Especial: 14 de febrero

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Yuuri.

La persona que amas te tiene una sorpresa.

—No puedo confiar en Vitya —murmuré y arrugué el pedazo de papel que venía dentro de una galleta de la suerte.

Hoy es catorce de febrero. Hay distintas formas de llamar a lo que se celebra: San Valentín, Día del amor y la amistad, Día de los enamorados, y yo prefiero decirle Día de desperdiciar tu dinero en chocolates y rosas. Las parejas suelen obsequiarse regalos para confirmar su amor o porque la novia se enoja si no recibe algo; bueno, esto último puede ser una historia inversa y no generalizo.

En fin, hoy es de esos días en los cuales te sientes más solo si no tienes pareja. Sales de tu casa y ves globos en forma de corazón, cajas de chocolate, ramos de rosas, descuentos en los moteles y condones. También es normal ver a los enamorados besándose en plena vía pública sin pudor alguno o chicos que son rechazados y regresan tristes.

Yo soy Yuuri Katsuki, trabajo en una empresa a tiempo completo y en las noches alimento a un íncubo, quien se hace pasar por el arcángel Gabriel, pero en realidad es Lucifer. Ahora mismo estoy enfrente de una tienda, contemplando los estantes con chocolates porque ese demonio me pedirá mi muestra de amor.

Shuuri, ¿y dónde está mi regalo?, eso me preguntará cuando llegue al departamento.

—Soy pobre —refunfuñé resignado, pero decidí entrar.

La multitud rodeaba los anaqueles como si su vida dependiera de ello y no me dejaron acercarme. Creo que recibí una patada y un agarrón de nalgas antes de poder tomar una de esas cajas coloridas. Al parecer estaban en oferta y el contenido era secreto.

—Nada malo puede sucederme, ¿verdad?

Viktor.

Me asomé a través de la abertura que quedaba en la puerta y eché un vistazo en ambos extremos. Papá no estaba y los perros dormían en la sala. Sarah y su hija se habían ido esta mañana, así que tenía el campo libre.

Corrí sin mirar atrás y sin importar que el aire me estuviera enfriando mis pelotas de oro. Azoté todo a mi paso y me sentí a salvo cuando ingresé a la casa de Shuuri, pese a que él no se encontraba porque seguía trabajando.

—Es hora de buscar las velas y preparar la cena —canturreé, esbozando una sonrisa de satisfacción.

Yuuri.

Coloqué el pasador y comencé a avanzar por el pasillo. Una luz captó mi atención en la sala, y eso indicaba que había un hermoso inquilino. En seguida dirigí mi vista hacia el comedor, pues Vitya se hallaba sentado en una de las sillas.

Primera señal: su pecho está desnudo. Segunda señal: ha cocinado. Tercera señal: su rostro es muy angelical. Conclusión: ese tipo quiere sexo.

—Shuuri, es una ocasión especial, así que he servido cereal para los dos y traje una botella de vino —anunció muy campante mientras yo me aproximaba, cuidando que nadie fuera a saltarme—. ¿Quieres postre o a mí?

—Mejor dime, ¿por qué no estás usando ropa? —cuestioné, señalando sus bonitas tetillas rosadas por el frío.

—Oh, no —negó, y empezó a levantarse. En ese momento me percaté de que sí portaba una prenda. Sí, vestía un maldito calzón blanco como un pañal ajustado—. Soy Cupido y has sido elegido por mi corazón.

—¿Cupido? —repliqué confundido.

Efectivamente, luce como Cupido. Claro, si no nos fijamos en su melena platinada que debería ser rubia y el hecho de que no es un tierno niño, sino un demonio que se alimenta del deseo sexual de este cerdito. ¡Es idéntico, ¿cómo no me di cuenta?!

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora