Capítulo Nonagésimo Segundo: Lefou

64 8 2
                                    

Ahora que había aceptado quedarme en Graves por unos cuantos días más tendría que comenzar a pensar en algunas actividades para ocupar el tiempo extra que ahora tenía. En primera instancia creí que sería buena idea ir en este preciso instante a entregar aquella carta a Gastón para liberarme de la presión que me atormentaba desde hace días y así poder pasar el resto de mi estancia tranquilamente, pero despues de la plática que tuve con Monsieur Girord ya no me sentía muy seguro con respeto a su contenido por lo que mejor decidí dejar ese asunto para despues. Mi segunda opción hera ponerme a dar un recorrido por todo la casa para revivir viejos recuerdos, pero el que antes fuese mi hogar ahora era tan distinto que ya ni siquiera recordaba donde estaba el baño, por lo que si lo intentaba seguramente terminaría perdido y eso no sería agradable. Como última alternativa pensé en ir a dar un paseo por los viñedos, respirar una vez más esos olores que tanto amaba, mas faltaba poco para que el sol se pusiera y esto complicaría mi regreso. Al final termine descartando cada opción que se me ocurría y no hice más que quedarme sentado en aquella cilla del comedor sin moverme como llevaba haciendo desde hace ya dos horas. Sin embargo no podía pasar toda mi estadía en el comedor porque seguramente terminaría con un enorme dolor de tra... piernas, por lo que al final termine por ir a dar una caminata como mínimo al pueblo, creyendo que quizá si retomaba mi vieja costumbre de pensar mientras observaba a la gente algo se me ocurriría.

Así que ahí estaba yo, caminando colina abajo muerto de frío mientras me arrepentía por no haber llevado conmigo algún abrigo y una mascará para resguardar mi identidad ya que una vez llegue al pueblo de inmediato me percate de todas las miradas que se posaban sobre mí murmurando cosas sobre si yo hera el hijo de Monsieur León o no, si había vuelto a pelear por la herencia de mi padre o que se yo. Todos eran comentarios igual de incómodos y entrometidos que arruinaban de poco en poco mi caminata.

Ya un poco arto de la situación termine por alejarme de la zona centrar de comercio hacía las calles aledañas para aislarme un poco de la multitud, pero como soy el ser con la mejor suerte del mundo termine encontrándome con un hombre llamado Antoine A. Armand Augir, un viejo compañero del ejercito mejor conocido como el coronel de ases, con quien no tenía precisamente la mejor relación del mundo ya que una vez termino peleando a golpes con Gastón por mi causa.

En cuanto note su presencia lo primero que hice fue fingir que lo desconocía y trate de pasar a su lado como si nada, pero justo cuando me creí fuera de peligro el sujeto me tomo del brazo para darme un fuerte, e incomodo, abrazo como saludo.

- Mi buen amigo Lefou qué gusto me da verte ¿Cómo va tu vida?

- B-bien creo – Respondí con algo de dificultad, ya que el sujeto hera tan alto y tan fuerte que sus abrazos parecían más una llave de lucha que un gesto de cariño. - Y a ti como te va. – Dije ahora para continuar la conversación más por cortesía que por gusto, solo para que al final terminara arrepentido ya que Antoine se la paso más de media hora hablando de lo bien que le había ido tras recibir aquellas compensaciones monetarias por parte del ejercito como agradecimiento a "su triunfo" sobre el ejercito portugués que intento atacar el sur de Francia.

¿Cuántas veces me había contado esa historia? ¿Cinco? Ya ni lo recuerdo, pero siempre hera la misma mentira y hoy definitivamente no tenía ganas de seguir escuchándola por lo que a mitad de su anécdota le interrumpí para poder marcharme aun si fuese descortés. Pero aquel hombre hera tan insistente, o poco inteligente para notar que no quería hablar con él, que incluso se atrevió a acompañarme de regreso a casa con el único fin de terminarla.

¡Es que este día no puede ser peor! Me decía para mis adentros mientras caminaba a su lado intentando ignorar su conversación, deseando que se callara de una buena vez, sin embargo siguió y siguió hasta que llegamos a la entrada exterior de mi antiguo hogar.

- Bueno gracias por acompañarme, ahora te puedes ir. – Seguí insistiendo en que se marchara pero el aun se mantenía a mi lado hablando como bien hera su costumbre, solo que ahora haciendo un montonal de preguntas.

- ¿Cómo está tu familia?

- No tengo Familia.

- ¡Oh es verdad! ¿Entonces como esta tu gato?

- Tampoco tengo Gato.

- Cierto eso lo olvide también ¿Entonces como esta tu caballo? ¿Por qué si tienes al menos un caballo no? - ¿En verdad que no podía haber conversación más frustrante que esa? Todo ese parloteo sobre la guerra hera tan abrumador, lleno de menorías devastadoras y horrendas que no hacían más que empeorar mi situación hasta el punto de casi hacerme explotar. ¿Cómo es que alguien podía enorgullecerse de tales atrocidades? Ya no podía más, estaba arto, así que prepárate Antoine porque te vas a ir quieras o...- ¿Y Gastón como esta? Quisiera pedirle la revancha por lo del otro día.

¿Es... enserio? Primero se dispone a perturbar mi caminata, segundo revive recuerdos horrendos de mi pasado como si fueran la mayor de las glorías y ahora se atreve a preguntar por Gastón solo por que quiera darle una paliza. ¡En verdad que este sujeto es un... - No pudo acompañarme esta vez.

Puede que este desesperado por descargar un puño sobre el rostro de Antoni y puede que este desesperado por apartarme de su lado, pero si hay alguien en este mundo de quien no quiero recibir condolencias es de Antoine A. Armand Augir, pues seguramente me hubiese respondido como hace tantos años atrás lo hizo tras enviarnos a Gastón y a mí a las primeras filas...

"Que buena fortuna nos trae la vida, una mujer más que estará libre para gozar de mi presencia y un tonto menos con quien lidiar"

Suerte que hera tan tonto para terminar confundido por mi comentario hasta el punto que fuese fácil manipularlo para que se fuera y por fin me dejara en paz. O almenas en paz de su presencia puesto que los recuerdos de la guerra ahora danzaban por mi mente provocando esas migrañas ya olvidadas cortesía de los traumatismos que una vez sufrí en combate.

"Maldito seas Antoine quien sabe que de los ases" No dejaba de repetirme a mí mismo conforme caminaba tambaleante hacía el interior de mi hogar, pero el dolor era cada vez más abrumador que hubo un ponto en que ya no soporte más y termine cayendo inconsciente en la gran entrada de madera.

Que fastidio... Linda forma de pasar  mi primera noche.

 Linda forma de pasar  mi primera noche

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Je ne sai quoi. (Stanley X Lefou) (Gaston X Lefou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora