XXXIX: No sin ti

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Yuuri.

—¡Mis seguidores se estrellaron!

—Sí, y lo siento por ellos, no por tu celular —siseó Vitya, dirigiendo una tenebrosa mirada hacia mi amigo—. Me largo, desayunen felizmente.

—Viktor, no seas caprichoso —sentencié, fulminándolo con mis ojos, pero incluso ese gesto no hizo que su semblante se suavizara. Estaba enojado, muy enojado.

—Si esa rata no regresa a su alcantarilla, este hombre guapo y sexy no volverá a tu cama —amenazó, emprendiendo su espectacular retirada de la cocina, mientras que yo apenas y podía hablar a causa de la sorpresa.

—¿Q—Qué dijiste? —balbuceé, persiguiendo sus apresurados pasos rumbo a la entrada del departamento.

—Oigan, aún estoy pegado, ¿no me van a ayudar? —cuestionó Phichit en un sonoro grito que, ¡perdón a los dioses!, terminé ignorando.

—¡Viktor Nikiforov! —exclamé al escuchar que abría la puerta. Iba a irse y debía detenerlo—. Por favor, espera.

—No quiero —bufó furioso, pero finalmente se paró en el pasillo exterior y se dio la media vuelta para enfrentarme.

—¿Por qué no entiendes que él y yo somos compañeros de trabajo? No me gusta y yo tampoco le gusto —informé. Necesitaba aclarar el error en el que habíamos caído por culpa de Phichit y su estúpido juego—. Confía en mí, ¿sí?

—Confío en ti, pero no en el hámster —bramó, cruzando sus brazos contra su pecho—. En verdad, confío en ti, Yuuri.

—No me llames Yuuri —refunfuñé, acercándome lentamente a él para que no se alejara de mí—. No me agrada.

—Pero es tu nombre —respondió confundido y sin retroceder ni un milímetro.

—Amo que me digas Shuuri —confesé, desarmándolo por completo. Sabía que le iba a encantar—. ¿Ya no estás molesto?

—Un poquito —ronroneó, atrapándome con sus manos—. Shuuri, eres tan lindo —murmulló mientras avecinaba su rostro al mío y saboreaba su labio inferior, algo que simplemente me fascinaba ver. Era demasiado sensual.

—Tú más —objeté, iniciando un beso en el interior de mi boca.

Su lengua entró a mi cavidad bucal y se entrelazó con la mía de una manera violenta. Nuestros dientes chocaron unos segundos, provocándome una pequeña sensación eléctrica; nada se comparaba a estos momentos, ni siquiera cuando recibí mi primer beso. Con Viktor, mis labios se derretían en los suyos y miles de emociones desconocidas brotaban en un intenso torbellino.

Él podía ser amable, tierno y honesto, sin embargo, amaba que fuera apasionado y aprehensivo. En esos instantes de lujuria y desenfreno lo sentía más entregado, porque mostraba una faceta que ni su padre conocía. Me enseñaba el Viktor que yo había descubierto; el que es mío.

—L—La escuela —tartamudeé, no queriendo dejarlo ir, pero sabiendo que no podía retenerlo.

—¿Hm? Sí —afirmó, regalándome una última caricia en mi mejilla derecha—. Bueno, primero el baño.

—No fuerces al Poderoso —murmuré, separándome de él antes de que mi instinto saliera a flote y no me permitiera soltarlo.

Mi adorado niño corrió al elevador y yo me giré para ingresar al departamento, pero el sonido de unas llaves y la puerta me interrumpió. El señor Vladimir y su esposa ahora caminaban en mi dirección luciendo felices.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora