10.

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Pese a nuestro inhóspito lugar, no fue para ninguno un problema buscar nuestra liberación de diferentes maneras, lo que nos permitía el espacio y el momento para saciarnos y poder sacarnos las ganas de una forma clásica. En cuanto ambos nos hicimos llegar a sentirnos en el cielo, me dejó respirar lejos de él y se subió el pantalón sentándose en la entrada del tobogán de tubo, yo me abaniqué la cara y me aseguré que entre medio de las maderas no se viera a nadie, no habíamos tenido mucho cuidado al respecto, si alguien andaba por el radar, probablemente nos había escuchado a pesar de que intentamos ser lo menos ruidosos posibles, que nos vieran podía ser un poco vergonzoso más allá de lo ilícito.

— ¿Qué sigue en la lista de tareas por hacer en la noche?

—Nada que nos incumba.

—Dijiste que...

—Estoy esperando asegurarme que no voy a morir de un paro cardíaco, de acá te llevo al telo. —dijo y yo me reí agarrando mi short para volver a ponérmelo, me arreglé la ropa y verifiqué la hora en mi celular, eran casi las cinco de la mañana y me preocupaba no estar para cuando mi familia se despertara, pero si él quería llevarme a un hotel, tenía que confiar en la nota que había dejado.

Quise recorrer el armado que tenían los chicos para jugar de día, salí al caminito de madera que llevaba a otros juegos y me aseguré que no hubiese nadie, como esperaba la plaza estaba vacía, no había rastros de personas y el silencio encapsulado me daba escalofríos, pero sabía que él estaba cerca y pronto salió para agarrarme de la cintura e impedirme que siguiera caminando.

—No, no te vas a ir a ningún lado.

—Vas a tener que encontrar una buena razón para que no quiera irme tan rápido a mi casa.

—Ya te la voy a decir.

Subimos a su auto y arrancó rápido, le dio al acelerador muy fuerte hasta llegar a una esquina y agradecí que no hubiese nadie en la calle porque ni siquiera miró a los costados al cruzar. Se puso frente a un grupito de chicos que fumaba, tomaba y escuchaba música en la puerta de una casa y les tocó bocina, uno de ellos se levantó rápido y se acercó a la ventanilla que Lyan bajó, no pude reconocerlo como el que ya conocía de sus amigos, pero noté con claridad las Islas Malvinas tatuadas en el dorso de su mano cuando las apoyó en la abertura, las mimas que él tenía y me hizo pensar en la razón. No escuché lo que le dijo pero el chico asintió y volvió a arrancar rápido sin darle importancia a las preguntas que parecía tener el chico.

— ¿Se identifican con Las Malvinas? —le pregunté por el tatuaje y Lyan asintió, sacó de la guantera un paquete de cigarrillos y soltando el volante por un instante, lo prendió para pasármelos a mí. — ¿Decís que a mí me quedaría linda también?

Me miró por un segundo y su sonrisa me respondió la pregunta.

—No sé qué no te quedaría lindo a vos.

—En realidad debería buscar otra cosa, capaz me hago el formato de la provincia de Buenos aires para identificarme con mi banda.

—Hacete lo que quieras, dudo que te quede mal, sólo que no creo que puedas darle mucho sentido.

— ¿El chico malo me va a perseguir hasta que desista, crees? —le pregunté acercándome a su asiento para besarle la mejilla, él se rió negando. —no me da miedo tu intensidad.

—Preguntatelo de nuevo en algún momento del día cuando te lleve a tu casa, después me decís.

Dejó pasar dos hoteles en el camino que yo consideraba que eran buenos pero me obtuve de decir algo, estaba esperando sorprenderme al que me llevara y al entrar a uno que no había conocido nunca fue una buena forma de intrigarme. El ambiente estaba hecho para sentir la ansiedad de entrar enseguida el auto pasaba por el estacionamiento, y aunque teníamos dos autos más por delante eso no desequilibró nada, no estábamos desesperados y en cuanto bajamos del auto pasando por alto la recepción, me agarró de la mano para dirigirse al lado contrario donde estaban las habitaciones.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora