XII: Viktor, lo entendí

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Yuuri.

—¿Estás excitándote?

No recibí una respuesta de él, así que intenté voltearme, pero Viktor me sorprendió. Sus manos comenzaron a acariciar los costados de mi cuerpo con mucha suavidad, más de la que podía resistir.

—A—Alto —balbuceé desesperado por salir de su agarre—. Vitya, hazme caso.

Por supuesto, no me hizo caso y continuó palpando con la punta de sus dedos; éstos deslizándose lentamente desde mis hombros, hasta mi cintura. El recorrido se repetía, provocando que mi camisa subiera a la par de sus movimientos.

—Nh... —jadeé al sentir cómo llegaba a mi cadera y bajaba cada vez más—. N—No.

—Yuuri —susurró relamiendo mi oreja izquierda.

¡Por dios, me estoy prendiendo! Esto no puede estarme pasando a mí. Debí prevenirlo, debí encerrarme en la habitación y debí colocar una maldita alarma o algo que me avisara que estoy por perder mi virginidad con un hombre. ¡Un hombre menor!

¿Cuántos años tiene? ¿Cinco? ¿Veinte? ¿Treinta? ¡No, maldición! Viktor es un chico de quince años sin importar que el experimento modifique la velocidad de su crecimiento. Él no está preparado, yo no estoy preparado para hacer el amor. Además, ¡yo soy el pasivo! ¿No pude ser el activo?

No, claro que no, Yuuri. Tú eres el pasivo.

—Estás temblando —comentó con algo de diversión.

—¿De qué te burlas, idiota? —pregunté furioso—. Déjame en paz.

—Soy un pervertido que desea a Yuuri —afirmó orgulloso de sus palabras.

Antes de respingar, se levantó y me giró para quedar de frente a mí. Agarró el elástico de mi pantalón y lo bajó hasta mis rodillas.

—¿Qué haces? —cuestioné, aunque ya sabía qué hacía—. ¡Basta! —grité, empujándolo con mis pies en su pecho—. ¡Lárgate de mi recámara y no vuelvas!

—Yuuri —me llamó, reincorporándose de un salto—, perdón por ser impulsivo. No lo haré más.

—¿No? —repliqué frunciendo las cejas—. ¡Que te lo crea Makkachin, tu padre o tu madre! —vociferé saliendo de la cama para ir al baño.

—Mamá está muerta —murmulló.

Por esa razón yo no soy bueno al involucrarme en discusiones. Siempre digo lo que está en mi mente sin pensarlo mucho y termino lastimando a las personas, como lo acabo de hacer con él.

—Perdón, Yuuri —expresó dando la media vuelta hacia la puerta.

A partir de ese día, Viktor se alejó.

-n-

Escuché los ladridos de Makkachin en la entrada de la casa, seguidos de unos pasos. No le puse atención al imaginar que se trataba de Vitya, quien había ido a pasear a la bola de pelos. Sin embargo, Makkachin empezó a aullar a los pocos minutos. Me dirigí al pasillo y corrí al ver a Viktor tirado en el suelo.

—No se siente como yo —musitó, aliviándome al acercarme y oírlo hablar—. Estoy más... grande y desarrollado.

—¿Vitya? —interrogué confundido—. ¿Te heriste?

—Tenía un concurso, ¿no? —Se paró y me miró directo a los ojos—. ¿Por qué estás aquí? Eres el vecino, no mi mejor amigo.

—¿Cuántos años tienes?

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora