LIV: Amor

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Yuuri.

—Duele —jadeé, separándome de los labios que me devoraban con lujuria.

Viktor me cargaba, sujetando mis nalgas y me empujaba a la pared de la habitación mientras repartía chupetones en mi cuello. Yo me aferraba a sus hombros, tratando de terminar con su pasión desenfrenada, pero no funcionaba. Pese a la posición incómoda para mi espalda, podía sentir su erección queriendo traspasar mi bóxer.

Si alguien se pregunta: ¿cómo llegamos a esto? Bueno, cuando nos duchábamos, Vitya me dijo que obtuvo una foto mía en una dulce mañana. Él había llegado a mi departamento para devolverme un molde de galletas y, casualmente, la puerta estaba entreabierta. Se metió sin pedir permiso y me vio arreglándome para ir a la universidad.

Y, ¿cómo llegamos a esto? La verdad es que no lo sé. Simplemente se calentó en el baño y no dejó que continuara vistiéndome. Supongo que le puedo echar la culpa a sus hormonas, pero ya no es el niño de quince años. Él no se cansa de hacérmelo, es un ninfómano reprimido.

—Oye, mi espalda duele —refunfuñé, palmeando sus brazos para que me bajara al suelo—. Vamos a acostarnos.

—El Poderoso está activo —respondió, mordisqueándose el labio inferior. Ese pequeño gesto era demasiado sexy, como si estuviera diciéndome lo que quería sin hablar—. ¿Permitirás que nuestro bebé se ponga triste?

—Ese bebé es un monstruo —objeté riendo. Él hizo una mueca, disgustado, pero no por el sobrenombre, sino porque nos habíamos detenido en pleno cachondeo—. Dije que hoy me tendrías y no romperé mi promesa, solo vamos a la cama.

—¿Toda la noche?

—Toda la noche —asentí. A estas alturas, negarle algo al hombre que más amaba era como abstenerme de respirar o comer.

Viktor caminó conmigo en sus brazos y me acostó en el mullido colchón, que era de tamaño jumbo para rodar a gusto. Claro, si mi querido novio no se me pega como chicle en la madrugada... Y como sé que lo hará, dormiremos en un lado y el otro será para los perros o cualquier fantasma que nos haga compañía.

Él se arrodilló en el borde y comenzó a aflojar el nudo de su pantalón deportivo. Me observaba fijamente, sonriendo como un cazador a su deliciosa presa, y deslizaba su prenda de una forma sensual. Parecía que me estaba dando un espectáculo y, por supuesto, yo lo disfrutaba y mi junior no se quejaba del musculoso pectoral de mi pareja. Es tan condenadamente guapo y... es mío.

—¿Te gusto, Shuuri? —inquirió, agazapándose sobre mí para prensar con sus dientes mi pezón izquierdo.

—S—Sí, me encantas —balbuceé, abriendo mis piernas para que él se acomodara en medio—. Eres mío.

—Sí, soy tuyo —confirmó, chupando mi tetilla hasta colorearla de un suave rojo. A diferencia de ocasiones pasadas, hoy se estaba portando como un ángel y yo era el diablo que aclamaba más.

Sus dientes pasaron al extremo contrario y saborearon unos segundos mi pezón derecho. Una vez más, me miró con esos ojos azules que me electrizaban, provocándome sensaciones placenteras en todo mi ser. Despertaba en mí esa parte que solía mantener oculta de los demás; esa parte que se doblegaba a la lujuria y cedía a cualquier capricho. Me hacía débil al simple roce de sus dedos en mi piel.

Con se lengua, descendió a través de mi vientre, causándome espasmos. Los primeros gemidos de la noche escaparon de mi garganta en un alarido y me curvé al sentir que tocaba la punta de mi pene sin quitar el bóxer. Paró un instante para deshacerse de mi ropa interior y engulló por completo mi miembro.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora