Capítulo 1:

530 41 11
                                    

Algo sobre mí;

Soy Mikaela Hyakuya, y estoy pasando por un muy mal momento. He escuchado desde siempre que " existen familias diferentes "; en este caso yo pienso que es verdad.
Yo nací en una familia de tres personas, mi padre , mi madre y yo, obviamente. Todos pensarían que un bebé les uniría y en el aire se respiraría el amor, pero no fue así...
A pesar de ser apenas un niñato (dos años o al menos desde que tengo memoria) ellos gritaban frente a mí. Tras insultos y golpes yo llegué a temerles como si se tratase del mismísimo diablo, mis padres se odiaban demasiado o al parecer lo hacían ya que siempre peleaban, mi padre era un borracho sin empleo el cual solo se quedaba en el sillón de la sala sentado viendo televisión, nadie tenía que hacer ni un mísero ruido o toda esa " paz "en la casa desaparecería. Mi mamá, ella trabajaba como empleada doméstica y como mesera en un restaurante; gracias a eso apenas comíamos. Mi madre no era muy religiosa pero desde que se unió a una secta algo extraña ella empezó a cambiar en muchos aspectos, me tiró todos mis juguetes y me obligaba a sentarme en un banco pequeño mirando únicamente la pared, así podría ser un niño de dios supuestamente, cada día era mas estricta y cuando yo me equivocaba ellos me golpeaban. Sí, tmbién mi papá porque por alguna razón cuando le convenía se sentía religioso, tal ves era cuando estaba muy borracho.

Mi vida estaba en la mierda, yo solo tenía seis años y ya sentía que debía morir, estaba harto de esta tortura día a día, pero esto empeoró desde que mi padre comenzaba a "visitarme" por las noches, se metía a mi habitación a "jugar a las cosquillas". Esto era de lo peor, me tocaba en lugares muy desagradables, no podía gritar. Estaba congelado, sentía miedo, mas del que ya les tenía a ambos, y no sabía que hacer. Esta vez mamá había ido a su secta y no regresaría en una semana, no pensé que me haría tanta falta porque en esta ocasión me hubiera gustado acompañarla, pero lastimosamente yo no podía ir con ella.

—Mmm papá...Y-yo...no quiero... Tengo miedo. —Mi voz se escuchaba quebrada, apunto de llorar, solo era un niño inocente. No sabía lo que estaba pasando pero por alguna razón sabía que esto estaba mal.

—Solo te estoy dando besitos, ¿No querías que tu padre fuera cariñoso contigo? No te haré daño —Mi padre estaba mintiendo; esto no era el cariño de padre esto era asqueroso, él besaba mis labios y tocaba mis piernas acercando cada vez más sus manos a mi trasero, por lo cual solté un leve quejido, pero eso solo hizo que este hombre se excitara más.

—N-no... ¡Déjame! —Grité, pero mi padre solo me golpeó en la mejilla con su puño, provocando que de mi boca saliera sangre. Seguí gritando por ayuda pero nadie podría escucharme, vivíamos cerca de la nada, era imposible que alguien me ayudara.

—Voy a hacerte sentir bien hijo mío...—Él me terminó de desvestir y cuando menos lo esperé metió "esa cosa" dentro de mí, por donde yo hacía popo. Esto era extraño, me dolía demasiado, gritaba y lloraba. Arañé más de una ves su hombro y rostro para que dejara de lastimarme pero no fue así, mucho después él terminó manchando mi cuerpo una vez más. Me sentía tan repugnante en ese momento, me limité a llorar en silencio cuando mi padre se fue y cuando menos lo supe yo ya estaba dormido.

Un mes después:

Aquélla violación se repetía tanto en mi mente como en la vida real, todas las noches iba a mi habitación y me tocaba, cuando mamá no estaba él volvía a hacerme esas cosas horribles, mi inocencia había acabado desde ese entonces.
Hoy papá y mamá me despertaron muy temprano como a las 6:00 de la mañana para ir a ver la playa, desde el primer momento eso me pareció extraño, pero nunca la había visto y como cualquier niño estaba muy emocionado por ver el mar.
El camino era largo por lo que me dispuse a dormir en el auto, cuando desperté volví a ver por la ventana y vi que ya habíamos llegado, bajamos del auto y salí corriendo ya que quería sentir la arena, corría y reía pero al llamar a mis padres para jugar escuché el auto en movimiento, me giré y vi que ellos se estaban yendo. Corrí tras el auto gritando para que pararan.

—¡Papi! ¡Mami! ¡Me olvidaron, no estoy en el auto! Mamá...vuelvan, no me quiero quedar, ¡llévenme con ustedes! —seguí gritando pero al ver el auto alejarse más, supe que era inútil, me abandonaron.

En todo el día me quedé sentado en el lugar que me dejaron esperando a que volvieran, pensé que tal ves me dejaron por accidente y regresarían por mí cuando se dieran cuenta de que no estaba con ellos. Pero pasó la noche, estaba muy oscuro y solitario, hacía mucho frío y con lo que pude cubrirme era con una toalla que tenía en mi mochilita de playa. Tenía solo un cambio de ropa y toallas pero moría de hambre, este lugar estaba solo completamente, no sabía que hacer porque estaba perdido y nadie vendría por mí...

Yo quería ir con ustedes...

Un Día NormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora