XXIV: Fue maravilloso

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Viktor.

—¿Seguro que no quieres venir con nosotros? Creí que te gustaban las películas de terror —comentó papá en el pasillo exterior de los departamentos—. Has molestado mucho a Katsuki.

—Yuuri cocinó para mí, no le haré la grosería de irme —rezongué y giré la manija de la puerta—. Diviértanse en el cine.

—¿Cocinó para ti? —replicó en un susurro, pero no continué oyéndolo porque ingresé a la casa de Yuuri.

Corrí hacia la habitación de mi novio, quien salía del baño con el cabello húmedo, sin camisa y un pantalón de algodón. Ambos nos miramos mutuamente, sonriendo en complicidad.

—Tardaste —murmuró y comenzamos a acercarnos—. ¿Quieres cenar?

—A ti —respondí, jalándolo de la cintura para unir nuestros labios en un candente beso.

Caminé hacia adelante sin soltar a Yuuri y cuidando que no tropezáramos en el transcurso. Al chocar con la cama, él se sentó en el borde de ésta y comenzó a ocuparse de mis prendas superiores y del botón de mi pantalón de mezclilla. Se quedó callado observando mi piel y, ahorrando valor, acarició mi pecho con las yemas de sus dedos.

El tacto era gélido, me daba escalofríos y deseaba que se detuviera, pero Yuuri estaba tan concentrado. Parecía como si quisiese grabar mi imagen en su mente. Me veía de una forma seductora, esos lindos ojos color avellana me desnudaban.

—¿Qué pasa?

—Eres hermoso, Vitya —afirmó, alzando la mirada para encontrarse con la mía—. ¿Sabes que te amo?

—Sí, lo sé —asentí, esbozando una sonrisa por su increíble declaración.

Lo recosté en el colchón y me arrodillé en el suelo. Le saqué el pantalón aguado, descubriendo que no tenía bóxer y que su pene no necesita atención alguna. Quizá se había preparado en la ducha, eso me hacía feliz. No iba a arrepentirse, no hoy.

Separé sus piernas, exponiendo ese anillo rosado que me atraía y me agaché para tenerlo a mi alcance. Yuuri agarró mis cabellos en seguida y jadeó intentando detenerme, pero ignoré sus tontos esfuerzos y lamí por encima. Él se estremeció, arqueando su espalda en una curva y yo sólo sentí que debía continuar.

Mi lengua se escabulló en el interior de su sensible agujero y palpó alrededor, extendiendo poco a poco la entrada que pronto me recibiría. Estaba tan estrecho, que incluso podría ser devorado al succionarme hacia adentro. Era cálido como todo lo de Yuuri.

—Ngh, Viktor —balbuceó, queriendo juntar sus piernas contra mi cabeza—. AAhhh...

Retiré mi lengua y relamí la comisura de mis labios. Mi tierno Shuuri se relajó en esos segundos y echó un vistazo hacia mí al notar que buscaba algo en el primer cajón de la mesa de noche.

—Al fondo —indicó con una voz entrecortada.

Al fondo encontré la botella y vacié unas gotas del contenido viscoso en mi mano derecha. Regresé el bote a su lugar y saqué mi erección, misma que envolví y masajeé hasta formar una pasta blancuzca con el lubricante.

—¿Quieres que use condón? —interrogué, y Yuuri sólo me mostró una adorable mueca—. Tampoco me gustan los condones, Shuuri.

—Oye, apúrate —gruñó a pesar de que exhalaba con dificultad y que temblaba como si fuera su primera vez conmigo.

—Impaciente —canturreé, reincorporándome—. Eres un goloso.

Subí mis rodillas al colchón, coloqué mi miembro en su entrada y apresé sus manos arriba de su cabeza. Sus piernas rodearon mi cintura y empujaron mi cuerpo hacia él, así que lo embestí sin esperar a que se acostumbrara a mi tamaño.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora