Especial: Halloween con Shuuri y Vitya

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Aclaración: este especial no pertenece a la trama real de la historia, es sólo una idea que vagó por mi mente. 


Viktor.

Ayer, Yuuri me dijo:

—No, no me disfrazaré —negó rotundamente, como si no quisiera cambiar de opinión—. No me gusta Halloween, mi papá me asustó con una máscara cuando era niño y le temo a los monstruos y fantasmas.

—Quisiera haber visto eso, pero era un espermatozoide.

—¡Viktor! —bramó, propinándome una palmada en el brazo derecho.

—Está bien, nada de disfraces, pero pediremos dulces a los vecinos —ordené sin titubear y él sólo asintió, rindiéndose.

Hoy la situación es otra. Prometí que no habría disfraces, pero estoy en una tienda, en la sección de Halloween y no sé qué traje sería perfecto para Yuuri. Para empezar, ¿podría vestirlo de una sexy enfermera? No, yo sería el enfermero que quiere inyectarlo con mi super aguja que rehabilita y rejuvenece el cuerpo.

Quizá el hombre lobo, el diablo con cuernos hechos de pan o el fantasma, pero el fantasma es fácil. Le hago dos agujeros a una sábana blanca y le pinto una boca falsa. No, muy simple. ¡Ya sé! Lo vestiré de vampiro y me chupará el pe... No, la sangre, aunque sería genial que también me chupe el pene.

Opté por el personaje de vampiro y compré la dentadura con colmillos, una capa roja al estilo victoriano, unas prendas antiguas y una tanga con la trompa de un elefante por si mi plan funciona. Sin embargo, al llegar a casa, descubrí un error: no pensé en mi disfraz.

—Makkachin —lo llamé, suspirando por mi estupidez—. ¿Qué hago?

Mi dulce perro me miró como si dijera: ¡Eres un amo pervertido, lo tienes merecido!

—¡Lo tengo! —vociferé, saltando de alegría por mi brillante idea.

Yuuri.

Justo cuando iba regresando de clases en la tarde, escuché un grito que provenía del departamento de la familia Nikiforov. Recordé el día en que encontré al pequeño Vitya y temblé al imaginar que la escena podría repetirse.

—No, por favor —supliqué a cualquier dios que oyera mis plegarias y no me ignorara.

Giré la manija de la puerta que no tenía seguro ni llave y asomé mi cabeza, pero todo estaba oscuro, así que ingresé y traté de hallar el apagador. Entonces, al fondo del pasillo, un bulto se removió en el suelo como si se arrastrara. Mi corazón saltaba en mi pecho, queriendo largarse, pero mis pies no reaccionaban.

Makkachin ladró y me sacó de ese trance de pánico, y con mi mochila repleta de libros, caminé hacia aquel espectro deforme y lo golpeé. Un aullido resonó, seguido de un grito para que me calmara.

—¡Shuuri, soy yo!

—¿Yo? ¿Quién es yo? —cuestioné, volviendo a golpearlo con la bolsa.

—Joder, Shuuri, ¡tu novio! —aclaró, y me detuve finalmente.

Viktor se encargó de las luces y brinqué hacia atrás al verlo cubierto de papel higiénico, mismo que era sujetado con pedazos de cinta transparente.

—¿Qué demonios haces, Vitya? —interrogué, confundido por su apariencia.

—No me compré un disfraz, así que quería ser una momia y Makkachin me atacó en el baño —explicó, exhalando porque al fin se había librado de las mordidas de un canino.

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