gusto. Sin embargo, opté por permanecer en silencio, ocultando este amor que, según yo, sería pasajero. No soy tan valiente ni tan fuerte para aceptar un "no" y me angustia que alguien la robe de mi lado, pero soy un cobarde.

Ingresamos a la cocina y me encargué de sacar los ingredientes del refrigerador. Estuvimos preparando la pasta con bolas de carne rellenas de queso, el agua de sabor y el postre de frutas. En ese tiempo, Viktor no se asomó ni me habló.

—Serviré la comida —avisó Yuko—. ¿El niño comerá?

—Sí, iré a verlo —contesté, dándome la vuelta.

—Yuuri, ¿tienes novia? —interrogó, tomándome desprevenido.

—¿Novia? —repliqué y me giré—. ¿Por qué? Es decir, ¿por qué me preguntas eso?

—¿Sabes? Tú me gustas, Yuuri. Me has gustado desde que nos conocimos y, si vine hoy, es porque quería decírtelo.

—¡Shuuri se casará conmigo! —gritó Vitya, azotando la puerta a su paso—. ¡Él es mío, no tuyo!

—¡Viktor, basta! —rezongué, fulminándolo con la mirada—. Tú eres un niño de cinco y yo soy un adulto. ¿Cómo demonios piensas que yo me casaré con un niño? ¡Nunca ocurrirá, es absurdo!

—¿P-Por qué? —titubeó, agachando la cabeza—. ¿Qué tiene de malo que yo sea un niño? Papi dice que el amor es lo más bonito del mundo. Él ama a mami y yo te amo a ti. ¿Por qué no podemos estar juntos?

—El amor es bonito, pero Yuuri y tú tienen una gran diferencia de edades —explicó Yuko, intentando tranquilizar a Vitya.

—Cuando mami vuelva, ella me entenderá y tú también lo harás, Yuuri —aseveró, alzando su vista en mi dirección—. Mami me comprende.

—Viktor —murmulló Yuko, agachándose para alcanzar la altura de Vitya—, tu mami no vendrá. Ella está...

—¡Yuko! —articulé en un sonoro grito, que provocó que ambos brincaran asustados—. ¿Qué ibas a decir?

—La verdad. El niño no puede vivir una mentira, Yuuri —protestó con un gesto de desaprobación—. Cuando se entere, será tarde para discutir un tema tan delicado.

—¿Un tema delicado? —repitió y fijó su vista en mí—. ¿Por qué? ¿Qué le pasa a mami? ¿Está enferma?

—No, tu mami está en el extranjero. —Acorté la distancia que había entre los dos y lo cargué de los brazos, acunándolo contra mi cuerpo—. ¿Quieres que vayamos por un helado de chocolate?

—¿Tú y yo?

—Sí, solos —afirmé—. Yuko ya se irá.

—¿Qué? —farfulló confundida—. ¿Por qué?

—No debí haberte invitado sin saber cómo iba a reaccionar Vitya —sentencié, aunque quizá me arrepentiría—. Ahora no puedo corresponder tus sentimientos porque él necesita de mí, perdóname por eso, pero juro que te hablaré, Yuko.

—¡No, Shuuri! —objetó con ojos llorosos—. Tú te casarás conmigo.

—Sí, lo haré, Vitya —admití, suspirando con alivio y algo de tristeza—. Yuko, te acompañaremos a tu carro.

Sé que dejé ir una oportunidad muy importante con Yuko, pero este pequeño no sabe lo que sucede a su alrededor y provocarle un dolor más grande, podría ocasionar un cambio en su organismo. Tampoco es que haya elegido a Viktor por sobre Yuko porque ella me gusta como pareja y Vitya es el hijo de mi vecino.

No obstante, al ver el rostro de Vitya y notar que estaba a punto de llorar, hizo que me enojara con la chica de quien estoy enamorado. Son dos personas muy valiosas en mi vida y, quizá, he perdido la posibilidad de tener novia, pero no sería feliz si él no la acepta, aunque es estúpido porque es un niño que me olvidará.

A partir de hoy, los días serán distintos. Nosotros ¿nacimos para...?

—¡Hacer historia!

—¿Qué? —Sonreí, cautivado por su bella figura.

—Shuuri, nosotros nacimos para hacer historia —proclamó como el rey que es—. Sí, nosotros haremos historia en nuestros corazones, Shuuri.

—¿Qué leíste, Vitya? —Resoplé, grabando su frase en mi memoria. 


Nota: ¡una enorme disculpa por no haber actualizado en dos semanas, creo, si no es que fue más. Estuve ocupada y todavía no solucionaba unos problemas con el internet de mi celular. 

El viernes publicaré nuevo capítulo. Éste es una compensación uvu. 

¡Nos leemos el viernes! <3

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora