La causa era tan perfectamente redonda que hasta me animé a darle mi más sentido pésame a Estela, la abuela que quería comprender la muerte como parte de su naturaleza y la injusticia que creía del asesinato de su nieta. Llegué a sentir compasión y me ofrecí a hacerle un té y prestar mi oído para que ella me contara cuán buena era Danila, hija de su sobrino más preciado que también había muerto por una traición, como titularon la causa de la chica.
Lyan logró que todo quedara limpio, redondo incluso, haciendo responsables a los encargados de proveer su droga dentro de la cárcel, los que estaban un poco revolucionados con los Olivera por cuestiones de mercadería y buscaron venganza demostrando que podían ser poderosos al matar a una de ellos, exactamente Danila Olivera. El silencio de todo aquel que sabía lo que iba a pasar cuando escucharon los disparos fue responsabilidad de Lyan también, ya que a mí me inquietaba el pensamiento de Karen y Catriel, pero él logró solucionarlo, no estaba tan estresado como pensé que iba a estarlo por eso, al contrario, el breve momento que tuvimos para congeniar los hechos, se mostró muy interesado en armar todo por sí mismo y darle la causa justa a la familia para que pudieran estar en paz, tanto como lo estaba la nena.
Once y media de la noche la puerta se abrió y entró Claudio junto a su hijo y Boris, quien a pesar de su frialdad natural, su expresión demostraba un poco de tristeza, muy diferente a la de sus dos jefes, ninguno estaba afectado a tal punto de a mí causarme gracia que coincidieran en algo que debería ser lo contrario.
— ¿Y, qué pasó? —preguntó la señora levantándose repentinamente para llegar a su hijo, rompió en llanto de nuevo y él rodó los ojos acercándola para abrazar. — ¡Quiero el cuerpo de mi nieta, quiero enterrarla yo!
—Ya está mamá, ya está... está en el sepelio, te vinimos a buscar.
— ¡Mi nieta, mi nietita! —llorisqueó y Lyan me agarró del brazo indicándome que saliéramos, lo seguí dejando atrás el duro momento familiar y afiancé mi mano a la de él para llegar a su casa y poder conectarnos nuevamente.
Entramos y él se sacó la remera y las zapatillas, yo me fui a sentar al sillón para esperar su veredicto.
— ¿Y?
—Limpio, hasta mi papá se lo creyó.
— ¿Lo crees tan boludo?
—Pensé que no eh, pero se la re comió... lo mató él mismo al pancho ese. —sonrió un poco y yo me quedé estática un segundo, pero después lo consideré hipócrita porque había matado a un hombre supuesto responsable de la una muerte que estaba a mi cargo. —Me voy a bañar ¿querés venir?
—Quiero saber tu repercusión Lyan, la propia... maté a tu prima.
—Sí ya sé, estás re loca. —se rió y me hizo levantar del sillón, bufé queriéndome apartar cuando me quiso tocar y besar y aunque eso me demostraba normalidad, mi conciencia empezó a alterarse.
—No sé si hice bien, te juro que ni lo medí, no me di cuenta, me salió así y cuando tuve noción supe que me había mandando una re cagada, Catriel y Karen estaban del otro lado... esos guardias, la gente que sabe la verdad no es poca, ¿qué pasa si alguien asegura que a esa hora ese pancho se estaba bañando o tomando mates con otro?
—Despreocupate, está todo solucionado, nadie va a decir nada, Catriel y Karen mucho menos, ellos fueron los que jugaron sucio, ¿te pensas que no se imaginaban que podía pasar algo dejándote sola con ella? Son iguales de garcas que todos los que me negociaron un precio por tu seguridad en cuanto pisaste ese penal... si no hubiese sido por tus cinco minutos de fama andá a saber si la contabas.
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Un cambio al Mal.
Teen FictionCatalina sabía que después de terminar el colegio, la etapa adolescente donde la vida era fácil, se iba a terminar. Ella no podía ser como el resto, tener una aspiración a una carrera o mínimamente a un trabajo que sustentara sus gastos más básicos...