LII: No más trucos

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Viktor.

Pasé mis brazos detrás de mi cabeza y abrí mis piernas para que El Poderoso respirara sin ser presionado por mis estorbosas prendas. ¡Perfecto! Mamá y papá me hicieron con mucho cariño, así que es normal que yo haya nacido tan dotado. Es decir, soy más hermoso que cualquier chica y estas curvas sólo las recorre mi cerdito.

—Vitya, eres un narcisista —siseé, esbozando una sonrisa traviesa—. Oh, pero eres el narcisista más sexy de la Vía Láctea.

—Bien, ¿puedes decirme por qué estás desnudo y hablando solo? —cuestionó mi novio, parado en la entrada de su habitación. Miró fijamente mi pene y ese moño rosado que lo envolvía, haciéndolo más lindo, y enarcó una ceja—. ¿Por qué tienes ese lazo en tu cosa?

—Es tu regalo, bebé —enfaticé, señalando mi miembro con la vista. Por supuesto, él suspiró y comenzó a aflojar su corbata mientras caminaba en el interior de la recámara.

—¡Eso es, hazme un striptease! El público te aclama, grandioso japonés calienta pe...

—Cierra la boca —bufó, lanzándome su fea corbata azul al cerrar la puerta. Necesitaba un nuevo guardarropa porque estaba atrasado con las tendencias de verano—. ¿Por qué no me dijiste que Vladimir compró el departamento?

—Qué agresivo —murmuré, agarrando una de las almohadas para cubrir al Poderoso que temblaba por el frío. El pobre se encogía si no obtenía el calorcito del trasero redondo y sabroso de Shuuri.

—Sí, lo soy porque estás evadiendo mi pregunta —gruñó, avanzando en mi dirección con un aura oscura a su alrededor.

—Te estás volviendo salvaje, Yuuri —murmullé, desviando mi atención de él. No es conveniente cruzar miradas, podría asesinarme. Cuando se enoja, no es bonito—. Te arrugarás como pasita si haces coraje.

—Es tu culpa, Viktor Nikiforov —mencionó casi en un tono de regaño. Entiendo, es la señal de que se pondrá fea la situación.

—¿Sabes que está comprobado científicamente que las mamás te llaman por tu nombre completo cuando están a punto de castigarte? Eres más tenebroso que ellas, ¿quién te hizo tanto daño, bondadoso ángel? —inquirí en un sutil susurro, y es por eso por lo que soy un estúpido. Aún no aprendo a controlar mis palabras—. ¿Sabes también que te amo con todo mi corazón y que sería el Jack de tu Rose?

—Ajá, síguele y te apretaré a ese pequeño bastardito que te cuelga entre las piernas —advirtió, sentándose en el borde del colchón—. Así que, si no quieres que desaparezca, dime ¿por qué Vladimir pagó el departamento?

—¡Nuestro regalo de bodas! —argumenté, pero él es perspicaz y yo un mal mentiroso. No iba a creerme—. Papá dijo que era la opción más viable porque sería económico a largo plazo.

—Sé que acordamos vivir juntos, pero yo no esperaba vivir en un palacio. Mis ahorros no son suficientes para solventar la mitad del precio como habíamos decidido —articuló, tomándome desprevenido del mentón para obligarme a verlo—. Vitya, no quiero que me mantengas y mucho menos el señor Vladimir. Estoy trabajando para tener dinero y no me mudaré a un lugar que no está a mi nivel.

—Pero ya es nuestro, no podemos devolverlo —respondí, asustado de su elección. ¿Significaba que no se iría conmigo? —Debí habértelo dicho, es verdad, pero ya no hay marcha atrás.

—Para ti, para mí sí —expuso, soltándome. Exhaló profundamente y me observó de reojo, como si intentara buscar las palabras necesarias para romper mi corazón—. Oye, no pongas esa expresión. No te estoy diciendo que terminamos.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora