XLVII: El día más ansiado

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Viktor.

El rumor de que yo estaba comprometido se esparció en la academia. Los murmullos se extendieron como una pandemia y surgieron dos teorías: la primera, mi novia era una mujer mayor millonaria y viuda; la segunda, yo la mantenía con el dinero de mi padre. Lo cierto es que, todo es falso, pero no se me permitía desmentirlo. Rusia no es un país que acepte a los homosexuales.

Papá dijo que debía guardar el secreto y Misha estuvo de acuerdo con él, incluso Yuuri. Lo menos que quería en este momento es que me expulsaran del país. Y, a pesar de mi inconformidad, acaté las órdenes y callé.

Las chicas dejaron de molestarme, eso era bueno, y el tiempo continuó transcurriendo. Entonces, las estaciones cambiaron y el verano llegó. Mi cabello creció a la altura de mi cintura, y como una promesa a mí mismo de no cortarlo hasta reencontrarme con Shuuri, comencé a trenzarlo.

Misha me enseñó a peinarlo y, a veces, él se entretenía cepillándolo porque le gustaba sentir la textura suave de mi melena platinada. Si no lo espiaba o me miraba a un espejo, luego descubría que me había puesto una flor o una peineta rosada. ¡Amaba hacerme enojar con sus bromas!

En cuanto al patinaje, iba de maravilla. Lilia y Yakov se encargaban de mí, de mis programas y de los vestuarios. Ambos alistaban los preparativos de mi debut y se concentraban en perfeccionar mis saltos. Sé que estaban emocionados de presentarme al mundo como una estrella ascendente, porque sí, yo había nacido para hacer historia.

Yuuri tenía un puesto nuevo en la empresa; uno que le robaba más horas y más energía. No me agradaba la idea de tener que compartirlo, pero siempre que hablábamos, él lucía feliz y orgulloso. Se esforzaba igual que yo y eso era mi medicina diaria para dar lo mejor de mí.

—¿Ya compraste los boletos? —cuestionó Misha, ingresando al baño sin tocar antes. Una costumbre que no había podido quitarle.

—Sí —asentí y observé mi reflejo en el espejo colgado en la pared. Soy mucho más guapo que ayer—. Clase alta para los dos.

—Me encanta que tu padre te haya dado esa tarjeta —canturreó, empezando a desvestirse para tomar una ducha—. ¿No estará adoptando?

—No —negué, abriendo el grifo del lavabo—. Ya tiene un bebé, una hija adoptada y a mí. Conmigo es suficiente.

—Oh, Dios, no puedo contra tu lógica —murmuró riendo, acción que yo imité durante unos segundos.

—¿Qué hay de tu novio? ¿Por qué no le dijiste que regresas mañana? —inquirió, mientras yo limpiaba mi bello rostro con agua y una toalla—. Eres cruel al hacerlo esperar por ti, Vitenka.

—Una dulce y sensual sorpresa —susurré, esbozando una sonrisa divertida. Definitivamente seré el regalo más caro y especial que ha recibido.

—No quiero estar cuando lo veas —respondió, y me giré sólo para contemplar que él ya se había metido a la tina—. El dildo quedará olvidado contigo ahí.

—El dildo ni siquiera se comparará con lo que yo le haré a Yuuri —siseé. Misha volteó su cabeza a la izquierda y me lanzó un beso tronador; después se sumergió por completo y yo salí.

—¡Nalgón, tráeme una cerveza y botanas! —vociferó al escuchar que cerraba la puerta del baño.

—Que te jodan —refunfuñé, caminando hacia mi cama para vestirme. Hoy debía asistir a mi último entrenamiento.

—Jódeme tú, bebé.

-n-

El vuelo partió a las siete cuarenta y cinco. Misha me acompañaba como parte de unas mini vacaciones, pues según mi amigo, deseaba visitar a mi familia y a mi lindo cerdito. A diferencia de mí, él no iba a debutar, pero sí participaría en la próxima competencia de Rusia.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora