Sapo era uno de los terroristas más conocidos entre los seguidores de Magneto, aunque su desempeño en el último tiempo había sido bastante malo. Se equivocaba con frecuencia y cometía errores tontos. Sin embargo, Magneto le encomendó la tarea de espiar y reunir información, porque era el que mejor sabía camuflarse.
Sapo podía trepar por las paredes, daba saltos enormes, veía en la oscuridad y era capaz de permanecer colgado del techo sin que nadie lo descubriera. Por estas razones su jefe lo mandó a infiltrarse en el orfanato de Santa Marta y averiguar lo que estaba pasando allá dentro.
—Buscamos a un mutante muy poderoso, que seguramente está escondido en el orfanato —dijo Magneto cuando le asignó la misión a Sapo—. Quiero que entres sin que nadie te vea y me informes de cualquier cosa extraña.
Sapo se dirigió al orfanato que le habían indicado y se encontró con un edificio de forma cúbica, tan grande que ocupaba una manzana entera y se elevaba cuatro pisos sobre el nivel de la calle. El mutante terrorista trepó por el elevado muro de ladrillo y entró por una ventana del tercer piso. En el interior del edifico había un vestíbulo central que contenía las escaleras. También había una veintena de pasillos que llevaban a las distintas habitaciones. Sapo los recorrió casi todos, permaneciendo siempre pegado al techo, donde nadie lo veía.
Faltaba poco para la medianoche y todos los niños estaban dormidos. Las luces se mantenían apagadas, excepto por una o dos en las puertas principales. Reinaba una oscuridad amedrentadora y en algún lugar lejano lloraba un bebé. Sapo reptó por el techo y se quedó completamente inmóvil cuando escuchó el sonido de una puerta abriéndose.
Una monja alta y flaca, con cara de bruja, salió al pasillo casi oscuro, seguida por otras dos monjas bajas y gorditas.
—Les digo que es cosa del mismo diablo —dijo la mujer con cara de bruja—. Los objetos no pueden aparecer, así como así, por todo el orfanato.
—Hermana Christina, no puede ir a despertar a la madre superiora sólo por un reloj.
—Este reloj no estaba ahí hace un minuto y usted lo sabe —contestó la hermana Christina—. Salió de la nada y eso es obra de Satanás.
En la mano pálida y huesuda, la mujer apretaba un bonito reloj de cuerda del siglo XIX.
—Pero puede esperar hasta mañana para enseñárselo a la madre superiora —dijo la otra monja.
—¡Ya no puedo seguir esperando! —gritó la hermana Christina casi histérica—. A donde voy esas cosas me siguen, se me cruzan por delante. ¡El diablo me está atormentando!
En ese momento apareció un jarrón de porcelana china en medio del pasillo.
—¿Ven ustedes? Ese es otro de esos objetos raros que salen de la nada —gritó Christina—. ¡El diablo quiere volverme loca!
—El diablo tiene cosas mejores que hacer que asustar a una pobre monja —dijo una voz serena, pero firme, que sonó a espaldas del trío de religiosas.
Las hermanas se volvieron a mirar y se encontraron con la pequeña figura de la madre Encarnación, la directora del orfanato. Era una mujer tan vieja que su piel se veía arrugada y reseca como un pergamino, aunque sus ojos azules eran vivos y fuertes. A pesar de su edad, tenía mucha energía y un excelente don de mando. Llevaba un bastón para caminar, pero rara vez lo usaba como apoyo. Prefería usarlo como puntero, indicando con él cada cosa que veía. En ese momento apuntó a la hermana Christina y preguntó:
—¿Desde cuándo aparecen estos objetos? ¿Cuándo fue la primera vez?
—Hace tres semanas apareció un armario de dos puertas en mi dormitorio —contestó Christina.
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Los ojos de Nightcrawler.
FanfictionNightcrawler se ve obligado a enfrentarse con Magneto y está a punto de perder la vida, pero inesperadamente encuentra una amiga que lo ayuda y que no le teme, es más, lo considera hermoso a pesar de su piel azul y de todas sus mutaciones. En menos...