XLIX: El despertar de la bestia

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Nota: perdonen la demora, estuve en semana de exámenes. Ahora sí, lean y disfruten...

Yuuri.

Intercambiábamos un beso apasionado en el pasillo de mi departamento cuando él agarró mis nalgas y me cargó, estampándome contra la pared detrás de nosotros. Mi espalda chocó en un ruidoso sonido, pero no fue impedimento para que nos detuviéramos, así que comencé a desabotonar los primeros botones de su gabardina.

Viktor ingresó a tropezones a mi habitación y caminó directamente a la cama, en donde me lanzó. Mi cuerpo retumbó unos segundos antes de darme cuenta de lo rápido que íbamos y quise pararme, pero la imagen de mi pervertido novio mientras se desvestía me provocó un orgasmo visual. Guapo, bello y perfecto; así es él.

Tragué saliva al contemplar su pecho desnudo y empecé un recorrido desde sus anchos hombros. Tenía un abdomen tonificado por el entrenamiento y músculos que sobresalían ligeramente sin quitarle ese aire de chico elegante. La línea de su pantalón negro me impedía continuar deleitándome, pero un bulto grande se elevaba por debajo de su prenda.

Él esbozó una sonrisa y terminó acortando la distancia que nos alejaba. Tomó mis dedos con los suyos y los condujo directamente hacia su enorme erección; hizo una ligera presión que le arrebató un suspiro y un frenético temblor me atravesó en seguida. Mi garganta estaba secándose de tan increíble espectáculo.

—Te extrañó —murmuró, soltándome para empujarme en el colchón—. Es hora de que tu hermoso prometido reafirme su amor por ti.

—S—Sí —balbuceé embelesado con su rostro tallado por los mismísimos ángeles.

Vitya se arrodilló en el suelo, se deshizo de mis prendas inferiores y sujetó mis piernas para echarlas hacia atrás; lamió mis muslos y yo tirité al sentir su lengua palpando con mi piel. Sostuve sus cabellos platinados y traté de frenarlo o hacer algo, pero él siguió explorando y esparció besos muy cerca de mi entrada. Exhaló una diminuta bocanada de aire y jadeé de inmediato. Sabía que estaba jugando conmigo.

Su lengua se movió hasta mi pene y lo engulló en su boca en su totalidad, causándome un estremecimiento. Dentro de su cavidad bucal, todo era caliente y húmedo; era una sensación que conocía, pero que había olvidado. Vitya se aprovechaba de eso y succionaba con fuerza e ímpetu, como si quisiera devorarme por completo.

De repente lo liberaba, la presión se iba, pero sus dientes rozaban mi miembro y rogaba para que no me mordiera. Entonces, sus labios apretaban mi pene y lo engullían; mi glande tocaba el interior de su mejilla y acariciaba su paladar. Las vibraciones en mí aumentaban y los gemidos se escuchaban en la recámara, además del ruido acuoso que producía cuando él chupaba.

—Y—Ya no —titubeé, intentando apartarlo con las pocas energías que residían en mí—. Basta, Viktor.

Por supuesto, no me obedeció y en su lugar metió un dedo en mi entrada. Brinqué asustado al sentirlo y respiré profundamente para calmarme, lo mejor era relajarme o dolería. Cerré los ojos, concentrándome sólo en el placer y él logró introducir otro dedo; los agitó y abrió como un par de tijeras, hasta que uno de ellos se encontró con mi próstata.

Ese punto era mi debilidad, me enloquecía. Desgarraba esa mínima esperanza de poder contenerme porque era el adulto en la relación y dejaba mi mente en blanco. Deseaba más, que fuera más profundo y me embistiera. Lo necesitaba tanto, estaba desesperado y el volumen de mi voz subía, nublándome los sentidos.

—Yuuri es demasiado lindo —articuló en un ronroneo—. Eres sincero con tus reacciones, me gustas; te amo.

Después de esa adorable confesión, me dio la vuelta y me penetró de una sola estocada. Mi cuerpo se erizó y no pude evitar eyacular en las sábanas, extasiado por haber culminado la primera vez. Vitya no iba a detenerse ahí, era consciente de que su deseo había incrementado este año y me lo cobraría en una noche.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora