X: Viktor, soy tu niñera

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Yuuri.

Lo peor de despertar temprano no es mi pérdida de sueño, ¡es el maldito bulto de Viktor Nikiforov golpeando mi trasero!

—¡Viktor! —grité bajando de la cama a tropezones—. ¿Por qué estás durmiendo en mi recámara?

—Yuuri me dejó solo a media noche —recriminó haciendo un pucherito tierno con la boca, esa sucia boca que me había devorado con un candente beso.

Oh, dios, ¿en qué obscenidades pienso?

—¿Y por qué estás en bóxer? —pregunté resoplando—. Te dije que mientras estés en ese cuerpo de macho, no te escabullas en mis sábanas.

—Makkachin también quería acompañarte —se excusó.

—¿Sí? Pues yo no veo a Makkachin aquí —respondí cruzándome de brazos—. Ve al baño y haz el trabajito tú.

—¿Cuál trabajito? —replicó confundido.

—Te agarras el paquete y lo sacudes hasta que salga...

—¡Yuuri, no digas eso! —exclamó sonrojándose—. ¡Eres un cochino!

—Y un cerdo —asentí riendo—. En serio, tenemos una semana así y ya estoy cansado de esta situación.

—¿Yuuri está cansado de mí? —cuestionó con una voz triste, torturando a mi pobre y débil corazón.

—No, no estoy cansado de ti —negué, acercándome a él con paso lento—. Extraño al Vitya de cinco años que me abrazaba y apenas y podía alcanzar mi cintura —murmullé, atrayéndolo de los brazos para ceñirlo contra mí—. Te quiero, Viktor, y mucho, pero compréndeme un poco.

—Perdón, Yuuri —se disculpó correspondiendo mi abrazo—. Te dejaré tranquilo y no te molestaré. Lo prometo.

—Gracias.

Pensé que sería difícil hacerle entender que necesito mi espacio, pero lo aceptó sin contradecirme. Si hubiera sabido desde el principio que Viktor era tan comprensivo, no habría sufrido una semana entera durmiendo con él. Es decir, no es que lo deteste, sino que es incómodo porque ambos somos adultos.

Además, compartir un colchón con un hombre es... ¿Cómo decirlo? ¿Raro? Bueno, es raro porque él se pega a mí y me toca ahí y allá. Viktor tiene dedos largos, finos y suaves; es sumamente erótico, como si estuviéramos filmando una película porno.

-n-

Día número quince: Viktor Nikiforov sigue siendo un dios griego. ¿Cambios radicales? Sí, su personalidad tierna ha colapsado y ha adoptado un comportamiento más sensual y provocativo, casi sexy.

Giré la manija de la puerta de la entrada porque hace unos minutos el timbre había sonado, y sólo podía ser Vladimir trayéndome excelentes noticias. Por supuesto, cuando abrí para descubrir a la persona detrás, no era Vladimir con sus maletas, era un chico rubio de ojos verdes.

—¿Eres tú? —interrogó secamente—. ¿Qué me ves?

—Disculpa, ¿quién eres? —Enarqué una ceja y me puse a la defensiva—. No te robarás nada de esta casa porque me lo cobrarán y todo está evaluado en oro.

—Ah, eres el cerdo pedófilo —afirmó con una sonrisita de loco—. Vladimir me envió a hacerle análisis a su hijo —informó, empujándome sin consideración alguna—. ¿Viktor?

—¿Yurio? —lo llamó mi exniño—. ¡Yurio! —gritó al verlo y se abalanzó a sus brazos—. ¡Santos Yuuris, estás de regreso!

—Me dijeron que fuiste un estúpido descuidado —masculló, revoloteándole los cabellos a Viktor.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora