19.

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Lyan sólo me había dado cuatro bolsitas estimando que mis amigos podían comprarme dos cada uno, pero la cantidad fue repartida a otras dos personas ajenas a mí que sin conocer más que la razón obvia, me pidieron sin importar que les pedí el doble. Accedieron sin titubear y antes de llegar al viernes, tuve cuatrocientos veinte pesos en mi mano sin haber movido ni un dedo, tarea fácil que consideré seguir haciéndola cuando Lyan volviera de su viaje.

Los mensajes que recibí de su parte me hicieron creer en algún punto que podía ser real su propuesta de juego, se suponía que debíamos confiar el uno en el otro para avanzar en una relación de interés futuro, según él, pero no podía negar que Lyan lograba hervirme la sangre y quería que en su consciencia picara mi firmeza al tener en cuenta su palabra. Si lograba no acostarse con nadie en su viaje, esperando sólo para estar conmigo, yo podía considerarlo teniendo en cuenta que no era sexualmente muy activa y las veces que estuvimos juntos lograba llevarme al borde de la adicción, de la misma forma que me preparaba con sus mensajes para que llegara el domingo y cediera fácil a completar el juego.

—Cata, Cata teléfono. —golpeó mi mamá la puerta y no esperó a que cediera su paso, entró para pasarme rápido el teléfono inalámbrico. —para vos.

Bufé agarrándolo pero antes de contestar me refregué la cara para despabilarme, estaba segura que no eran más de las nueve de la mañana y sólo a mi mamá se le ocurría pasarme el teléfono en dormida.

— ¿Hola?

— ¿Catalina Leiva?

—Sí ¿quién habla?

—Te habla Fernando Gómez, jefe de recursos humanos de Jhonson y Jhonson y me pongo en contacto porque tengo tu curriculum presente, y quería saber si podías asistir a una entrevista laboral.

—Claro por supuesto, ¿cuándo sería esto?

—Sería el día lunes a las nueve y media en Colectora al 1800, ¿contamos con tu presencia?

—Sí por supuesto, muchas gracias voy a asistir.

—Perfecto, hasta luego.

—Hasta luego. —le dije y corté, mamá me miró expectante y confirmé lo que estaba esperando escuchar. —es para una entrevista laboral.

— ¡Ay Dios mío qué emoción! —chilló contenta y yo le sonreí devolviéndole el teléfono. —Ay hija qué alegría, ojalá quedes.

—Sí ma pero no digas nada a nadie, sino se va a cortar, no sé qué tan posible puede ser pero no quiero contar nada hasta que no sea de verdad ¿está bien?

—Sí, sí, no voy a cortar con la buena racha, ¿cuándo tenés que ir?

—El lunes a las nueve y media, ¿qué hora es?

—Son las ocho, si querés seguí durmiendo, te levanto para comer.

—Dale por fa, después lo hablamos bien.

—Sí dale, ya voy a prenderle una vela al santo, al fin me escuchó. —dijo contenta saliendo de mi pieza, rodé los ojos y volví a acostarme un poco ansiosa, faltaban tres días para el lunes y hasta entonces me iba a morir de la ansiedad, pero podía soportarlo perfecto y dar una buena impresión para trabajar al fin.

Intenté de todas las maneras posibles para que mi mamá no contara nada, pero fue suficiente haberle dicho a mi papá para que el hombre saltara de emoción y sin tener en cuenta mi pedido, se lo contara a todos sus clientes, de ahí a todas las personas que podían llegar a conocerme y básicamente el barrio que lo daba por enterado sobre mi oportunidad laboral, la que podía no ser probable. Con esa idea enseguida llegué a la casa de Guada el sábado a la noche, se lo conté y fue motivo de celebración cuando Maitena y Olivia se sumaron, sólo nos queríamos juntar para retenerlas a ellas de que se fueran a bailar un sábado, eran las únicas amigas que me quedaban del secundario que no eran como Guada y yo, por eso las quería conservar y juntarnos de vez en cuando a comer algo y tomar, era el mejor plan que se nos podía ocurrir. Junto a los típicos juegos que solíamos hacer, la noche estaba programada para ser buena y que nada la apagara.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora