Lo dejé contar la plata solo y me entré a bañar para despabilarme un poco, tenía la tensión propagándose por todo mi cuerpo y haberlo hecho varias veces fue razón para sentirme agotada, física y mentalmente. Lyan tenía que contar la plata del bolso para llevar un conteo general de mis pedidos, me explicó que cada uno de sus proveedores, tenía una cierta cantidad de mercadería por mes, cuando se superaba esa cantidad eran como logros personales, que él, como primer proveedor, aplaudía de su gente. No podía ser quien entregara la droga, solía ser peligroso el trabajo de campo y aunque le gustaba estar al tanto de sus ventas, Lyan se dedicaba a la gestión de la droga y administración de la gente que tenía en las calles trabajando para su familia. Yo no sabía qué puesto iba a ocupar, pero era seguro que no tenía que rendirle mucho beneficio a él, se suponía que con eso me estaba probando la confianza, tener su plata a cuesta de su droga, había sido la idea inicial y se cumplió sin desearlo demasiado.
En cuanto salí del baño mi teléfono sonó y temí que fuera mi mamá, una mañana más que no podía llevar a Ivan al colegio y a ella se le complicaba para sus trabajos, pero mi papá podía abrir la ferretería más tarde y llevarlo. Desorganizaba toda mi familia pero no parecieron quejarse de eso cuando vi que el emisor no era mi mamá, era un número desconocido que atendí de todas formas.
— ¿Hola?
— ¿Catalina? Te habla Fernando, de recursos humanos, ¿te acordas?
—Hola, sí, sí, ¿cómo estás Fernando?
—Muy bien ¿vos? Te llamo porque necesitaría tener otra entrevista con vos, como una preselección.
— ¿En serio? Qué bueno ¿cuándo?
—En lo posible mañana, no quiero desorganizar tu día de hoy pero si mañana podés pasarte por la empresa, lo hablamos mejor... ¿a eso de las diez, diez y media, te parece?
—Sí claro, mañana entonces nos vemos, muchas gracias.
—Un placer Cata, nos vemos. —dijo y corté. Miré extrañada el celular y esa lucecita que quise ignorar desde un principio, titiló con más fuerza, podía volverse real.
— ¿Qué pasó?
—El tipo de la entrevista, quiere que hagamos otra de preselección, ¿eso es normalmente cuando estás por quedar no?
—Sí creo, qué bien Catita felicidades.
—Ay no quiero entusiasmarme demasiado por las dudas, tengo que ir mañana temprano.
—Y por cábala esta noche deberías quedarte conmigo. —me guiñó el ojo y yo sonreí volviendo a entrar al baño para cambiarme.
En cuanto terminé me senté a su lado y lo observé terminar de contar la plata, miraba confuso los montones de billetes mientras mantenía el celular en la mano mirándolo cada dos segundos, no sabía si hablaba con alguien o anotaba algo. Me asombraba ver tantos pilones de billetes de cien pesos, no era el precio al que Lyan vendía normalmente la unidad pero por ser un trabajo de encubierto, ese peligro debía correrse y traducirse en plata.
—Esto debería ser un record Guinness, doscientas cuenta personas en una noche es un tema serio.
—No estoy segura de que hayan sido tantas. —fruncí el ceño intentando recordar cuántas fueron, imposible de calcular siendo que algunas compraban más de dos bolsas, y no todas eran cocaína por lo que el precio variaba según el pedido. —pero estuvimos mucho tiempo y fueron más personas de las que me enviaron mensaje, es quiere decir que el rumor se esparció bien por la villa.
—Dudo que haya sido gente de la villa solamente, hay una parte de los clientes que es gente que trabaja, estudia, tiene una familia y una vida más allá de juntarse en las esquinas a flashear colores porque está bueno, esa gente es la que creo que te compró porque le da miedo meterse conmigo... sin embargo me siguen pareciendo posibles traidores. [*]
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Un cambio al Mal.
Teen FictionCatalina sabía que después de terminar el colegio, la etapa adolescente donde la vida era fácil, se iba a terminar. Ella no podía ser como el resto, tener una aspiración a una carrera o mínimamente a un trabajo que sustentara sus gastos más básicos...