Con seguridad, afirmaba que lo que se desenvolvió debajo de las sabanas de aquel hotel elegante, no fue sexo en su simplicidad, fue hacer el amor que ambos cuerpos querían expresarse sin decirse ni una sola palabra. Era tan sensato como sonaba, había más que una simple calentura entre nosotros o mismo el negocio al que me hacía pertenecer, sí, me gustaba Lyan Olivera y me encantaba todo de él, desde su forma de hacerme sentir suya en la cama, hasta hacerme sentir valiosa frente a un extraño. Que fuera amor era lo de menos, éramos, y no había nada más que decir.
Mientras él dormía encima de mi pecho, ambos yaciendo desnudos en la enorme cama de la habitación del hotel, yo acariciaba su pelo y me mantenía segura al estar entre sus brazos como Lyan lo estaba en los míos. Mi corazón había vuelto a la latir con normalidad y lo que no tuve tiempo de pensar con exactitud bajo su mirada sin delatar la verdad, me puse a pensarlo sabiendo todo. Mis cuentas se aclaraban al fin, desde la razón por la cual quería que nos tatuásemos el mismo diseño, hasta el por qué confiaba tanto en mí para dejarme vender su droga, no cobrarme desde el principio y volverme loca hasta resignarme a todo. Era cierto que me había quitado la opción de toda voluntad que tuviera, él hizo la persona que podía afirmar con seguridad que quería estar a su lado y ayudarlo a que el negocio fuera suyo antes de tiempo, pero a pesar de esa enfermedad que mi tío temía, no me podía quejar de eso, no quería hacerlo.
Enamorarme de Lyan siempre fue algo que no se me cruzó por la cabeza, sentirme atraída y gustar mucho de él sí, pero desde su respuesta inmediata cuando pregunté si ya estaba enamorado de mí o lo estaba por hacer, mi visión cambió y fueron más que sensaciones lindas las que sentí al respecto. Un hombre como lo era Olivera estaba enamorado de mí, quería que hiciera cosas por él como hacía por mí, buscaba ese beneficio para ambos, deseaba que nos pasaran cosas juntos y me dejaba sin mucha alternativa, porque en realidad yo también quería hacer lo mismo por ambos y si eso significaba estar enamorada probablemente Guada tenía razón, tenía que enamorarlo para que quedara mejor en la historia, y así se estaba desarrollando.
Eran las cinco y media de la mañana cuando vi el horario en mi teléfono, enceguecida por el sueño pero convencida de sacar las fuerzas que necesitaba le envié un mensaje a Fernando, diciéndole que no podía presentarme a trabajar, se lo explicaría más tarde pero no quería saber más nada, por lo que me aferré más a mi único propósito de proyectar un futuro y lo abracé durmiéndome entre sus brazos.
—Cata... —escuché mi nombre entre pequeños besos que recibí en el cuello, erizándome la piel y despertando en mí algunas sensaciones extrañas. —Catita... ¿vas a ir a trabajar?
— ¿Mmm?
—Nos quedamos dormidos, ¿vas a ir?
—No. —murmuré levantando mi brazo para atrás así mi mano podía acariciar su pelo, mantuvo los ojos cerrados y sus besos se extendieron más que mi cuello, bajaron despacio con pequeños chupones a mi pecho mientras sus manos acariciaban el contorno de mi cuerpo.
—Entonces podemos quedarnos un rato más.
Asentí con los ojos aun cerrados y me mordí el labio cuando sus dedos bajar por mi estomago, para descender a acariciarme más que la piel. Contuve el aire cuando exploraron más allá y sus labios siguieron recorriendo mi cuello, llevándome a la nebulosa más o menos con sus toques tan hábiles y en los puntos más débiles de mi cuerpo. Él había conseguido que me encantase el sexo mañanero y busqué que sucediera sin hacer nada, dejándome a su merced, accediendo a que me hiciera lo que quisiera sintiéndolo por detrás de mí con lo mismo que le causaba.
Se alejó un momento rompiendo un poco el esquema pero no me quejé cuando escuché el paquete del preservativo, no me moví tampoco y contuve la sonrisa hasta que llegó a besarme y se acomodó detrás de mí, para hacerme el amor de la manera que sólo él sabía cuando se trataba de nosotros.
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Un cambio al Mal.
Teen FictionCatalina sabía que después de terminar el colegio, la etapa adolescente donde la vida era fácil, se iba a terminar. Ella no podía ser como el resto, tener una aspiración a una carrera o mínimamente a un trabajo que sustentara sus gastos más básicos...