Había sólo un mes de diferencia entre mi relación más larga y mi relación más corta, sólo tuve dos y ambas no superaron el año. No sólo tenían en común haber sido relativamente pasajeras, sino que ambas personas por la cual creí haber dado todo, tenían mi único conocimiento hacia la base de un hombre, y no estaba bien. Yo había empezado a creer con Martín, mi última relación, que estaba bien decirle absolutamente todo lo que hacía, que dar explicaciones y justificar hechos era normal, con Felipe inclusive también lo creía, pero había una sola verdad de todo eso y es que no era cierto.
Entender cómo funcionaba una relación me llevó la soltería de un año, ni siquiera ellos pudieron enseñármela, pero la comprendí después de haber fracasado ambas relaciones y mi sistema entendiera los conceptos, y por esa razón volver a ser esclava de una posesividad no estaba en mi biblia de vida, sin embargo, lo que podría haber sido una noche de pago y entrega, terminó siendo una de compra, pago, entrega y devolución, ya que Lyan me mantuvo casi hipnotizada por sus órdenes y como si tuviese una regresión, yo hice caso.
Suponía que era el miedo que tenía, la incertidumbre de no saber dónde estaba metida, aunque otra teoría era la bebida que me convidaba, si bien no parecía más que un poco de alcohol, de verdad yo no podía haber hecho al pie de la letra lo que me pidió que hiciera por casi toda la noche, pegada y manejada por él como si fuese mi dueño y su voz fuera mi guía. Sin embargo había algo más regresivo, malo y enfermizo de todo eso, no me desagradaba.
—Vení. —me dijo y su agarre a mi mano se hizo más fuerte, me llevó entre la gente casi apegada a su cuerpo y yo caminé hasta resguardándome con su mano atada a mí. Salimos y lo primero que hizo próximo a soltarme, fue prender un cigarrillo y después de darle una pitada, dármelo para volver a llevarme de la mano lejos de la entrada.
— ¿Terminamos de traficar? —pregunté mirando a los chicos que salieron de repente de algún lugar para seguirnos cautelosamente. Lyan se dio la vuelta un poco para mirarme con la mueca de una sonrisa, dobló hacia una calle casi vacía y una vez más volví a identificar su auto, al llegar, me solté de su agarre para sacar todos los billetes que tenía dentro del bolsillo trasero de mi short, donde él los había puesto.
— ¿Terminamos?
— ¿Terminé?
—Terminaste. —asintió y agarró todos los billetes de cien que le di, todos eran violetas, no había ninguno menor a ese valor. Levantó ambas cejas al verlos y los acomodó mientras yo esperaba dándole largas pitadas al cigarrillo sin poder identificar exactamente cuántos papeles tenía.
— ¿Fue tu forma de cobrarte?
—No.
— ¿Qué?
—Que no. —repitió y apartó cien pesos para guardárselos en el bolsillo y darme un manojo de billetes. Yo fruncí el ceño sin comprenderlo e insistió para que lo agarrara, pero no lo hice. — ¿No te vas a cobrar?
— ¿Qué estás haciendo, qué querés probar?
—Nada que no puedas superar Catita, de todas formas... ¿te negas a cuatro mil pesos?
—Obviamente, porque no son míos y no toco lo que no es mío.
—Qué educada. —levantó una ceja como si estuviese burlando de una base educativa, lo cual me causó mucha más curiosidad.
—No sé lo que querés probar, pero si eso no fue una forma de pago entonces sé limpio, ¿cuándo te vas a cobrar lo del otro día?
—No es cuándo, es cómo.
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Un cambio al Mal.
Teen FictionCatalina sabía que después de terminar el colegio, la etapa adolescente donde la vida era fácil, se iba a terminar. Ella no podía ser como el resto, tener una aspiración a una carrera o mínimamente a un trabajo que sustentara sus gastos más básicos...