XXIX: Una nueva duda

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Viktor.

—Ngh, sí. Más, más duro.

—¿Te gusta?

—Aahhh, me encanta.

—Vitya, deja de ver porno —ordenó Shuuri, caminando hacia mí con un platón lleno de chucherías como botanas, cacahuates, chocolates y tamarindo.

—No era porno, era un vídeo con gemidos —argumenté, defendiéndome de su desconfianza—. ¿Quieres porno?

—¡No! —exclamó, sentándose a mi costado derecho con las piernas cruzadas—. ¿Película de terror o un dorama?

—Te quiero a ti debajo de mí, pero no se puede, así que un dorama. —Resoplé, bloqueando el celular de Yuuri porque el mío estaba con candado en quién sabe dónde—. Te hablas con Yuko.

—Es mi amiga —murmuró mientras se inclinaba para alcanzar el control remoto y encendía la televisión—. ¿Qué? No me digas que piensas que yo sigo enamorado de ella.

—Si lo estuvieras, no me dejarías follarte —contradije, arrebatándole el platón para colocarlo en la mesa de vidrio del centro.

—¿Y si soy un ninfómano? —inquirió sin mirarme, pues cambiaba de canal en busca de un programa que captara su atención.

—Si lo fueras, me estarías pidiendo que te jodiera duro y no reprimirías tus ganas de hacer el amor conmigo —enfaticé con una risita sarcástica. Ni siquiera parece ninfómano, es absurdo que suponga eso. Mi Shuuri era más puro que cualquier santo.

—Punto para ti —anunció muy orgulloso e intentó tomar sus botanas de la mesita, pero lo detuve antes al sostener su mano—. ¿Qué? ¿No querías...?

—Estoy frustrado —refunfuñé, haciendo un puchero con mi boca—. En serio, mi maldito pene está flácido. ¡Ya no reacciona!

—No podemos, se lo prometí a Vladimir —bufó, desviando sus hermosos ojos color avellana de los míos.

Me reincorporé para arrodillarme en el sofá y recosté a Yuuri, sin importar que él pataleara y tratara de alejarme. Sujeté sus dos brazos por encima de su cabeza y me acomodé entre sus piernas, entonces terminé por acortar la distancia y uní nuestros labios en un agradable beso. Por supuesto, mi dulce novio correspondió.

Solté el agarre para que rodeara mi cuello y comencé a deslizar las yemas de mis dedos a través de su pecho, acariciando sus pezones por sobre la camisa. En seguida, sus adorables botones rosados se endurecieron como lo estaba haciendo mi fabuloso miembro.

Consciente de que no podíamos tener sexo, rocé mi erección con la suya, que también necesitaba mimos. Yuuri se estremeció, arqueando su espalda en una perfecta curva y exhaló una bocanada de aire al concluir nuestro beso. Sabiendo que no le desagradaba, seguí frotándome contra él, creando una fricción que encendía mi vigorosidad y lujuria.

¡Detesto mi castigo!

—V—Vitya —gimió en mi oído, produciéndome un cosquilleo en la punta de mi pene—. Vitya, nh.

—Yuuri —jadeé, observando su increíble y mágica expresión.

Él estaba tan concentrado, tan maravillado con los movimientos de nuestros cuerpos. Su rostro era como un cuadro digno de colgar en una galería de arte. Expresaba cuán excitado se encontraba y cuánto lo disfrutaba. Me hacía amar aún más el sonrojo en sus mejillas, las pequeñas lágrimas que pedían salir a gritos o sus cejas enmarcando la belleza de esos ojos que me contemplaban.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora