5.

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Catriel no sólo se sorprendió con la visita de su proveedor, lo hizo también con la idea de que fuera yo quien lo tatuara, no estaba muy conforme pero Lyan le aseguró que no porque yo lo tatuara y básicamente le arruinara la piel, su trabajo con él no se iba a concretar, porque le podía cambiar la sesión y como si fuese poco, le daría a mi amigo tiempo para mínimamente tomarse un mate y descansar de todo un día tatuando, ahí estaba la confianza de él como mi mentor y no sé si fue convicción de Lyan o qué pero cuando Karen terminó de ayudarme a preparar la tinta y la máquina, entró solo al cubículo sin dejar de mirar mi dibujo.

— ¿De verdad vas a querer que te tatúe?

— ¿Qué tan mala sos?

—Tengo más teoría que práctica. —le dije e hizo una mueca con desinterés dejando la hoja de lado. — ¿Te cobrarías el tatuaje como forma de pago?

—Obviamente no. —sonrió y se levantó la remera para sacársela. Tragué y lo vi dejarla a un lado, y aunque quise seguir la tela con la vista para ver dónde la dejaba, fue imposible para mi concentración y tuve que mirarle el cuerpo. No estaba exageradamente marcado, pero era flaco y se notaba el principio de las marcas de músculos en su forma, lo cual inevitablemente lo hacía deseable.

— ¿Dónde te lo vas a hacer?

—Acá. —me señaló su pelvis, donde se le formaba perfectamente la V, dándome la imposibilidad de poder respirar con normalidad. — ¿te parece?

— ¿Y para dónde va a ir la flecha? —pregunté acercándome a ver su piel y definitivamente no era un lugar más que para hacerme tentar. —Me gusta más acá.

Le toqué la cintura sólo un poco más arriba de dónde la quería y la marqué con el dedo hasta el principio de sus costillas, donde yo creía que quedaría mejor.

—A mí me gusta más acá. —se señaló nuevamente la pelvis y asentí porque era su piel y él sólo me estaba dejando escracharla. —Y así.

Horizontalmente la marcó hasta muy por debajo de su ombligo y a pesar de que mi aire quedó atragantado lo miré con obviedad, él levantó una ceja divertido.

— ¿No te animas?

No le respondí y me di la vuelta para sentarme en el escritorio y dibujar nuevamente la flecha para calcarla y tomarme el tiempo que fuese necesario para calmar mis nervios, no sólo por tatuar una línea recta, sino porque el lugar donde él lo pedía no era precisamente de mi mayor comodidad, si bien en el futuro podía tener personas que me pidieran que las tatuara hasta lugares impensados, que Lyan fuera el primero en el presente, no era muy sano para mi salud mental.

Me acerqué a pegarle el calco así me quedaban las marcas que tenía que seguir y eso directamente me afectó el aire, porque estaba casi tan cerca de su entrepierna como hubiese deseado la noche del sábado o la tarde presente, no era favorable y mucho menos cuando tenía que mantener un pulso para tatuar.

—Sos la primera chica que veo de día y me parece más hermosa que de noche. —dijo y entrecerré mis ojos al mirarlo. Se encogió de hombros. —Tenía que decirlo.

— ¿Justo ahora?

—No me vas a decir que te afecta tatuarme ¿no?

—Para nada. —mentí y hábilmente controlé las manos para desabrocharle el jean, levantó una ceja pero sin dejar de mirarlo a los ojos le indiqué que necesitaba el espacio para la comodidad y como si entendiese, asintió frunciendo los labios satisfecho.

Mi respiración se mantuvo escasa el tiempo que marque la línea, y para mi orgullo y admiración salió perfectamente recta a pesar de trazarla por su pelvis, lo demás no era un problema, no tenía gran experiencia tatuando pero podía manejarme perfectamente y marcar mi arte como siempre había deseado. Sin embargo, no podía salir del denso aire que inevitablemente creábamos con Lyan, porque a pesar de mantenerse callado cuando tracé la línea, su cuerpo expuesto a mis ojos me dejaban sin aliento y mucho más al dejar la máquina para descansar un poco la mano y notar cómo su pantalón no tenía la misma forma que al comenzar.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora