Viktor.
—Hablemos hipotéticamente, ¿podría salir con alguien mayor que yo?
Papá me miró confundido mientras masticaba el cereal de bolitas coloridas, mi favorito o el que Yuuri me compraba. Esperé unos segundos, hasta que decidió tragarse el maldito bocado.
—¿Qué tan mayor? —preguntó, colocando su tablet en la mesa—. Digamos, hipotéticamente, que tú no tratas de decirme que estás saliendo con una señora, ¿verdad?
—¿Una señora? —repliqué con sarcasmo. Una mujer porque él cree que me gustan las chicas—. No tengo novia, sólo es curiosidad.
—¿Y me dirás que un amigo tiene una novia mayor que él y por eso me estás consultando este tema? —Enarcó una ceja y volvió a atender su aguado cereal—. Bueno, te regañaría y te castigaría.
—¿Sólo eso? —Entreabrí la boca y justo cuando iba a gritar emocionado, él me interrumpió.
—Y te obligaría a finalizar esa relación —afirmó, rompiendo mi burbujita de felicidad—. Eres un niño de dieciséis años que no tiene experiencia. Es fácil que los manipulen a tu edad y los adultos somos mañosos.
—¿Sabes? Eres un padre que no juega bien su papel —declaré, levantándome de mi asiento—. Iré a jugar con Yuuri.
—Viktor —llamó—, si me entero de que estás en una relación indebida, juro que no voy a contenerme.
—No te preocupes —respondí en un bufido y corrí hacia mi habitación en busca de Makkachin.
...
—Nh —jadeó, apartándome para poder respirar grandes bocanadas de aire—. ¿Qué pasa contigo?
Lo empujé contra la pared, abrazándolo de la cintura, y recargué mi frente en su hombro izquierdo. Yuuri comenzó a acariciar mis cabellos, deslizando sus dedos a través de las hebras platinadas y no dijo más. Él sabía consolarme, me manipulaba a su antojo y yo no respingaba a nada.
—Aún faltan dos años para que cumpla dieciocho, pero es una eternidad —susurré, resoplando cerca de su cuello—. ¿Por qué tenemos que esperar? Yo te amo, jamás te dejaría.
—Lo sé —asintió, riendo bajito—. Sé que tú serías el último en dejarme, pero no quiero verte sufrir y tampoco deseo distanciarme de ti.
—¿Es por papá? —Alcé la mirada, encontrándome con sus hermosos ojos color avellana que brillaban y me observaban fijamente.
—Si Vladimir me pide que me aleje, lo haré —confesó no tan convencido de sus palabras—. Lo haría porque, de lo contrario, tú serías el más perjudicado.
—Yuuri —canturreé su lindo nombre, ése que me encendía en las noches y por el cual me masturbaba en la ducha—, eres maravilloso.
Los ladridos de Makkachin irrumpieron en el pasillo de la entrada, así que de inmediato salimos de la cocina y nos dirigimos a la sala. Ahí, sentada en uno de los sofás, estaba Eliza con el control de la televisión en la mano y un juego de llaves en la otra.
—Papi Vladi me dijo que estarías aquí, y supuse que estarían follando —murmuró, concentrada en una caricatura de animales salvajes que transmitían—. ¿Follaban en la cocina?
—¿Cómo entraste a mi casa? —interrogó un Yuuri desconcertado.
—Viky olvidó las llaves en la mesa e imaginé que una pertenecería al departamento de su novio —reveló, cruzando sus piernas para acomodarse en el esponjoso sillón—. ¿Tienen palomitas? Veamos alguna película, ¿no?
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Mi niñera
FanfictionYuuri Katsuki, un joven universitario de 22 años y Viktor Nikiforov, un adolescente de 15 años; ambos con personalidades opuestas. La vida de estos chicos se entrelaza cuando un inesperado accidente transforma a Yuuri en la niñera de un pequeño Vity...